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Transformando el dolor: cómo apoyar a alguien que se autolesiona

Hace tiempo, una madre joven, de apenas 35 años, llegó a consulta con una preocupación. “No sé qué está pasando con Ana”, me dijo con angustia....

Adolescente solitario y desesperado listo para llorar sentado en casa abrazando las rodillas, pensando en la vida, los problemas, los malentendidos con amigos, padres. Adolescente en crisis juvenil con pérdida de interés por la vida
Las autolesiones no definen a una persona, son una señal de que algo más profundo necesita atención y apoyo. | Foto: Ilustrativa.

Hace tiempo, una madre joven, de apenas 35 años, llegó a consulta con una preocupación. “No sé qué está pasando con Ana”, me dijo con angustia. “Últimamente está distante, se enoja por todo y, aunque hace mucho calor, siempre lleva suéteres de manga larga. Hoy la abracé por sorpresa y sentí algo áspero en sus brazos. Cuando le pregunté, solo dijo que no era nada y se encerró en su cuarto.”

Poco después, Ana aceptó venir a consulta. Era una chica simpática e introvertida, pero cargaba con una tristeza que parecía pesarle. Tras varias sesiones y luego de construir un vínculo de confianza, Ana reveló algo que su madre jamás habría imaginado: llevaba meses cortándose. No lo hacía porque quisiera morir, sino porque, como ella misma expresó, “era la única manera de apagar lo que sentía por dentro.”

Ana no sabía cómo lidiar con el estrés de la escuela, las constantes discusiones en casa ni con el miedo persistente de no ser suficiente. Las marcas en sus brazos no eran un grito de atención, como muchos suelen pensar, sino un intento desesperado de encontrar alivio en medio del caos emocional que sentía.

Historias como la de Ana no son raras. Es posible que conozcas a alguien que esté pasando por algo similar, aunque lo oculte tras sonrisas ensayadas o mangas largas. Tal vez sea tu hijo, tu hermana, tu mejor amigo o incluso tú mismo. Las autolesiones no suicidas (ANS) son mucho más comunes de lo que parecen. Aunque suelen esconderse, siempre dejan rastros: pequeñas señales, un lenguaje silencioso que pide ayuda.

Este artículo no solo busca explicar qué son las ANS. Es una invitación a mirar más allá de lo que se ve a simple vista, a reconocer el dolor invisible y a aprender cómo podemos apoyar a quienes lo viven. Porque, aunque las heridas físicas pueden sanar, el verdadero alivio proviene de descubrir formas más saludables de lidiar con las emociones. Todo empieza con la comprensión, la empatía y, sobre todo, con el acompañamiento.

Autolesiones no suicidas: qué son y por qué ocurren

Cuando las emociones se sienten como una tormenta, muchas personas buscan un refugio, aunque no siempre sea el más saludable. Las autolesiones no suicidas (ANS) son, para algunos, ese intento de encontrar alivio en medio del caos emocional. Estas conductas implican hacerse daño físico de manera intencional, como cortarse, quemarse o golpearse, pero no con la intención de terminar con la vida. En cambio, son un esfuerzo por mitigar un dolor interno que parece insoportable.

Imagina a alguien que, después de una discusión intensa con su pareja, siente una mezcla sofocante de enojo, tristeza y frustración. En su desesperación, toma algo afilado y se corta la piel, no porque quiera morir, sino porque en ese momento siente que es la única forma de “liberar” esa carga emocional. Es un alivio temporal, como un puente improvisado para cruzar un río caudaloso. Pero ese puente es inestable, y la tormenta siempre regresa.

Es fácil pensar que alguien que se autolesiona quiere acabar con su vida, pero las ANS y el suicidio son caminos completamente distintos, aunque a veces puedan parecerse. Las personas que recurren a las autolesiones no buscan morir; quieren seguir adelante, pero no saben cómo manejar lo que sienten. Por otro lado, el suicidio implica una intención de terminar con todo. Entender esta diferencia no solo es crucial para evitar malentendidos, sino también para ofrecer el apoyo adecuado.

Las ANS no se manifiestan de la misma manera en todas las personas. Según su naturaleza y frecuencia, estas conductas se pueden clasificar en varias categorías, lo que ayuda a comprender por qué ocurren y cómo abordarlas:

Impulsiva: La más común. Sucede en momentos de estrés intenso o emociones abrumadoras. Es una respuesta rápida y emocional al dolor, como cortarse después de una discusión.

Estereotípica: Más frecuente en personas con trastornos del desarrollo, como el autismo. Aquí, las autolesiones (como golpearse la cabeza repetidamente) son repetitivas y carecen de un contexto emocional claro.

Compulsiva: Incluye comportamientos rituales, como arrancarse el cabello o morderse las uñas, que se repiten varias veces al día. Aunque parecen inofensivos, reflejan una lucha constante con la ansiedad y el control.

Mayor: La menos común, pero también la más extrema. Implica daños graves, como automutilaciones severas, y suele estar relacionada con episodios psicóticos.

Cada una de estas categorías nos recuerda algo fundamental: las ANS no son caprichos ni intentos de manipulación. Son gritos silenciosos de ayuda, una búsqueda desesperada de equilibrio emocional. Si alguna vez te encuentras con alguien que está cruzando este puente, no juzgues. Empieza por comprender, porque solo desde ahí podremos construir un camino más seguro.

Entendiendo el dolor: las verdaderas razones de las autolesiones

Las autolesiones no suicidas (ANS) no surgen de la nada. Son respuestas a un dolor interno que, de otra manera, parece imposible de manejar. Para quienes las viven, pueden sentirse como una válvula de escape, un intento desesperado de recuperar algo de control cuando todo lo demás parece fuera de su alcance.

Muchas veces, las ANS están motivadas por el deseo de aliviar emociones intensas como ansiedad, tristeza o frustración. También pueden ser una forma de escapar de estados disociativos, esos momentos en los que la persona se siente desconectada de su cuerpo o de la realidad. En algunos casos, las autolesiones reflejan una necesidad de manejar la culpa, casi como un castigo autoimpuesto.

Mariana, una universitaria de 20 años, empezó a cortarse después de reprobar un examen importante. “No soy suficiente,” me dijo llorando. “Me siento culpable por decepcionar a mis papás. Hacerme daño es mi manera de pagar por eso.” Para ella, las autolesiones no tenían que ver con el dolor físico, sino con el alivio momentáneo que sentía al exteriorizar una culpa que no podía procesar de otra manera.

A veces, las razones detrás de las ANS son más cotidianas de lo que imaginamos. Pedro, un adolescente de 16 años, comenzó a golpearse las manos contra la pared después de constantes discusiones en casa. “No sé cómo manejarlo,” confesó. “Es como si todo estuviera fuera de control, y esta es la única forma de sentir que puedo hacer algo al respecto.”

El aislamiento social, la presión académica y los conflictos familiares son escenarios comunes que pueden detonar estas conductas. Cuando las emociones no encuentran un canal adecuado para salir, las ANS se convierten en una respuesta equivocada pero, de cierta forma, comprensible.

Por otro lado, vivimos en una era donde las redes sociales amplifican todo, incluidas las emociones más difíciles. Aunque pueden ser espacios para buscar apoyo, también tienden a normalizar conductas dañinas. Videos, publicaciones y comunidades en línea que muestran autolesiones pueden actuar como disparadores para quienes ya son vulnerables.

El “contagio social” es una realidad, especialmente entre adolescentes. Un grupo de amigos puede llegar a ver las ANS como una forma aceptable de lidiar con el dolor. Ana, una chica de 14 años, empezó a cortarse después de que vio a una compañera de clase hacerlo. “No sabía que era algo que yo también podía intentar,” dijo. “Pero cuando la vi, pensé: tal vez esto me ayude a sentirme mejor.”

Detrás de cada corte, golpe o herida hay un intento desesperado de apagar el dolor, de sentir algo diferente o de recuperar el control. Las ANS no son un capricho ni una forma de llamar la atención. Son señales de que algo más profundo está ocurriendo, un grito silencioso que necesita ser escuchado.

Si sospechas que alguien cercano está enfrentando esto, empieza por construir un puente de comunicación. No intentes solucionar su problema de inmediato; a veces lo más importante es simplemente escuchar. Recuerda: no se trata de juzgar, sino de estar presente y acompañar. Es en esa sintonía donde comienza el verdadero apoyo.

Cómo identificar las señales de alerta en autolesiones

A veces, las señales están ahí, pero son tan sutiles que pasan desapercibidas. Las autolesiones no suicidas (ANS) suelen esconderse detrás de comportamientos que, a primera vista, parecen inofensivos. Sin embargo, si no sabemos qué buscar, podríamos ignorar esas llamadas silenciosas de ayuda.

Una de las señales más comunes es el uso constante de ropa que cubre el cuerpo, incluso cuando hace calor. ¿Por qué alguien usaría mangas largas en pleno verano? También pueden aparecer heridas frecuentes, cortes o quemaduras en zonas visibles como los brazos, las piernas o el abdomen. Y aunque muchas veces la persona trate de justificarlas, sus explicaciones suelen sonar poco convincentes: “Fue el gato,” “me caí,” o “no es nada, no te preocupes.”

Esto no es un Capricho

Es fácil pensar que las autolesiones son solo una forma de llamar la atención, pero no lo son. Las personas que se autolesionan no buscan protagonismo; están pidiendo ayuda de una manera que no saben expresar con palabras. Es su forma de decir: “Estoy luchando y no sé cómo manejarlo.”

Por eso, el llamado aquí no es a juzgar, sino a entender. Si reconoces estas señales en alguien cercano, detente, escucha y muestra empatía. A veces, lo único que necesitan es que alguien les diga: “Estoy aquí, y no tienes que pasar por esto solo.” La empatía es el primer paso para romper el silencio y construir una comunidad donde nadie tenga que esconder sus heridas.

Autolesiones: su impacto en la vida y las relaciones

Cuando hablas con alguien que vive con autolesiones no suicidas (ANS), te das cuenta de que las cicatrices no solo están en su piel; muchas de ellas están en su vida cotidiana. Sofía, de 17 años, siempre fue una chica alegre, pero algo cambió al empezar la preparatoria. Las críticas de sus compañeros sobre su peso y las constantes comparaciones la hicieron sentir insuficiente. Un día, después de una mala experiencia en clase, decidió cortarse. “Me sentí avergonzada al instante,” confesó, “pero no sabía cómo parar.” Ahora, Sofía evita las reuniones familiares y nunca usa camisetas sin mangas. Su miedo a ser juzgada ha levantado un muro entre ella y las personas que más la quieren.

Las ANS no solo afectan a quienes las viven, sino también a su entorno. Para la familia de Sofía, verla retraída y distante ha sido devastador. Su madre, que antes era su confidente, ahora no sabe cómo acercarse. Este tipo de comportamiento crea una desconexión que puede dejar a todos sintiéndose solos, incluso cuando están juntos.

Pablo, un joven universitario, enfrentaba un aislamiento similar. No quería que sus amigos supieran que se golpeaba la cabeza cada vez que estaba frustrado. “¿Qué pensarían de mí?” se preguntaba constantemente. Su círculo social empezó a notarlo más distante y sus relaciones se deterioraron. Las ANS no solo generan vergüenza interna, sino que también dificultan las conexiones auténticas con los demás. Es un ciclo: cuanto más se intenta ocultar, más solo se siente quien las vive.

Aunque las ANS pueden parecer un túnel sin salida, hay formas de recuperar el control. El primer paso es reconocer que pedir ayuda no es un signo de debilidad, sino de valentía. Sofía, por ejemplo, encontró apoyo en un grupo de terapia donde aprendió a expresar sus emociones sin recurrir a las autolesiones. Su madre también participó, y juntas comenzaron a reconstruir su relación.

La resiliencia no significa que el dolor desaparezca de inmediato, pero sí que es posible construir puentes hacia una vida más saludable. Se trata de celebrar pequeñas victorias: encontrar una persona de confianza, buscar ayuda profesional o descubrir una nueva forma de manejar el estrés, como el arte, la escritura o el ejercicio.

Cómo actuar si tú o un ser querido se autolesiona

El primer paso para ayudar a alguien que se autolesiona es crear un espacio donde se sienta seguro para hablar. Si eres amigo o familiar de alguien en esta situación, lo más importante no es ofrecer soluciones rápidas, sino escuchar sin juzgar. Una frase como “Estoy aquí para ti, sin importar lo que pase” puede ser mucho más poderosa de lo que imaginas.

Evita minimizar su experiencia con comentarios como “Eso no es tan grave” o “Solo necesitas ser más fuerte.” En lugar de eso, muestra empatía con palabras que reflejen comprensión: “Debe ser difícil lo que estás sintiendo. Cuéntame más.” No tienes que tener todas las respuestas, simplemente estar presente y dispuesto a caminar junto a ellos mientras las encuentran. A veces, tu apoyo es el puente que necesitan para empezar a sanar.

Si eres tú quien se autolesiona, quiero que sepas algo importante: no tienes que enfrentarlo solo. Buscar ayuda profesional puede parecer un paso grande, pero es también uno de los más valientes que puedes dar. Hablar con un psicólogo o terapeuta especializado en salud mental te proporcionará herramientas para comprender tus emociones y descubrir alternativas más saludables para manejarlas.

También puedes explorar actividades que te conecten contigo mismo de forma positiva. Algunas personas encuentran en la escritura, el dibujo o la meditación una forma de liberar emociones sin hacerse daño. Otras descubren en el ejercicio una manera de canalizar su estrés y transformarlo en energía.

Construyendo una Comunidad de Apoyo
Enfrentar las autolesiones no es un camino fácil, pero nadie debería recorrerlo solo. Si tienes a alguien cercano que está pasando por esto, o si eres tú quien lo vive, recuerda que siempre hay opciones. Existen personas dispuestas a escucharte, profesionales que entienden lo que estás enfrentando y herramientas que pueden ayudarte a manejar el dolor de manera diferente.

El primer paso, aunque parezca pequeño, puede marcar el inicio de un cambio significativo. Recuerda: cada puente hacia una vida más saludable se construye un ladrillo a la vez. No importa cuán lejos te sientas ahora, siempre hay una forma de avanzar hacia algo mejor.

Prevención de autolesiones: cómo crear espacios seguros

Imagina que desde pequeños nos enseñaran que sentir enojo, tristeza o miedo no es malo, que no debemos huir de nuestras emociones, sino aprender a manejarlas. La educación emocional es una herramienta poderosa que puede transformar la manera en que enfrentamos los retos de la vida. Ayudar a niños y adolescentes a identificar lo que sienten y expresar sus emociones de forma saludable es como darles un mapa para navegar por aguas turbulentas.

En casa, este aprendizaje comienza con pequeños gestos: preguntarles cómo se sienten, validar sus emociones y mostrarles que está bien tener días malos. Las escuelas también pueden ser un pilar fundamental. Talleres sobre manejo de emociones o programas de mindfulness pueden convertirse en espacios donde los jóvenes se sientan escuchados y aprendan a construir resiliencia emocional.

La prevención no es un trabajo que podamos hacer solos; requiere de toda la comunidad. Las familias son a menudo el primer refugio para alguien que está luchando, pero no pueden cargar con todo. Las escuelas, los amigos e incluso las redes sociales tienen el potencial de ser agentes de cambio.

Imagina que las redes sociales, en lugar de normalizar conductas dañinas, se convirtieran en plataformas de apoyo. Crear contenido positivo, compartir historias de superación y ofrecer recursos confiables puede ser el primer paso hacia un entorno más saludable. Se trata de cambiar la narrativa: pasar de la competencia a la comunidad, del juicio a la comprensión.

Prevenir las autolesiones no se trata solo de evitar el daño físico; se trata de construir un entorno donde las personas sepan que no están solas. Es enseñarnos a todos que las emociones no son enemigas, sino guías, y que pedir ayuda no es un signo de debilidad, sino de fortaleza.

Juntos, podemos convertirnos en esa comunidad que tiende la mano antes de que alguien se caiga. Porque, al final del día, todos necesitamos sentir que somos parte de algo más grande, algo que nos sostiene cuando parece que todo se derrumba.

Para terminar

Si hay algo que quiero que recuerdes después de leer este artículo, es esto: las autolesiones no definen quién eres. Son un reflejo del dolor que has enfrentado, no de tu valor como persona. Sanar es posible, incluso cuando el camino parece incierto o lleno de obstáculos. Cada pequeño paso cuenta, y pedir ayuda no es un signo de debilidad, sino de fortaleza.

Nadie merece cargar con este peso en silencio. Tal vez no lo parezca ahora, pero siempre existe otra forma de lidiar con lo que sientes, una que no implique lastimarte. La sanación empieza con un acto de valentía: reconocer que no tienes que hacerlo solo.

Si conoces a alguien que se está autolesionando, conviértete en ese puente que los conecte con la ayuda que necesitan. Una palabra amable, un oído atento o simplemente estar presente pueden marcar la diferencia. No necesitas ser un experto, solo demostrar que te importa. La empatía es el primer paso para construir una comunidad que cuida de todos sus miembros.

Y si eres tú quien está enfrentando esto, quiero que sepas que hay opciones, personas que te entienden y herramientas que pueden ayudarte a manejar esas emociones que hoy parecen demasiado grandes. No estás solo, y no tienes que enfrentarlo sin apoyo.

Gracias por dedicar tu tiempo a leer este artículo. Al hacerlo, ya estás contribuyendo a un mundo con más empatía y comprensión. Si este mensaje resonó contigo, compártelo con alguien más. Podrías estar ayudando a alguien a encontrar las palabras que no sabía que necesitaba.

Si tú o alguien cercano está pasando por esta situación, estoy aquí para apoyarte. Puedes contactarme a través de mi página web www.juanjosediaz.mx o enviarme un mensaje a mi WhatsApp. No tienes que enfrentarlo solo, y juntos podemos encontrar un camino hacia la sanación.

Recuerda, la conexión, la sintonía y el apoyo son más poderosos de lo que imaginamos. Cada uno de nosotros puede ser un puente hacia la esperanza.

Como siempre, te dejo un abrazo

Juan José Díaz

Juan José Díaz

Fuente: Internet

Fotografía de perfil de Juan José Díaz Iribe

Juan José Díaz Iribe

Columnista

Juan José Díaz Iribe

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