Se fueron casi juntos y de la mano. Ambos sufrieron largas agonías conectados a tripas artificiales y sangre prestada. Vicente Fernández y Carmen Salinas murieron. A pesar de sus diferencias histriónicas, los dos artistas representaron la profundidad de la identidad del pueblo mexicano.
Vicente Fernández representó a la provincia, al rancho, al México rupestre. Chente heredó de Pedro Infante la corona de campeón del pueblo. La música del charro de Huentitan no era perfecta, ni cerca de serlo, pero estremecía al más pecho frío en cualquier reunión con etil fluyendo. Vicente se entregó al pueblo sin hipocresías. Recuerdo en mi niñez un viaje a Guadalajara para visitar su rancho. No nos pidieron nada para entrar. Ni siquiera una identificación. Anunciamos en la puerta que éramos turistas de Sinaloa y fue todo. Dentro del rancho, junto a otros visitantes, pudimos pasear por los jardines y ver a enromes caballos pastando por el lugar. En verdad se respiraba el aroma del “rancho del pueblo”. Después supe que la entrada la prohibieron cuando secuestraron a uno de sus hijos. La maldita inseguridad separó al ídolo del pueblo
A diferencia de los artistas modernos y muchos de su época, Vicente Fernández, entregaba todo en el escenario. La famosa frase de “Mientras el público aplauda, Chente canta” se convirtió en parte de las frases del colectivo nacional. Era muy malo para actuar, pero sus películas son deliciosas. Vicente Fernández es el icono perfecto de sus tiempos. Hoy sería imposible que un artista mexicano tuviera éxito con esas características. La corrección social lo impediría.
Carmen Salinas, es todo lo contrario, pero igual al mismo tiempo. Ella es producto de la cultura urbana de la segunda mitad del Siglo XX en México. Carmen representa a la barriada marginada del pavimento. El México oscuro semi iluminado por el neón de los arrabales. Carmen no cantaba y actuaba mejor que Vicente, pero su genialidad sobresalía en dar voz a los que no la tenían y que el sistema político mexicano quería esconder: las prostitutas, los drogadictos, los raterillos de esquina y los hijos de la calle.
Mientras Vicente era el héroe del pueblo que enamora a la guapa de la película y hace valer su ley, Carmen se quedaba en la derrota y la sumisión que era escondida por la picardía propia de la barrida. Vicente nunca quiso nada con la política. No era lo suyo. Varios políticos lo quisieron utilizar; no lo consiguieron. La carrera de Don Chente era construida sobre las tragedias del pueblo. Tragedias personales. Tragedias de amor, traición, arrebatos y todas las tragedias eran personales, A lo más existía el rico explotador del pobre; sin embargo, no era por culpa del sistema era por una miseria personal y nada más. La política nunca ensució su trabajo. La música era el arma poderosa que resolvía los problemas del pueblo.
Carmen, a diferencia de Vicente, empujaba al público a la política. Politizaba a través de su obra. Todo giraba por, para y desde el gobierno / sistema. El personaje de Chente siempre triunfaba; los de Carmen eran derrotados. Los dos tenían razón. Los dos eran el México del Siglo XX.
Al final de sus carreras, Carmen y Vicente, fueron perdiendo el aura de campeones del pueblo. Vicente Fernández fue presa de las redes sociales acusándolo de machista, homofóbico y acosador. Vicente no cambió. Fue el mundo quien cambió. Los atributos que lo hicieron el ídolo del pasado se volvieron cargas de defectos en el presente. La sociedad amaba sus canciones, pero comenzaba a ver con malos ojos al cantante. Por otro lado, Carmen Salinas, se dejó seducir por el poder. Tras décadas de crítica al sistema terminó por entregarse al poder. Fue diputada del PRI defendiendo a uno de los sexenios más corruptos de la historia de México. Carmen Salinas se convirtió en una palera del PRI. Solo ella sabe porque se entregó al poder: dinero no le hacía falta.
Con la partida de estos dos artistas se cierra uno más de los capítulos del Siglo XX mexicano. El rancho y la ciudad se identificaban plenamente en ellos. El pueblo dice adiós a un ídolo del olimpo y adiós a una mujer que fue la conciencia que nuestro intentó barrer debajo de la alfombra. Hago votos para que esa pareja sea recordada y juzgada en sus contextos históricos sin caer en el error de la pos verdad canceladora. Buen viaje ídolos. México es grande porque ustedes pasaron por aquí.
¿O usted que opina amable lector? ¿Vicente y Carmen son leyendas o simples mortales?