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¿Será posible una tregua?

La violencia que sacude a Sinaloa no es nueva, pero en los últimos meses ha alcanzado niveles alarmantes. Más de 500 muertos y 500 desaparecidos son...

Víctor Torres.
Víctor Torres. | Línea Directa

La violencia que sacude a Sinaloa no es nueva, pero en los últimos meses ha alcanzado niveles alarmantes. Más de 500 muertos y 500 desaparecidos son el saldo de una guerra interna que no da señales de ceder.

Dos facciones del mismo cártel, enfrascadas en una lucha por territorios, rutas y poder, han convertido a la población en rehen de un conflicto sin horizonte claro. Pero más allá del sufrimiento que infligen, esta guerra está debilitando a ambos grupos de manera irreversible.

¿Cuántas vidas más debe costar esta pugna? ¿Será posible que los líderes de ambos bandos entiendan que una tregua no solo es una opción, sino una necesidad urgente? 

La historia ha demostrado que las guerras internas rara vez terminan con vencedores claros. Por el contrario, dejan tras de sí estructuras fragmentadas, pérdida de recursos y la erosión del control territorial que controlan. En el camino, solo queda el desgaste y la vulnerabilidad ante enemigos externos y la presión de las autoridades.

Un punto de equilibrio

Los conflictos entre grupos criminales han encontrado su fin, en otros momentos y lugares, cuando los intereses de las partes en disputa alcanzan un punto de equilibrio. Aquí no será diferente. La guerra constante solo conduce a más sangre y debilidad, no a un control duradero. Si los líderes no dan un paso hacia una tregua, los costos serán irreparables.

¿Qué alternativas existen para terminar con esta guerra?

Inteligencia y estrategia de seguridad integral. La solución no se limita a operativos militares. Es necesaria una estrategia más profunda: desarticulación financiera, inteligencia efectiva y una coordinación total entre los distintos niveles de gobierno. Pero además, debe garantizarse que la población civil no siga pagando el precio de una guerra que no le pertenece.

Diálogo y mediación. Aunque polémico, el diálogo entre facciones puede ser una vía realista para detener el daño inmediato. Existen precedentes en otros países donde la mediación ha reducido significativamente los enfrentamientos entre grupos. No se trata de ceder, sino de buscar un alto al fuego que permita reorganizar un escenario menos violento.

La advertencia ignorada

El pasado 16 de septiembre, el general Francisco Jesús Leana Ojeda, excomandante de la Tercera Región Militar, fue duramente criticado cuando afirmó que la seguridad en Sinaloa dependía de que los grupos antagónicos cesaran sus enfrentamientos. Aunque fue relevado de su cargo, la realidad actual confirma sus palabras. Esta guerra, que ya ha cobrado demasiadas vidas, solo terminará cuando los líderes decidan detenerla. La lucha por el poder está sembrando la semilla de su propia destrucción.

Un llamado a la tregua

Es momento de reconocer que la guerra no beneficia a nadie: ni a los grupos que ven fracturarse sus fuerzas y mucho menos a las  comunidades que sufren la violencia. El derramamiento de sangre constante no construye poder, lo desgasta.

La tregua no debe verse como debilidad, sino como un acto pragmático que evita la autodestrucción. Si esta lucha continúa, ambos bandos quedarán debilitados, dejando un terreno fértil para la intervención externa y el desmoronamiento del cártel.

¿Hasta cuándo?

Sinaloa es un estado de gente noble, trabajadora y resiliente. No merece ser rehén de una guerra que parece no tener fin. El tiempo para poner un alto es ahora. Cada día que pasa sin tregua, la fractura se profundiza, y los costos son más difíciles de revertir. La paz, aunque difícil, es la única salida viable.

Fuente: Internet

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