Ignacio Mier, el coordinador de la bancada morenista en la Cámara de Diputados, lanzó acusaciones desde la tribuna de San Lázaro en contra de la oposición. La escena fue digna de una de las películas de Luis Estrada (La Ley de Herodes, El Infierno, La Dictadura Perfecta, etc), pero como Luis Estrada se le olvidó hacer películas en contra del poder, desde aquí podemos dar una sugerencia para el inicio de su próxima entrega.
El líder de la secta parlamentaria pedía a sus opositores declararse libres y rebeldes. Por un lado, les trataba de ladrones, pero en la esquizofrenia retórica, inmediatamente después los llamaba a reconciliarse para buscar el mismo camino e ir juntos en las reformas a la Constitución. Ignacio Mier pedía al priismo ser libres; lo decía mientras se acompañaba de un peluche del presidente López Obrador. El sectario pedía independencia de la fracción opositora, mientras la bancada que él lidera cerraba las intervenciones cantando: “Es un honor estar con Obrador”.
Las sectas son así. Sólo viven para su líder. No entienden de pensamientos divergentes. La definición de diálogo es que sus interlocutores callen. Se dicen amantes de la paz y no tienen reparos en llamar a la violencia cuando sus designios no se cumplen. La secta considera que, según el sumo pontífice de la Transformación, todo aquel que no venere a la CFE y PEMEX deben de ser enviados al infierno o señalados como traidores.
Aun cuando el Evangelio del Santo Bartlett diga que la nación será destruida porque los malditos traidores quieren prender sus bombillas de luz con electricidad de los masiosares. La soberanía nacional no descansa sobre los cables de la CFE o los tambos de chapopote de PEMEX, La retórica de polarización es buena, es buena para los iluminados. No hay estrategia más eficiente entre las sectas que inventarse persecuciones. Una secta sin persecución solamente es una banda de desadaptados; eso lo saben muy bien los mesías de la 4t. Harán hasta lo imposible por inventar enemigos locales o extranjeros.
El culto a la 4t vive buenos momentos. Las voces de las y los fanáticos son fuertes; sienten ardor en las entrañas ante el llamado a defender su fe a costa de lo que sea. Transgredir a sus líderes con preguntas racionales es blasfemia. Las órdenes se ejecutan, no se discuten. Los años de su fe reprimida en las cavernas de la oposición los hizo más virulentos. No aprendieron de perdón, sí de venganza. El canto de la secta retumbará en todos los rincones del país. El tema y el debate es lo de menos lo único que importa es … “Es Un honor estar con Obrador”. Lo demás es mero pretexto para cantar a pulmón abierto.
Las sectas tienen su momento de gloria y expansión. Eventualmente se enfrenan al Omega. Hoy tienen un líder y más pronto que tarde el líder pasará a ser referencia dogmática. Al líder le queda poco tiempo, los acólitos lo saben. El mesías está listo para emprender su camino para convertirse en deidad y los acólitos están luchando para ser sus representantes en el mundo terrenal.
Los acólitos no tienen el carisma del líder. Algunos son meros vividores del movimiento, otros están dispuestos a ser enterrados con el mesías y la gran mayoría únicamente buscan pertenecer a algo que les asegura la venganza en vida de sus cientos de miserias. La religión de la 4t no te promete una vida mejor, promete una vid peor para quienes te hacen sufrir: un mensaje poderoso en un pueblo que ha sido maltratado.
Los líderes de la secta creen que la iluminación es contagiosa. Mesías solo hay uno; el resto son rémoras. Pronto descubrieran que el mesías los abandonó. Que fueron usados como escalón. Para muchos será muy parte, pero otros seguirán lucrando con el recuerdo del movimiento. La secta tiene vida hasta que el mesías este con ellos. La secta será destruida desde dentro cuando el Mesías quiera vivir en el olimpo.
¿O usted que cree amable lector? ¿A usted le gusta vivir en una secta o prefiere ser el propio Mesías de su destino?