Culiacán, Sin.- La nostalgia de mirar un grupo de madres sin hijos marchando por una justicia lejana, es dolorosa. Mujeres cansadas de llorar pero con mucha fuerza para gritar. Infinitos nombres de hijos se repiten a coro este 10 de mayo, donde las madres buscadoras no tienen nada que celebrar.
María Isabel lidera el contingente con el estandarte de Yosimar, su hijo policía municipal que fue desaparecido en 2017. Atrás, dice otra buscadora: “Si él que es policía no aparece, qué nos espera a las demás”.
Concepción va muy atrás de la marcha, con paso cansado pero sin bajar el cartel de su hijo Isauro, que fue desaparecido el 10 de mayo del 2020. Conchita ya no llora al mencionar su nombre, y dice que apenas hace unos meses pudo ver la foto de su hijo sin perder el control. Ella tiene 68 años y solo pide no morir antes de volver a ver a su hijo.
El cáncer de la desaparición forzada va tomando fuerza en Sinaloa con cifras que duelen: 9 mil 760 sillas vacías en Sinaloa, de acuerdo al conteo de los expedientes de los colectivos, y centenas de fosas clandestinas que nos llenan de sangre los zapatos.
Para Oscar Loza Ochoa, activista de los derechos humanos, es un problema ignorado por el gobierno y no existen propuestas para atacarlo.
“No hay una política de estado que apunte a detener la desaparición forzada (…) y yo espero que la autoridad ya responda en los diferentes niveles; local, estatal y federal, pues la herida es enorme, como para no ponerle atención a curarla” dijo.
La marcha dura una hora, pero la lucha de algunas lleva más de 50 años; carteles con fotos sepia de hombres que desaparecieron en los años 70s son levantados por mujeres de mirada vidriosa y piel arrugada. Los ojos de los conductores que pasan junto al contingente hacen como que no quieren ver, pero la impunidad salta a los ojos de todos.
Al llegar a la plazuela Obregón, las mujeres que escarban la tierra para buscar a sus hijos, comenzaron a picar las paredes; unos azulejos con rostros de sus desaparecidos fueron colocados en las escalinatas de Catedral. Una manera más de hacer que las paredes hablen, mientras los demás callan.
Inconcebible para algunos la idea de perder a un hijo, pero las Buscadoras de Sabuesos Guerreras lo viven a diario y de vez en cuando salen a gritarlo, porque el dolor no cabe en su pecho y ellas creen que ya va siendo hora de que el “infierno” termine.
La marcha terminó; los azulejos quedaron incrustados en las paredes y memorias de Culiacán. Mientras, las buscadoras van a seguir luchando y gritando para que el próximo 10 de mayo sus hijos y el de todas estén sentados en esa silla vacía que los seguirá esperando toda la vida.