Muy lamentable lo que sucedió la mañana -y parte del día- de este jueves 5 de enero en Culiacán y otras ciudades del estado. El terror se apoderó nuevamente de todos nosotros, con el desarrollo de una movilización policiaca, dentro de un operativo donde el ciudadano común tuvo que replegarse en sus casas para convertirse en testigo silencioso de acontecimientos que nos estamos acostumbrando a presenciar.
Las balas se convirtieron en fuegos artificiales con ligeras pausas por todos los rincones, mientras que unidades motrices despojadas de sus genuinos dueños, terminaron consumidas por las llamas, al utilizarse como bloqueos que buscaban evitar un objetivo. Fue un día de auténtica pesadilla.
Hoy, hasta el viento tuvo miedo, porque los árboles se mantuvieron en calma, como la ciudadanía misma. Las calles estaban desoladas, como si de la noche a la mañana todo mundo se hubiera puesto de acuerdo hasta para contener la respiración, mucho menos dar un paso fuera de sus hogares.
Las ciudades se convirtieron en una especie de pueblos fantasmas, como si alguna peste los hubiese contagiado y aniquilado. Sólo el rugir de metrallas y otras armas poderosas se escuchaban por los cuatro puntos cardinales, mientras las redes sociales nos mostraban escenas que sólo en películas de ficción y aquel “Culiacanazo” del 17 de octubre de 2019 nos había tocado ver.
Se había roto la paz, la tranquilidad y el hábito de vida de quienes habitamos este bendito estado. La sangre no llegó al río, es cierto, pero fueron horas de mucha angustia y también de necesidades, como la de adquirir víveres y que aprovecharon los amantes de lo ajeno para perpetrar atrocidades, aprovechando la situación y la confusión.
Pero la vida y la seguridad es primero. Por tal razón, los eventos deportivos quedaron a segundo término.
En Mazatlán, el cuarto juego de la serie de playoffs entre los Venados y Naranjeros de Hermosillo, tuvo que ser aplazado, con justa razón y argumentos. También en el puerto estaba el escenario listo para que el equipo de casa recibiera a los esmeraldas del León, en el arranque de la temporada (Clausura 2023) de la Liga MX, un partido que posteriormente tendrá nueva fecha, con la misma sede.
Culiacán, que no participa en las fiestas de enero de la Mexicana del Pacífico, también se preparaba para un espectáculo futbolístico. Los Dorados recibirían al Correcaminos de Tamaulipas en la apertura del Torneo de la Liga de Ascenso, postergado por las mismas razones.
Pero los acontecimientos no sólo paralizaron la vida cotidiana y sus eventos deportivos. Las empresas -la mayoría- fueron generosas y comprensibles de la situación, protegiendo a sus empleados, pidiéndoles quedarse en casa.
Esta vez no fue el COVID ni su sexta ola lo que provocó sacar y publicar nuevamente aquella frase “quédate en casa”. Fueron las malditas balas y la barbarie que se cometieron, las mismas que esperamos no se vuelvan a repetir y que nos permitan no sólo volver a la normalidad, sino también ver que ruede la pelota y que escuchemos el sonido de los batazos.