Hace unos cuantos años, no muchos, sacar un resultado positivo del estadio Torreón resultaba una auténtica hazaña. El equipo del Santos era de los pocos que hacía valer, y pesar, su localía en la Liga MX de Futbol. Ganarles no era una tarea fácil, y su presencia en la Liguilla siempre estuvo presente.
Además de tener equipos competitivos, esa franquicia se daba el privilegio de realizar un mercado interno en México. Su capacidad económica y gran trabajo de sus visores detonaban en extraordinarias contrataciones extranjeras, elementos a los que después de “usarlos” por muy corto tiempo, vendiéndolos de tal forma que recuperaban su inversión y llevaban al tope sus cuentas bancarias.
Fueron años de mucha bonanza, éxitos y alegría tanto para el club como para su noble afición. Pero de la noche a la mañana todo eso cambió. De pronto el club dejó de tener ese gran acierto en fichajes, muchos de los cuales paraban en el América, su principal comprador, y el negocio parece haberse acabado.
Hoy el Santos es un equipo que arrastra y pisotea su glorioso pasado. Se ha convertido en un equipo del montón, sin pies ni cabeza, que no juega a nada y cuyos resultados son muy negativos, como el actual torneo en el que ha perdido sus cinco partidos. La franquicia ha caído del cielo al infierno.
Hoy el Santos ya no enfoca sus visorias en centro y Sudamérica; hoy busca intenta recuperar algo de su grandeza retomando jugadores que anteriormente estuvieron en sus filas y que, por obvias razones, no ofrecen el mismo rendimiento.
Está abandonado a su suerte y condenado a seguir bajando escalones en el tema del cociente. Como consecuencia de ello, esa afición que llenaba su inmueble hizo lo mismo: desatenderlos. Sus asistencias, juego de conjunto y resultados dan lástima. Están a la orilla del precipicio, esperando un milagro que se traduce a ventaja, a que alguien levante la mano y le inyecte dinero o trasladarlo a otra plaza.
Hoy el Santos Laguna no intimida a nadie, y por ende su plaza es muy vulnerable. Pierde ante los equipos chicos, aquellos a los que veían con indiferencia. Aunque duela, es el trampolín. Para su buena suerte, el acumulado de puntos que consiguieron antes de los últimos dos torneos cortos, les ayuda a no caer al fondo de la tabla de un descenso que no existe.
Y precisamente porque el mismo fue abolido, sus dueños no tienen por qué preocuparse de buenas contrataciones.
¿Ahora entienden por qué es importante reactivar el ascenso y descenso? De regresar –que se ve difícil- el Santos estaría obligado a mejorar su plantel, lo mismo que Mazatlán, Juárez, Necaxa, Puebla y Querétaro, plantillas que en la actualidad juegan no aspirando a ser campeones, sino para evitar los lugares 16, 17 y 18, donde supuestamente “pagan una multa”.