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Invisibles

L@s niñ@s no votan, esa es una primera razón para la indiferencia. No justifica la indolencia, pero racionaliza la falta de interés de los adultos. El...

Juan Alfonso Mejía
Juan Alfonso Mejía | Foto: Cortesía

L@s niñ@s no votan, esa es una primera razón para la indiferencia. No justifica la indolencia, pero racionaliza la falta de interés de los adultos. El menosprecio a sus problemas es reflejo de la incomprensión. La precarización de las condiciones para su desarrollo, aunado a la cancelación de sus derechos “de facto”, retrata a una sociedad que ha perdido la esperanza.

Jóvenes golpeando compañeras en Estado de México, bebés muertos por malnutrición en Sinaloa, estudiantes desmayados después de que sus compañeros lo patean en el suelo en Hidalgo, acoso físico y verbal de parte de sus compañeras de secundaria a una alumna en Chihuahua, intentos de suicidio por maltrato, exclusión y violencia en Puebla, impedimento de una joven para asistir a la escuela por parte de los propios padres de familia y los docentes en Oaxaca, sólo por el hecho de portar pantalones. Y, todo lo anterior, en un espacio de diez días. Nada mal para un mundo “color de rosa”.

La violencia vivida en las escuelas es una extensión de la violencia ejercida fuera de ella. La evidencia demuestra la incapacidad por transformar los contextos sociales donde están las escuelas. Todo lo contario, se trata de espejos en los que se reproduce lo experimentado en su cotidianidad, desde la casa y los amig@s, hasta la familia. El dato dado a conocer por especialistas de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), en el que las secundarias de México ocupan el segundo lugar a escala internacional en casos de bullyiing es de consideración, sin que ello signifique la ausencia de esta en otros niveles educativos.

En los pocos estudios realizados en México como consecuencia de la pandemia, secundaria destaca como el nivel de tensión y atención a donde deben enfocarse los esfuerzos. Según una encuesta de Reforma publicada durante el 2020, 61% de los alumnos sufren de ansiedad y estrés, hoy todavía desatendida. Para colmo, los docentes no reciben formación alguna ni acompañamiento focalizado para combatir esta dolencia. Los intereses de la presente administración parecen estar más cerca de la política, que de las y los niños.

La invisibilidad de la infancia y la adolescencia en el país contrasta con la vigencia de nuevos marcos legales, pero nada más. Si bien es cierto hemos avanzado en el camino de las leyes, los hechos son preocupantes. En algún momento los Objetivos de Milenio parecieron excelente opción para medir el desempeño de los países en su compromiso, al tomar como indicadores básicos la disminución de la nutrición y la mortalidad infantil. La propia Constitución mexicana y la Ley General de Derechos de Niñas, Niños y Adolescentes son otro referente positivo. No obstante, 6 de cada 10 niños en México ha sufrido métodos de disciplina violentos por parte de sus familiares, cuidadores o docentes(https://www.unicef.org/mexico/protecci%C3%B3n-contra-la-violencia). La normalización del método nos habla de la necesidad de los adultos por cambiar la forma en que percibe la violencia. Quizás por ello le concedemos tan poca importancia al mundo de infantil y juvenil. El problema somos nosotros, los adultos.

El miedo afecta el aprendizaje. No se trata sólo de un concepto, es una actitud. Aprendemos a través de las emociones. Quien siente miedo se retrae, se esconde, se aleja. Mientras las y los niños y los jóvenes resientan esa vulnerabilidad cotidiana, seguirán sin aprender ante la necesidad de sobrevivir.

Nuestra responsabilidad es visibilizar esta problemática y resolverla, más allá del complaciente marco legal, a través de políticas públicas integrales con suficiencia presupuestal, de objetivos y métricas. Lo demás es claudicar al futuro.

Que así sea.

Fuente: Internet

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Juan Alfonso Mejía

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