Los Mochis, Sin.- En medio de los escenarios de terror y horror en los que se convirtieron las carreteras en Sinaloa tras los despojos e incineración de vehículos, camiones y transporte que sujetos armados usaron para bloquear las vías de comunicación; la generosidad, empatía y buen corazón de la mayoría de los sinaloenses también salieron a relucir en toda su plenitud durante el “Jueves Negro“.
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El máximo exponente de que Sinaloa es un estado solidario, que abre sus puertas para dar cobijo y refugio: es la comunidad de El Caimanero, en Mocorito, donde sus pobladores dieron asilo y alimento a las cientos de personas -pasajeros de autobuses, paisanos y choferes del transporte- que quedaron varadas en medio de la carretera y que, con miedo y temor, caminaron por horas y kilómetros hasta llegar a este lugar.
Afligidos y confundidos por lo vivido, las víctimas del “Jueves Negro, narraron a Línea Directa cómo, sin conocerlos, fueron auxiliados por los habitantes durante parte de la tarde y toda la noche, incluso, les llevaron alimentos y medicamentos para que los enfermos pudieran estabilizarse tras enfrentar estas condiciones adversas.
Ari Melendres Martínez asegura que se encuentra sumamente agradecido, porque, en medio del caos, confusión, miedo y terror, los habitantes fueron una luz de esperanza que les recordó que en Sinaloa son más las personas buenas.
“Sí, muy buena gente, muy buena, muy amable, nos dieron comida, medicina, pañales, porque la gente lo ocupaba, con sus niños, ya no llevaban nada. El Oxxo estaba cerrado, el Oxxo estaba cerrado por lo mismo”.
– Línea Directa: ¿Cómo cuántas personas llegaron a El Caimanero junto con usted?
“Con nosotros llegaron todos los que íbamos en el camión, como unos 50, del puro camión en el que íbamos, más todos los que habían ahí, más todos los traileros y 2 Tufesa que había llenos, sí, sí, como 300, fácil”, dijo Ari Melendres.
El joven señala que la comisaria de la comunidad abrió escuelas y hasta el salón de asambleas para que pudieran pasar la noche.
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Se conmovió de ver cómo los propios habitantes se organizaron entre ellos para alimentar a más de 300 personas, atender bebés, niños y personas adultas, a todos por igual.
Y, aunque en su momento se sintió confundido, asegura que siempre les estará muy agradecido a todas esas personas que, sin conocerlos, les abrieron la puerta y les brindaron refugio.