Mazatlán, Sin.- Momentos de gran angustia abrazados de una balsa vivieron los seis tripulantes de la embarcación “Alí IV” luego de que esta se incendiara y se fuera a pique con todas sus pertenencias y la producción de treinta y cinco días de pesca, aunque preservando lo más importante, la vida.
Gerardo Hernández Ureta, capitán de la embarcación siniestrada, narró cómo minutos después de las 2:00 de la mañana de este 5 de enero, notaron una densa nube de humo y fuego que se fue expandiendo por el barco, con pensamientos de que morirían en el lugar, pero con el instinto de arrojarse al mar sobre la balsa de auxilio.
“Cuando nos dimos cuenta ya estaba el barco en llamas, a las 2:00 de la mañana fue el accidente, cuando se nos prendió el barco y no pudimos auxiliar este barco, dos horas en una balsa anduvimos naufragando, nos subimos a la balsa y ahí anduvimos hasta cuando llegó el barco a darnos auxilio, le hablé por radio y este barco nos dio auxilio”.
¿Alcanzaron a salvar pertenencias?
“No, nada, nada, nada”.
¿Sólo la vida?
“Nomás, lo que traemos puesto nomás, ahí andamos sin huaraches, sin nada, todos”.
Fue así como, descalzos y sólo con la ropa que traían encima, permanecieron más de dos horas en espera de que alguien les brindara el auxilio, ya que minutos antes de saltar hacia el mar, emitieron una señal de alerta, que afortunadamente fue escuchada por los tripulantes de la embarcación Gabriela Abigail, que estaba a poco más de cuatro millas náuticas.
El barco se prendió de una y no tuvieron tiempo de accionar, expresó el ‘patrón’ del barco, que con pena vio perderse el trabajo de más de un mes, tiempo en el que ni siquiera pudieron pasar las fiestas decembrinas con su familia.
“Ya casi, nos faltaba poquito para regresar cuando nos pasó esto”.
¿O sea que no pasaron las fiestas con su familia?
“No, nada, Navidad ni Año Nuevo todo afuera pasamos, todo se fue para abajo, pues de unas ocho toneladas estamos hablando que traíamos ya”.
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Y fue a través del tripulante en guardia del barco Gabriela Abigail, que notificó al capitán Julio César Villareal, sobre la llamada de alerta, aunque dos horas después, como llegaron hasta el lugar entre las costas de Teacapán y Novilleros, en Escuinapa, donde apreciaron todavía cómo el barco era consumido primero por el fuego y después por el mar, yéndose a pique.
“Di que gracias a Dios estábamos a cuatro millas de distancia donde se encontraban ellos, no estábamos tan lejos, eso fue una suerte porque ahorita en estos momentos no supieran si existieran los amigos, ni tampoco el barco, nos tocó que íbamos a trabajar la última noche ahí y ya fueron las horas cuando ya veníamos para acá, ahí fue la suerte que les tocó a ellos, bendito sea Dios están a salvo, no pasó nada más que la embarcación se perdió”.
Mencionó que anteriormente le había tocado remolcar embarcaciones menores o pequeños yates, más no salvar la vida de compañeros, situación que toma como milagrosa ya que por coincidencia estaban en el lugar en su última noche de trabajo antes de emprender el viaje a puerto de Mazatlán para el descargue de la producción.
(EM)
