Hace una semana, en este mismo espacio comentábamos que “muchos de los que ganaron la elección (en 2018) y que hoy están incrustados en el ejecutivo y legislativo, federal y local, no lo hicieron por méritos propios sino montados en la ola que generó el hoy presidente López Obrador”.
Apuntamos también que ante el inesperado triunfo “una gran mayoría no tiene la capacidad ni la vocación, y tampoco le interesa tenerlas, para desempeñarse en el servicio público”, y hacíamos mención de “la arrogancia que se ha manifestado en varios alcaldes, legisladores y servidores públicos”.
No conocíamos los escándalos que se registrarían en los días siguientes: Una demanda contra un alto funcionario municipal en Guasave, la confrontación vociferante entre sindicato y gobierno municipal en Culiacán, el pésimo manejo de un complejo conflicto por el alcalde de Mazatlán respondiendo a una “fake news”, y la cereza del pastel, el imprudente mensaje del presidente de Ahome sobre la obesidad de una inocente niña, asunto que ha tenido resonancia estatal y nacional, expuesto en el Congreso del Estado, en la cámara baja y en el Senado, y manejado además por la gran mayoría de los medios nacionales.
Puntualicemos: Ni la imprudencia, ni la arrogancia ni la incapacidad son cosa nueva en el servicio público, ni propiedad exclusiva de un partido político en Sinaloa. Ha sido asunto de todos, todo el tiempo.
Pero de uno por uno. Por lo regular era un alcalde por trienio el que daba la nota discordante, chusca, por irreverente, prepotente y hasta por corrupto. Ahí está el caso reciente de “Chenel” Valenzuela en dos ocasiones alcalde por partidos diferentes en Angostura. Meras travesuras comparadas con los excesos, exabruptos y hasta denuncias por amenazas de muerte que están surgiendo ahora.
El problema es que se vinieron casos en cascada, situación que seguro tiene su explicación en que se dio prioridad al objetivo de llevar a Andrés Manuel López Obrador a la presidencia, antes que a la selección de los perfiles de quienes lo acompañaban como candidatos locales.
Los partidos políticos están en deuda en este sentido con la sociedad. Deben ser más cuidadosos en la oferta que hagan al electorado, para disminuir la improvisación, acentuar el sentido común y ponderar sensibilidad de quienes sean gobierno.
Porque además de tener que soportar a los que ganan la elección, la gente padece también a muchos de quienes llegan con ellos y emulan a su jefe en todas sus actitudes por coincidencia auténtica, conveniencia o lambisconería, de manera que las consecuencias de esas improvisaciones se multiplican en cada gobierno.
Sin hacer escarnio de esos gobiernos cuestionados, que pueden ser de cualquier color o partido político, es necesario que reflexionen sus actos, moderen su petulancia, fortalezcan su sentido común y prioricen el respeto a sus gobernados.