Entre la primera y la segunda guerra mundial, el centro científico del mundo se encontraba en Alemania. Se conocieron en 1927. Werner Karl Heisenberg visitó el Centro de Ciencias de Gotinga, y Robert Oppenheimer hizo todo lo posible por conocer al joven físico más brillante de Alemania. Solo tres años mayor que él, era elocuente y firme al debatir con sus pares. Los dos hombres tenían un intelecto original. Hijo de un profesor de griego, Heisenberg estudió con Wolfgang Pauli en la Universidad de Múnich y después hizo trabajo postdoctoral con Niels Bohr y Max Born. Oppenheimer lo adimiraba y respetaba su trabajo. No se podía saber entonces, que en el futuro serían rivales. Oppenheimer trabajaría con los estadounidenses construyendo la bomba atómica, y lo mismo haría Heisenberg para la Alemania de Hitler.
A partir de enero de 1933, cuando Adolf Hitler ascendió al poder, la política empezó a colarse en la vida de Oppenheimer. En abril de aquel año en Alemania, empezaron a despedir de sus empleos a profesores judíos. Un año después, en la primavera de 1934, Robert recibió una circular en la que se solicitaban fondos para ayudar a los físicos alemanes a emigrar de la Alemania nazi.
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Desde febrero de 1939, Oppenheimer y muchos otros físicos del país sabían que construir una bomba atómica era factible. Un mes antes de que estallara la guerra en Europa (1 de septiembre de 1939), León Szilárd había convencido a Albert Einstein para que firmara una carta dirigida al presidente Franklin Roosevelt. En ella se advertía de -puede construirse un nuevo tipo de bombas de potencia extraordinaria-. Señalaba que -una sola bomba de este tipo, transportada en barco y haciéndola estallar en el puerto, podría destruir el puerto entero y parte del territorio circundante-.
Cuando el gobierno de EUA se decide a crear un laboratorio para fabricar la bomba atómica, el presidente Roosevelt se lo encarga al general Leslie Richard Groves. El laboratorio se establece en Álamos, Nuevo México, y el proyecto es Manhattan. Nombran de director general del laboratorio a Robert Oppenheimer, a la edad de 39 años.
El 6 de agosto de 1945, exactamente a las 8:14 horas, un bombardero B-29, el Enola Gay, arrojó sobre Hiroshima la bomba de uranio de tipo pistola.
Aquel mismo día, a las dos de la tarde, el general Groves llamó a Oppenheimer por teléfono desde Washington. Tenía ganas de felicitarlo >> estoy orgullo de usted y de toda su gente <<, le dijo Groves.
>> ¿Ha ido bien? <<, preguntó Oppie.
>> Por lo visto ha pegado una explosión tremenda >>.
Robert Oppenheimer ya era famoso. Millones de estadounidenses conocían su nombre. Su rostro, aparecía en las portadas de las revistas y periódicos de todo el país.
Debemos de admirar sus >> gloriosos logros >>, opinaba el Scientific Monthly. >> Los Prometeos modernos han vuelto a saquear el monte Olimpo y han dado al hombre los mismísimos rayos de Zeus >>.
En el camino quedó el equipo de científicos organizado por brillante físico alemán Werner Heseinberg que en 1927 publicara el “Principio de incertidumbre”.
Para la elaboración de este artículo se consultó el libro de Kai Bird y Martin J. Sherwin, Oppenheimer, Ed. Debate.