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La revancha de la contramarcha

Andrés Manuel López Obrador decidió renunciar a la presidencia de México. Lo hizo de facto; no de hecho. El tabasqueño decidió que gobernar al país no...

Juan Ordorica
Juan Ordorica | Analista y columnista Línea Directa

Andrés Manuel López Obrador decidió renunciar a la presidencia de México. Lo hizo de facto; no de hecho. El tabasqueño decidió que gobernar al país no es lo suyo. AMLO prefirió regresar a su antiguo trabajo: opositor beligerante. La presidencia aburre. Gobernar para todos es cosa de neoliberales. Informes de la agenda presidencial registraban de manera puntual que López Obrador dejó de gobernar varios meses atrás. La agenda presidencial desparece después de tres horas de mañanera. La grilla se convirtió en el único trabajo para este gobierno. No quiere hacer más.

Después de la marcha de la oposición, López Obrador sintió nostalgia y entendió la manifestación en apoyo al INE como una afrenta personal. Se convirtió en un deportista que decide regresar a las canchas o cuadriláteros tras algunos años en el retiro. No pudo aguantar la tentación de ser vitoreado por el respetable. Necesita la gloria del pasado para sentirse vivo de nuevo. Nada ni nadie puede ser más grande que el rey de las marchas; eso lo obligó a calzarse sus tenis para demostrar a esos horrendos fifís cómo marchan los profesionales.

El poder convocó a una marcha como respuesta a la concentración masiva opositora en contra de modificar al INE. La narrativa presidencial vende la idea que las manifestaciones convocadas para el próximo 26 de noviembre serán meramente ciudadanas. Según el presidente es el propio pueblo quien pide manifestarse para responder a los conservadores. Es un pueblo muy raro que necesita al poder como catalizador de organización. Inconformidad que se manifiesta desde el Poder no es inconformidad… es berrinche de un político.

Sin duda hay personas que apoyan las propuestas del presidente. Genuinamente hay millones de mexicanos que consideran buena idea elegir a los consejeros del INE por voto popular, reducir el presupuesto a los partidos y eliminar las plurinominales; sin embargo, es el poder quien organiza la respuesta, no son los ciudadanos de motu propio quienes se organizan para presentar una respuesta. La “protesta” será encabezada por el presidente. Eso no es una protesta. Es un evento organizado por el gobierno que utilizará recursos públicos para promocionar y, tal vez, organizar las manifestaciones con dinero público.

López Obrador busca la revancha en contra del INE. No puede superar el 2006. Necesita cerrar la herida destruyendo lo que, a su juicio, le arrebató 6 años de felicidad y le entregó años de sufrimientos en su peregrinación por el país. La contramarcha desde el Poder es tan importante para AMLO que no quiere que nadie más le arrebate el control de ese movimiento. En una democracia robusta, el Poder no marcha en contra de sus propios ciudadanos.  Al presidente no le gustan las reglas del juego; es evidente. Quiere cambiar las reglas y no puede; eso le molesta más. La salida que ofrece es azuzar a sus seguidores a una batalla que lo glorifique en las páginas de futuros libros de la SEP.

Los burócratas saldrán a marchar para beneplácito de sus jefes. Las “protestas” organizadas desde el poder no son manifestaciones democráticas son eventos diseñados para el deleite de los egos de políticos con egos del tamaño de sus desvaríos. Ya no tenemos presidente. Tenemos el líder de una facción que nunca comprendió que gobernar significa sacrificar terquedades para incluir a todas las voces en la construcción de un país.

López Obrador regresa a ser candidato. No se busca reelegir. Ahora busca la trascendencia en la historia. Le urge tener la batalla que lo santifique en el panteón nacional. Los próceres nacionales necesitan de una batalla real (no alegórica) para ser aceptados en la posteridad de las letras de oro de nuestra historia.  AMLO quiere su guerra. El campo de batalla es el INE. Si no puede conseguirlo por las buenas lo hará por las calles.

El 26 de noviembre comienza el camino para la revancha total del tabasqueño y, como buena revancha, no necesita salir ilesa de ella. Si para vengarse es necesario inmolarse el presidente está más que dispuesto. López Obrador tiene suficiente tropa, municiones y provisiones para iniciar la guerra por el INE. El rey sol tropical no quiere ver más allá de su sexenio. La nueva historia nacional comienza y termina con él; el resto es intrascendente en el contexto de sus metas.  La marcha del gobierno comienza. No se detendrá. La revancha no será negociable.

¿Usted qué opina amble lector? ¿Las protestas organizadas desde el Poder son legítimas o son meros mítines de burócratas?

Fuente: Internet

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