Octubre es un mes que me encanta. Soy fanático de las películas de terror. Soy aficionado de los sustos en el cine; sin embargo, ninguna película de terror me había llenado de tanto miedo como l sucede en estos días en mi estado. Vivir en Sinaloa, específicamente en Culiacán, es vivir con miedo las 24 horas al día. Objetivamente, las probabilidades que te ocurra una desgracia a ti o a tu familia son bajas. En una ciudad de casi un millón de habitantes, la estadística juega a tu favor; sin embargo, el miedo es irracional y no sabe de probabilidades. El miedo es un monstruo con el que convivimos sin reparo. Lo alimentamos y hacemos crecer para nuestro disfrute. Deimos y Fobos son buenos compañeros de nuestro camino, siempre y cuando se mantengan en la colectividad. En el momento que el miedo se hace individual comienza la pesadilla.
Conducir por Culiacán implica tener el cuerpo apretado en todo momento y, dependiendo la hora del día, el nivel de tensión aumenta en el volante. Últimamente desarrollé una fobia a las motocicletas. Los famosos punteros utilizan este medio de transporte para trasladarse por toda la ciudad y organizar sus actividades. Cada vez que tengo a una motocicleta cerca de mi automóvil trato de darles el paso o estacionarme para que pasen. El temor a los automóviles con cristales polarizados y grandes camionetas aumentó de manera considerable.
Tenemos miedo a salir de casa y toparte con un retén del crimen organizado o uno de fuerzas federales. En lugar de brindarte una sensación de seguridad, observar el paso de los transportes militares cerca de uno dispara las emociones de ansiedad (no sabes en qué momento puedo desatarse una balacera). Hay miedo de circular en tu automóvil y ser despojado de él en cualquier momento. Tenemos miedo de chocar en algún accidente de tránsito porque la corporación encargada de brindar las atenciones legales en los accidentes está acuartelada y puedes pasar horas en el lugar del accidente esperando que se aparezca una autoridad a levantar el parte. Tratar de tomar las carreteras de Sinaloa nos llenan de nervios. Podemos quedar atrapados por horas en las carreteras por bloqueos o enfrentamientos entre grupos armados.
Existe el temor constante de caer en trampas propias de un videojuego tipo Mario Kart encarnadas en los famosos ponchallantas (Varillas soldadas con puntas en los extremos) arrojados por desconocidos en cualquier parte de la ciudad a cualquier hora. Desde luego que hay pavor de ser víctima de un secuestro (levantones le llaman eufemísticamente) para pedir un rescate, porque te confundieron o simplemente porque pueden. Hay temor de caer en extorsiones telefónicas de los malandrines que aprovechan la incertidumbre de la ciudadanía. Miedo a quedar atrapados en medio de una balacera.
La vida nocturna está muerta. Hay miedo a salir después de las 7 de la noche a cenar. Cuando cae el sol, asistir a conciertos, espectáculos, antros, deportes se convierte en una experiencia muy parecida a las películas postapocalípticas. Particularmente, el trayecto de la salida de mi trabajo a la casa a las 7:30 de la noche es un suplicio. Antes de la crisis de violencia, el tiempo del trayecto me tomaba hasta media hora; hoy, 7 minutos, pero esos 7 minutos son un suplicio. No hay una sola patrulla en el camino, la ciudad está mal iluminada (se están robando el cableado del alumbrado público) y todos los autos que circulan a esa hora se vuelven sospechosos. Desbloquemos un nuevo miedo nocturno: que lleguen a tu colonia y se metan a tu casa a buscar a alguno de tus vecinos que pudiera estar en las famosas listas de los delincuentes (el ejército dice que existen esas listas) o el miedo a que llenen de balazos alguna de las casas cercanas a tu domicilio.
Las empresas, grandes y pequeñas, sufren de la psicosis de ver sus negocios arrasados por el crimen. Los policías de Culiacán están sin salir a las calles. Los amantes de lo ajeno adelantaron sus navidades. Hay una ola de robos de mercancía con cristalazos en las tiendas, asaltos a mano armada, intentaron robar un cajero automático utilizando una retroexcavadora (nadie vio nada)
En resumen, en Sinaloa los miedos acumulados son los siguientes: A las motos, los retenes, levantones, robos, asaltos, ponchallantas, carreteras, extorsiones, salir a la calle de noche, balaceras, a los helicópteros, que se metan a tu casa en la noche, al ejército, a los delincuentes, etc.
Desconozco como viven los ciudadanos de países en guerra, pero tengo la sensación que compartimos muchos de los sentimientos que hoy nos embargan. La tragedia que nos espera es que nos vamos acostumbrar a vivir con miedo antes que resolver el problema de fondo. Seremos miedosos profesionales y volveremos a normalizar lo que nunca debe de ser normalizado.
¿Usted qué opina, amable lector? ¿Cuál miedo fue desbloqueado que no sabía que tenía?