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¿La ley? ¿Qué es eso?

Culiacán, Sinaloa.- Si algo no se aplica en este país, estado y municipio, es la ley, a secas. Cierto que, de manera selectiva, de pronto se...

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Culiacán, Sinaloa.- Si algo no se aplica en este país, estado y municipio, es la ley, a secas. Cierto que, de manera selectiva, de pronto se cobran facturas o se tapan huecos, se simula un resultado o se inventan responsables de algo. Pero la aplicación de la ley, en estricto, no se da.

Las cárceles, todas, como la de Culiacán (ya dejaron el eufemismo ridículo de “centro de ejecución de las consecuencias jurídicas del delito”) están saturadas de reos, sean culpables o inocentes, por cuyos procesos no transitó la recta aplicación de la ley.

A las mismas comisiones de “derechos humanos” (que cada vez se parecen más a la carabina de Ambrosio) se les niega la información puntual de lo que sucede en esas selvas que son los reclusorios en este país.

REDUCTOS DE LA ILEGALIDAD

Los “ministerios públicos” son reductos de la simulación “legal”, igual que los juzgados y, en suma, todas las instancias de eso que se denomina “aparato de justicia”. Lo sabe todo mundo y con mayor razón quien haya tenido la desgracia de tener que transitar por esas cuevas.

Hay, entonces, un evidente despropósito de los políticos cuando dicen “aplicar la ley” para justificar acciones represivas. Esas palabras huecas lo único que logran es motivar la indignación ciudadana.

Esa cuestión debiera abordarse, desde la esfera gubernamental, con sensibilidad y la clara intención de arreglar las cosas. La realidad es incontestable.

Ya veremos si el próximo gobierno estatal de Sinaloa mira con atención y se avoca a poner remedio.

En el plano nacional es urgente que se revise la estrategia, Tamaulipas es el vaso que se derrama ya de manera casi cotidiana.

LA INTOLERANCIA SE DISFRAZA

Y sí, la presunción es razonable, dada la situación que nos apabulla: detrás de algunas de las expresiones de protesta y exigencias, es probable que hubiera intereses políticos, lo mismo que en la contraparte, la del poder oficial, que tiene la ventaja del poder relativo.

Pero están las razones de fondo que se hacen presentes desde la condición misma de quienes protestan ante la debacle que vemos en casi todos los órdenes.

En su estrechez de miras y con la terrenalidad de sus objetivos, las autoridades actúan de la forma que más les conviene, sin solución de continuidad.

Se maneja el discurso de la tolerancia con quienes protestan en uso de sus derechos, pero si no les hacen caso y las quejas justificadas siguen ,si se les ignora, eso es, precisamente, intolerancia.

Peor aun cuando, con la faramalla de la “cortesía”, de hecho se les reprime, se les desaloja, como ha sucedido en días recientes.

No hay confusión alguna: si las autoridades desatienden reclamos justos, pasan a ser las principales violadoras de la ley.

De la situación perniciosa que, en efecto, deriva de la falta de valores, en primer lugar son responsables los gobiernos que no saben enfrentar la problemática social atendiendo al fondo en lugar del relumbrón inane.

ABUSOS, A LA ORDEN DEL DÍA

Para algunos será asunto menor y terrenal, pero mientras la palabrería alza su tea, suman centenas los abusos de autoridad por parte de elementos de las policías municipal y estatal, sumando muchas otras corporaciones que por aquí pululan. La mayoría de los atropellos no son denunciados.

Incluso por violaciones de tránsito, los agentes de esto y aquello detienen sin mayor causa justificada a ciudadanos, o los extorsionan.

Y los múltiples abusos que cometen contra ciudadanos, con el pretexto de faltas mínimas, quedan impunes.

Reiteremos: ya se verá si el próximo gobierno estatal mira con atención y se avoca a poner remedio. Del gobierno federal, lo mismo, el tiempo se agota.

EN EL TINTERO

-Este escribiente tiene años publicando, en este medio, y también en algunos de los llamados “nacionales” (de la CDMX, pues) que sin solución alguna (todos se hacen de la vista gorda) continúa la violación a la Constitución por parte del gobierno en los llamados “retenes”, mismos que propician la criminalidad en lugar de combatirla efectivamente. Al respecto, sólo la desvergüenza oficial.

-Y mientras la anarquía vial alza su tea y el terrible desgarriate citadino es imparable, los agentes, con su pistolita de radar (“de robar”, dice la vox populi) o sumados a los retenes de la ocurrencia, siguen muy lejos de su función designada. Su trabajo es evidentemente parcelado e ineficaz. A ver hasta cuándo.([email protected]).

Fuente: Internet

Fotografía de perfil de Jorge Guillermo Cano

Jorge Guillermo Cano

Columnista

Jorge Guillermo Cano

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