El debate organizado por el INE entre las candidatas y el candidato a la Presidencia de la República estuvo plagado de mentiras por todas partes. La gran ganadora en el “mentirometro” fue Claudia Sheinbaum. Utilizó datos incorrectos para defender sus políticas al frente de la CDMX. Mintió alegremente cuando aseguró que el índice de impunidad en feminicidios en la CDMX era de 0. Evidentemente esto es falso. Los propios datos de la Fiscalía de la CDMX arrojan que la enorme mayoría de los casos no se han resuelto. Mintió cuando dijo que su gobierno no tenía observaciones de la Auditoria Superior y la propia dependencia muestra que son más de 7 mil 000 millones de pesos que faltan por solventar en observaciones.
De lado de Xóchitl también hubo mentiras, pero estas fueron un poco menos cínicas. La candidata de la oposición criticó a Sheinbaum al asegurar que la esperanza de vida se redujo en la capital debido a errores en el sector salud, pero no es del todo cierto. Sí hubo una reducción en la esperanza de vida, pero se recuperó después de la pandemia. De Álvarez Máynez no opinaré mucho, salvo que toda su candidatura es una mentira.
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El propio presidente tiene una sección en sus monólogos matutinitos bautizada como “Mentiras de la Semana”. Todos los miércoles, una burócrata (que no aprendió a leer en más de 3 años) lanza acusaciones a diestra y siniestra con supuestas mentiras de los medios o periodistas en contra del gobierno. La sección es una farsa. La comedia involuntaria de ese circo se puede resumir en dos frases. La primera de ellas a cargo de la burócrata que no sabe leer al tratar de contener una crítica en contra del gobierno: “Es verdad la crítica, pero se exagera”. La segunda es una joya que ha tenido muy poca difusión. Cuando le cuestionaron al presidente sobre la exposición de un “tuit” falso atribuido a un opositor, López Obrador contestó que no era su trabajo averiguar que cosas eran verdaderas o falsas. Él únicamente mostraba información. La mentira institucionalizada como forma de comunicación política. Si alguien sabe de mentiras es el mago de ellas.
Las campañas están llenas de mentiras. Es una herramienta imprescindible para cualquiera que pretenda una candidatura. La mentira es la forma más sencilla de comunicación política y cada vez toma más fuerza. Tampoco es que los políticos actuales sean más mentirosos que sus antecesores. La mentira está presente desde que el primer político se lanzó a conseguir votos. Hay registros milenarios de campañas políticas en la antigua Roma (Commentariolum petitionis de Cicerón) que recomiendan ciertos tipos de mentiras para conectar con el electorado. La diferencia entre el pasado y el presente tiene que ver con las consecuencias de las mentiras.
Anteriormente, mentir tenía consecuencias. Cuando un político era atrapado en falsedades, lo mínimo que le esperaba era que saliera corrido de su puesto. Richard Nixon fue obligado a renunciar por mentiroso en el caso de Watergate. Bill Clinton tuvo que ir a juicio por mentir en sus relaciones con Mónica Lewinsky. En México, un secretario de educación fue corrido por mentir al decir que tenía un doctorado (tenía los estudios; le faltaba el título). Peña Nieto perdió toda credibilidad con el tema de la Casa Blanca y otros temas. Mentir era castigado. Ya no.
Hoy los políticos mienten con más cinismo que en el pasado porque encontraron la manera que la genta defienda sus mentiras. La gente no es idiota. Sabe que les mienten, pero deciden ser parte de la mentira y apoyar hasta donde tope a su político favorito. Prefieren a un mentiroso confeso en el cargo, antes que dejar que un adversario a sus colores ocupe ese espacio. Los ciudadanos nos convertimos en cómplices de las mentiras, las justificamos y aceptamos como parte de la naturaleza misma de pertenecer a un “equipo político”. Son mentirosos, pero son nuestros mentirosos. Faltar a la verdad tiene muchos beneficios en el actual régimen.
Veritas Vos Liberabit (La verdad os hará libres) dice la biblia en el evangelio según San Juan. Eso no aplica en política. La verdad ya no tiene los fans que antes tenía. La mentira es la nueva forma de encontrar la libertad. La mentira evita que los políticos rindan cuentas. La mentira se convirtió en el legado de estos nuevos tiempos de la vida pública. La verdad nunca había sido tan vilipendiada. En el mundo de las elecciones, la verdad estorba. Los electores merecen la verdad, aunque se conformen con sus mentirosos seriales. México necesita la reivindicación de la verdad como aspiración máxima. La corrupción no se terminó y hoy, la mentira es su nueva aliada. Antes eran corruptos. Ahora no necesitan ser corruptos porque tienen en la mentira su mejor escudo protector. La autoridad moral no es otra cosa que una coraza de falsedades defendida por miembros de sectas.
¿Usted qué opina amable lector? ¿Cuál es su mentiroso favorito?