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Sin luz al final del túnel

Como país, México se enfrenta a un dilema energético que se ha vuelto cada vez más complejo con el paso de los años. Por un lado,...

Juan Ordorica
Juan Ordorica | Analista y columnista Línea Directa

Como país, México se enfrenta a un dilema energético que se ha vuelto cada vez más complejo con el paso de los años. Por un lado, tenemos un creciente consumo eléctrico, impulsado por una población en constante expansión y una economía que demanda más y más energía. Por el otro, nos topamos con las limitaciones y retos que enfrenta el gobierno mexicano a la hora de generar y distribuir electricidad de manera eficiente y sostenible.

El principal obstáculo al que se enfrenta el Estado mexicano es la falta de inversión y modernización en el sector eléctrico. Durante décadas, Comisión Federal de Electricidad (CFE), la empresa estatal encargada de la generación y distribución de electricidad, ha sufrido de subinversión crónica. Esto se ha traducido en una red eléctrica envejecida, con una capacidad de generación insuficiente para cubrir la demanda actual, especialmente en los momentos de mayor consumo.

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Sumado a ello, la política energética del actual gobierno, enfocada en fortalecer el monopolio de la CFE, ha limitado la participación de la iniciativa privada y las energías renovables. Esto ha dejado al sistema eléctrico nacional más vulnerable a disrupciones y fluctuaciones, como los apagones masivos que hemos visto en los últimos años.

Otro factor que complica la ecuación es la creciente necesidad de reducir las emisiones de gases de efecto invernadero y transitar hacia una matriz energética más limpia. Aquí, el gobierno mexicano se ha mostrado renuente a apostar por las energías renovables, prefiriendo mantener su dependencia de los combustibles fósiles, lo cual amenaza con dejar al país rezagado en la carrera global por la sustentabilidad.

En este contexto, es evidente que el gobierno mexicano enfrenta enormes desafíos para garantizar un suministro eléctrico confiable, asequible y amigable con el medio ambiente. Se requieren cuantiosas inversiones, una visión de largo plazo y una mayor apertura a la participación de actores privados y las energías limpias.

La falta de competencia ha limitado la innovación y eficiencia en el sistema eléctrico mexicano. Al no enfrentar presiones de mercado, la CFE no ha tenido incentivos suficientes para modernizar su infraestructura, diversificar su matriz energética o adoptar tecnologías más limpias y sustentables.

El mayor riesgo de este monopolio energético se encuentra en la vulnerabilidad que genera para el conjunto de la sociedad mexicana. Al concentrar todo el poder en una sola entidad gubernamental, el sistema queda sujeto a los vaivenes políticos, la corrupción y la mala gestión.

Sin una competencia sana que discipline a la CFE, los usuarios finales -tanto hogares como empresas- terminan pagando las consecuencias en forma de tarifas eléctricas más altas y un servicio de menor calidad.

En un país como México, donde la generación y distribución de energía eléctrica enfrentan importantes desafíos, el horario de verano era una herramienta necesaria para la prevención de apagones y ahorro de energía, pero la politiquería se impuso. La mayoría festejó la cancelación del odiado horario, pero nadie nos advirtió de las consecuencias.

La red eléctrica envejecida de la CFE simplemente no está preparada para soportar los picos de consumo durante los meses más calurosos.

Aquí es donde entraba en juego el horario de verano, una medida que, si bien no resuelve de fondo los problemas estructurales del sector energético, sí puede contribuir a mitigar los riesgos de apagones; sin embargo, eso quedó descartado por ideología.

Al adelantar por una hora el reloj durante el verano, el horario de verano logra desplazar el pico de demanda eléctrica a un momento del día en que la carga sobre el sistema es menor. Esto permite que la CFE pueda manejar de mejor manera la energía disponible, evitando sobrecargas que puedan provocar fallas en el suministro.

Frente a este panorama, es evidente que el monopolio energético representa un riesgo demasiado alto para el desarrollo y la seguridad del país. Se requiere con urgencia una mayor participación de la iniciativa privada y las energías renovables, que aporten mayor eficiencia, innovación y competitividad al sector.

¿O usted qué opina, amable lector? ¿Hay luz al final del túnel?

 

 

Fuente: Internet

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