Las cosas no vienen bien para el campo. No habrá satisfacción de los productores con lo que finalmente se asigne en el presupuesto federal para el agro, ni con la línea que se tiende por el actual gobierno en cuanto a la política hacia el agro mexicano.
Se prevén, entonces, brotes de inconformidad y manifestaciones que difícilmente alcanzarán para hacer que haya un cambio importante en este rubro.
La crisis en el campo propiciada por la política de gobierno durante los últimos años, no solo ha generado una gran pobreza en el medio rural, sino una tremenda desesperanza y desconfianza entre los propios productores.
Las convocatorias que lanzan líderes del sector colocados en organizaciones de diferentes ideales y tufos partidistas tienen el mismo resultado: la indiferencia.
Nada que ver con aquellas masivas movilizaciones de principios de los ochenta e inicio de los noventa, a las que convocaba la Alianza Campesina del Noroeste de Servando Olivarría, Juan Figueroa y otros reconocidos activistas, o el propio Fedepas más recientemente con Ricardo Armenta y Saúl Rubio.
Creo que son dos los principales factores que inciden para que se genere ese clima de “valemadrismo” entre los hombres del campo: el hecho de que un porcentaje muy alto de quienes hace unos cuantos años eran auténticos productores ya no siembra sus tierras y el que haya una acentuada desconfianza hacia quienes se dicen líderes del sector.
Muchos campesinos rentan sus parcelas, incluso a quienes se dicen sus líderes, y en el peor de los casos se las han vendido.
El campesino desconfía que su presencia sea utilizada con fines diferentes a la búsqueda de soluciones a los problemas que enfrenta.
Es real la orfandad de auténticos líderes agrarios.
Muchos productores ven con azoro que con el paso de los años son ellos los que siguen pobres, porque quienes han sido sus líderes superaron desde hace mucho el estado de necesidad y caminan con toda la tranquilidad en la bonanza.
Mientras otros que ayer los acompañaron en esas luchas, ahora que ocupan cargos de gobierno descalifican sus protestas y refutan sus argumentos, aunque sean los mismos que ellos esgrimían antes.
Muchas cosas deben superarse para que el campesino vuelva a creerles.