Traicionar es fácil cuando no hay consecuencias o las consecuencias son simbólicas. Algunos intelectuales estudiosos de la condición humana, sostienen que la política es la única actividad del hombre que revindica la traición. Si un político decide cambiar de rieles ideológicos o partidistas es visto como un librepensador; mejor aún, si el cambio se realiza faltando algunas horas para la elección es considerado una persona con agallas que comprendió el veredero camino del bien común. En muchas ocasiones el ¨traidor¨ recibe mejores beneficios que aquellos que se mantuvieron constantes y congruentes desde el inicio de una lucha política. Desde luego, la traición no puede ser burda. Necesita todo un ceremonial para legitimar su existencia.
Algunos historiadores y teólogos sugieren que el cristianismo necesitaba construir su mito sobre una traición. Jesucristo es el mártir, pero Judas es la herramienta para conseguir el martirio. Los soldados romanos y el Sanedrín no necesitaban la información del Iscariote para ubicar al Nazareno. Nunca se escondió. Sus apariciones públicas eran evidentes y notorias, pero ser entregado le aseguraba un paso más al martirio. Para muchos, Judas fue un traidor pactado; es decir, el verdadero apóstol más cercano al Galileo.
En México estamos viviendo tiempo de traidores. Siempre los hemos tenido, pero cada época tiene una raza especial de desleales que son el espejo del momento histórico contextual. Hay muchos tipos de traidores y traiciones. Todo depende del enfoque que se le quiera dar. Los grupos de izquierda sugieren que los traidores a la Patria son todos aquellos que no estén de acuerdo con la política del actual gobierno o la ideología de su 4t. Ese enfoque requiere un análisis aparte; hoy nos enfocaremos en las traiciones del ala opositora.
Los priistas y panistas que decidieron brincarse al barco morenista están muy lejos de acercarse a la versión alternativa de Judas redimido. Sus pretensiones son meramente mortales. Unos quieren salvar el pellejo y otros quieren acumular el Poder. La traición puede ser la misma, pero no la motivación; sin embargo, las formas de traicionar son muy similares.
Toda traición requiere un pago. Judas recibió 30 piezas de plata. Los priistas están recibiendo embajadas; los panistas, promesas de futuros cargos. Alito Moreno fue perseguido y no soportó más. Decidió que no tenía espíritu de mártir; sin embargo, su cambio de rieles no podía ser en la oscuridad. La traición necesita de reflectores para mostrarse efectiva. El presidente chiquito del PRI se entregó al presidente de Palacio. Lo hizo con bombo y platillo: Arropado por los suyos y con declaraciones grandilocuentes. El engaño tenía que ser monumental para ser considerado como acto de contrición. El beneficiario de la traición necesita del traicionero una prueba fehaciente de su acto; por lo tanto, esta tiene que ser pública sin resquicio para el arrepentimiento.
Hay pocas luces sobre el motivo de la traición de Judas. No queda claro en las escrituras o en documentos históricos los beneficios que adquirió el Iscariote por semejante acción. El tema de las piezas de plata puede llegar a ser un simple pretexto para tener una salida fácil en un tema más complejo. Pasa lo mismo con nuestros traidores nacionales. El argumento al que se aferran en una supuesta recapacitación en el tema de la seguridad. Los priistas y panistas arrepentidos juran hasta el cansancio que tuvieron que aceptar votar a favor de los militares a cargo de la seguridad porque sus votantes se lo exigían. Esto es una farsa. Ellos lo saben y no les importa. Al igual que las monedas del apóstol farsante, los actores políticos de la oposición esconden tras de sí miserias ocultas que solo ellos y sus ¿consciencias? Saben.
Lo interesante de una ceremonia de la traición es que no necesita apoyo masivo para concretarse. Un traidor en solitario puede causar tanto daño como un movimiento colectivo. Los políticos opositores no necesitan apoyo de nadie. Su individualidad es suficiente para conseguir sus propósitos; sin embargo, la personalidad del traidor sí puede influir en el destino del conspirador.
Hay traidores que prefieren mantenerse callados durante el proceso de entregarse al adversario y esos terminan triunfando sobre los hablantines que no pierden la oportunidad de entregarse a las bravatas previas. Los segundos terminan siendo sacrificados por los traicionados y los beneficiaros de la traición. Los habladores se convierten en el sacrificio perfecto después de realizado su acto.
La palabra de los tomadores de decisiones de la oposición no vale tres pesos. Aun así, se las ingenian para vender su pellejo en precios más altos. Son simples saltimbanquis de la Ceremonia de la Traición. Traidor una vez, traidor siempre. Lástima que en política traidor una vez es traidor feliz.
¿Usted qué opina amable lector? ¿La traición es aceptable o debe de tener consecuencias?