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Ovidio y su Arte de Amar

El poeta latino Publio Ovidio Nasón nació en el año 43 a.C. en Sulmona (actual Italia) y murió en el 17 d.C. en Tomis (actual Constanza,...

José Antonio Ríos Rojo
Maestro Universitario y político. Amante de la lectura y titular de la columna Análisis y Reflexión. | Maestro Universitario y político. Amante de la lectura y titular de la columna Análisis y Reflexión.

El poeta latino Publio Ovidio Nasón nació en el año 43 a.C. en Sulmona (actual Italia) y murió en el 17 d.C. en Tomis (actual Constanza, Rumanía).

Nació en una familia de terratenientes. Su padre lo envió a estudiar a Roma con la esperanza de convertirlo en un gran abogado, rico y respetable. Pero no le gustó la abogacía. Le gustaba más la poesía que el derecho.

Con sus poesías, no solo defraudó a su padre biológico, sino que tiempo después disgustó también al padre simbólico de todos los romanos, el emperador Augusto.

Ovidio fue un explorador de nuevos territorios literarios, y el primer escritor que prestó atención singularizada a las lectoras. Escribió un tratado específico dedicado a los cosméticos y el maquillaje femenino. Su Arte de Amar, un manual en verso para aprender a ligar, dedicaba un largo capítulo -a dar consejos de conquistas a las mujeres, y a explicarles las tretas de los seductores para engañarlas en el amor. Estableció con ellas una intimidad hasta entonces desconocida entre un autor y sus lectoras.

Su literatura joven, inconformista y erótica atraía a las romanas de la época; él lo sabía y jugaba con los límites.

En aquella época, los matrimonios eran un arreglo de las familias, que solían entregar muchachas adolescentes a hombres poderosos entrados ya en la madurez. Eran tiempos de débito conyugal, tiempos en los que los esclavos de ambos sexos estaban a disposición de los apetitos de sus amos, como un harén en potencia.

Por definición, las relaciones sexuales no eran recíprocas ni igualitarias: se era pasivo o activo, se era penetrado o se penetraba.

Lo que era aceptable para un hombre rico no lo era para uno pobre; lo que se le consentía a los hombres era inadmisible para las mujeres. La pedofilia estaba permitida con alguien de rango inferior -esclavo, extranjero, no ciudadano-.

Ovidio hizo añico todas esas convenciones y lugares comunes al escribir que le gustaban las mujeres maduras, no las niñas. Y que su placer erótico necesitaba del placer de su compañera. Escribió en su Arte de Amar: “Prefiero una amante que haya sobrepasado la edad de treinta y cinco años y encuentre ya cabellos canos en su melena: que los apresurados beban el vino nuevo; a mi me gusta más una mujer madura que conoce su placer. Tiene experiencia, que constituye todo. El talento, y conoce en el amor mil posiciones.

Ovidio es el primer abanderado del deseo recíproco, y también el primer romano en defender que es preciso dominar la urgencia masculina a fin de esperar el placer de la matrona.

El Arte de Amar fue considerado un libro inmoral y peligroso. Ovidio, años más tarde, recordando el comienzo de sus desgracias, escribió que a causa de esa obra muchos lo llamaron “maestro del adulterio”. Los juegos eróticos que él enseñaba a practicar ocurrían fuera del matrimonio. Y no podía ser de otra manera. Las bodas de los romanos ríos eran sobre todo una decisión dinástica, un cálculo de alianzas y pactos familiares. Los padres utilizaban a sus hijas como peones de sus maniobras políticas y no tenían inconveniente en divorciarlas de su marido para casarlas con otro.

Siglos después nace otro libro con el mismo nombre del psicólogo alemán Erich Fromm, El Arte de Amar. Quién por cierto muere en Cuernavaca, Morelos.

Para la elaboración de este artículo se consultó la obra de Irene Vallejo, El infinito en un junto.

Fuente: Internet

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José A.Ríos Rojo

Columnista

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