Saúl Alvarez y Jaime Munguía tuvieron su primer face to face de cara a su enfrentamiento del próximo 4 de mayo en Las Vegas, cuyo duelo ya ha sido cacaraqueado por los “paleros” del tapatío como el más importante del año en cualquier terreno, algo de lo que estoy totalmente en desacuerdo.
Para muchos, incluyéndome, la verdadera pelea que el público estaba esperando era la del “Canelo” contra David Benavidez, a quien Saúl esquivó por muchas razones, y entre las más importantes, el saber que no tenía posibilidades de ganar ni con las tramposas y ventajistas acciones de cláusulas en las que condiciona al adversario.
Tampoco digo que será un combate sin expectativas. Pero, como cité en una anterior entrega, a Jaime no le veo la suficiente madurez como para dar el gran campanazo y arrebatarle los cinturones, sino porque el jalisciense tiene en estos momentos más argumentos para imponerse.
Pero lo que más me llamó la atención de ese primer encuentro abajo del ring fueron las declaraciones de Saúl, cuando argumentó que la razón de no pelear contra Benavidez estribaba en que resultaba un combate intrascendente para él, como minimizando al rival y señalarlo de no estar a su nivel. Afirmó que no ganaba nada enfrentarlo porque prácticamente lo considera un “don nadie”, olvidando que en su palmaré como campeón abundan nombres y triunfos de boxeadores que realmente no tenían calidad.
Con ello se contradijo cuando reveló que peleaba con David siempre y cuando le aseguraran una bolsa de 150 o 200 millones de dólares, ¡una completa reacción esquizofrénica!, porque no existe ni habrá un promotor que se atreva a cumplirle ese capricho y petición, que suena más a una clara salida interpretada a “elevando la bolsa, sabiendo que nadie la pagará, me quito la presión de que deba enfrentarme a Benavidez”.
Al exigir tal bolsa, reconocía que pelear con Benavidez lo obligaba a obtener una bolsa muy lucrativa por la peligrosidad que reviste el encuentro. De otra manera, nadie le iba a ofrecer esa cantidad por medirse a un “peleador del montón” como lo suele considerar, en su arrogancia brillando en todo su esplendor.
Los dos fueron muy respetuosos mutuos en la conferencia, pero la lectura que Munguía demostró en su comportamiento fue más de mucho respeto al Canelo. Ojalá que, si por abajo del agua no se haya hecho un arreglo, veamos al genuino Jaime que conocemos a la hora de intercambiar golpes. Y lo digo porque rivales anteriores de Alvarez han subido y peleado de forma muy diferente a sus estilos.