Guasave, Sinaloa.- Cuando Rosa Alejandra se encontraba en el Registro Civil lista para inscribir el nombre de su hijo recién nacido, experimentó una inspiración repentina, casi como un “rayito en la cabeza”, según describe. Aunque inicialmente había decidido llamarlo Leobardo, un nombre que honraría a su esposo, sintió el impulso de agregar un toque único y significativo. Así nació el nombre Cristo Leobardo, una combinación inesperada y llena de significado que con el tiempo ha demostrado ser mucho más que una elección fortuita.
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Cristo llegó al mundo con un diagnóstico de síndrome de Down, una noticia que no se previó durante el embarazo, sino después de su nacimiento.
“Cuando me dijeron lo primero que pensé fue que fuimos bendecidos como familia. En lugar de deprimirnos, decidimos estar al 100 para él. Al principio no lo elegí con un significado concreto, pero hoy sé que ese nombre le queda perfecto. Él es pura alegría, puro amor. Es nuestro Cristo, sinónimo de nuestro Rey. Cada día pienso que Dios me lo tenía destinado”, comentó Rosa Alejandra, con una mezcla de orgullo y amor en su voz, por su único hijo de 11 años.
El camino no ha sido fácil, pero Rosa, con el apoyo incondicional de su esposo, su madre y su círculo cercano, se enfocó en brindarle a Cristo las mejores oportunidades.
“Lo primero que hice fue ponerme fuerte y empezar con los especialistas para asegurarnos que no tuviera ninguna malformación congénita”, explicó. Afortunadamente, Cristo no presentó complicaciones mayores, más allá del diagnóstico de síndrome de Down.
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Cristo no solo es un niño saludable, sino también muy inteligente y amoroso. Su personalidad vibrante y su capacidad para aprender destacan en cada ámbito de su vida.
“Es bailador, habla muy bien y ahora se está incluyendo en deportes como lanzamiento de bala y disco”, dijo Rosa con entusiasmo, mientras él confirmó lo dicho por su madre con sus travesuras y su inquietud.
Cristo es fanático del beisbol y el futbol, dos pasiones que lo mantienen activo y feliz, precisamente este martes en que se marchó para conmemorar el Día de la Discapacidad, él iba ataviado de una casaca de los Algodoneros, equipo guasavenses que asegura es el mejor de la LMP.
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Rosa Alejandra, quien trabaja como enfermera en el IMSS, compartió a Línea Directa que su experiencia como madre de Cristo ha transformado su vida.
“Cada día pienso que Dios me lo tenía destinado”, aseguró. Después de enfrentar dificultades para embarazarse y optar por un proceso de inseminación, Rosa considera a Cristo como un regalo divino.
“Uno siempre espera que llegue un hijo regular, pero nadie somos normales. Para mí, lo importante fue estar fuerte y darle a mi hijo todo lo que necesitaba para salir adelante”, concluye.
La historia de Cristo Leobardo es un recordatorio de que el amor y la resiliencia pueden convertir cualquier desafío en una oportunidad para crecer y celebrar la vida. En cada sonrisa, en cada logro y en cada paso que da, Cristo personifica el significado de su nombre: un sinónimo de amor, alegría y bendición.