Culiacán de los desfiguros, Sinaloa, 09 de noviembre 2020. Los impuestos, que ciertamente reducen el nivel de ingresos de las personas y aumentan los precios de los bienes y servicios, se justifican porque el Estado requiere de recursos para la administración gubernamental, la seguridad, la educación pública, los servicios y la impartición de justicia.
La necesidad de la carga impositiva se deriva del Pacto Social, con base en el interés general de una población, lo que, en los últimos tiempos, no se atiende o se atiende relativamente.
En todo caso, y siempre con base en el interés general, cada más difuminado en la práctica, los gobiernos deben administrar con honestidad, inteligencia, eficacia y eficiencia, los recursos, buscando siempre que la merma del ingreso del contribuyente no sea excesiva y no afectar la economía.
La administración, la burocracia, debe estar al servicio de la ciudadanía; los gobernantes son servidores y están bajo el mando de la población, no al revés, como está sucediendo en casi todo el mundo.
Los recursos que administran no son del gobierno, sino del pueblo, que lo hagan de manera correcta y eficiente es una obligación; de ahí que dar las “gracias” a un gobernante por tal o cuál gasto público es una tontería.
¿PROGRESIVO O REGRESIVO?
La carga impositiva, además, debe ser equitativa, para no perjudicar a los que menos tienen, y proporcional, de acuerdo a la capacidad económica del contribuyente, dando lugar a un sistema progresivo para la captación de los recursos: debe contribuir más quien más gana.
A diferencia del “sistema impositivo progresivo”, en el sistema que se denomina “regresivo” no opera la equidad, se imponen tasas de manera indiferenciada al ingreso; se opera con porcentajes estándar, independientemente del ingreso de cada quien, y, aún con algunas salvedades en nuestro país, que no resuelven la cuestión de fondo, la igualdad de oportunidades se difumina.
El tema, desde luego, da para más.
LOS MEXICANOS MÁS RICOS
En la tanda neoliberal, que continúa sin remedio a la vista, los mexicanos más ricos son: Carlos Slim Helú (su fortuna se calcula en 52 mil 100 millones de dólares, pero llegó a tener cerca de 80 mil); Ricardo Salinas Pliego (11 mil 700 millones de dólares); Germán Larrea (11 mil); Alberto Bailleres (el de la aseguradora GNP, acusada de fraudes: 6 mil 400 millones de dólares).
Le siguen: María Asunción Aramburuzabala (con 5 mil millones de dólares); Juan Francisco Beckmann Vidal (4 mil 300); Jerónimo Arango (4 mil millones de dólares); Antonio del Valle (tres mil); Carlos Hank Rhon (el hijo del “profe”: 2 mil millones de dólares) y Roberto Hernández (mil 700 millones de dólares).
Luego hay algunas decenas de iniciativos privados con cientos de millones de dólares, en un país donde la miseria, es decir la pobreza extrema (que es la última clasificación de la ONU, pues simplemente “pobreza” no alcanza) aumenta cada día.
¿El cambio real? Lo seguimos esperando.
EN EL TINTERO
-Como se esperaba (lo advertimos, al igual que otros analistas independientes) Joe Biden es presidente electo de los Estados Unidos de América. Tiene ya la mayoría de los delegados electorales en su país, y casi cuatro millones y medio de votos más que su oponente. Solo resta esperar que la insensatez trumpiana (y de sus apoyadores) tenga límites.
-La visita de AMLO a Trump fue un error, por más que se le haya querido justificar; el no reconocimiento (aún) a la victoria de Biden, casi con los mismos argumentos del tramposo magnate derrotado, otra pifia diplomática.
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