Culiacán, Sin.- “Los ángeles terrenales sí existen”, afirma la señora Elena Carrasco, al describir los momentos de angustia que vivieron ella y su familia durante la noche del viernes, cuando la casa del señor Guillermo Altamirano, su vecino de toda la vida, se estaba quemando.
“Siempre estoy sola y anoche de pura suerte estaba una nietecita y mi hijo”, contó a Línea Directa la mujer de 67 años
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Elena, se dijo preocupada por don Memo y su hijo, también de nombre Guillermo, quienes tuvieron que ser trasladados a un hospital a recibir atención médica luego de haber vivido una pesadilla.
“Yo creí que se andaba peleando alguien, de pronto miré a mi nieta y mi hijo que salieron corriendo y no me dijeron nada. Luego se regresa mi nieta y me dice: mamá, se está quemando la casa de don Memo. ¡No te arrimes!, le dije, por el gas que está enfrente, pero no, mi hija y mi hijo desesperados hacían todo por salvarlos. Los conocemos desde hace 40 años y ellos desde niños se criaron”, comentó.
Fue cerca de las 11:00 de la noche cuando los milagros comenzaron a ocurrir, según refiere la señora Elena, quien apenas puede caminar y por eso no se explica de dónde sacó la agilidad para correr al bulevar Benjamín Hill y pedir ayuda.
“Caminé porque Dios quiso que yo corriera hasta aquel lado. Me dice mi nieta: Mamá cómo te viniste hasta acá, ¿cómo si yo no puedo caminar?”, dijo
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Mientras tanto, en la vivienda en llamas, Pedro Rodríguez, hijo de Elena, intentaba derribar la protección de una ventana y sacar por ahí a don Memo y su hijo. Desde el interior, ellos le advirtieron del peligro por un tanque de gas que estaba a punto de ser alcanzado por el fuego.
“¡Vete!, ¡déjanos aquí!, ¡Va a explotar! ¡Quítate de la ventana!, ¡Vete, no podemos salir!”, le gritaban, pero Pedro mantuvo la esperanza y siguió intentando con todas sus fuerzas; jalaba la protección, la golpeaba, se mantuvo ahí, entre el humo, sin camisa y sacando fuerzas de donde le fuera posible.
La nieta de Elena, Leslie Joselyn, de 22 años, mantuvo la calma y marcó al 9-1-1, ella fue quien dio santo y seña de lo que estaba ocurriendo, para que las autoridades pudieran movilizarse.
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En el bulevar, al principio no pasaba ni un vehículo y eso provocó que la señora Elena viviera uno de los momentos más angustiantes de su vida. Después de rezar, de mirar al cielo y apretar las manos, los automovilistas comenzaron a bajar y brindar la ayuda necesaria.
“Son ángeles buenos, muchos señores se pararon y le ayudaron a mi hijo, parecían hormiguitas, jóvenes, señores, entre todos, cuando menos pensamos había bastante gente ayudando para sacarlos; mire fue algo hermoso que nunca había visto, toda la gente ayudando, yo me asusté mucho con lo que le hubiera podido pasar a mi vecino, nosotros lo queremos como familia”, contó.
Por fortuna tanto el señor Memo como su hijo están vivos y se recuperan, por desgracia perdieron todas sus pertenencias y sus documentos fueron consumidos por el fuego.
Su hogar huele a humo, en el interior pueden apreciarse los muebles quemados, las estructuras achicharradas y el bastón de don memo renegrido colgado de un desayunador que no podrá usar en un tiempo. La casa también huele a tristeza.