Al concluir 2024, la incertidumbre persiste en Sinaloa, especialmente en Culiacán, sin una solución a la violencia desatada desde el 9 de septiembre.
La lucha interna por el control del Cártel de Sinaloa ha dejado más de mil víctimas, entre muertos y desaparecidos, generando una zozobra social que exige respuestas efectivas.
Ante esta realidad, surge una pregunta: ¿es posible alcanzar un alto al fuego en Sinaloa? Aunque la idea pueda parecer inalcanzable, analizar los posibles escenarios permite vislumbrar rutas hacia la paz.
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¿Un acuerdo entre los bandos en disputa?
Históricamente, algunos conflictos armados han encontrado treguas temporales a través de negociaciones. Sin embargo, en el contexto actual, un pacto entre las facciones en pugna enfrenta un gran obstáculo: la desconfianza mutua.
A pesar de ello, explorar mecanismos de mediación —a través de actores externos— podría abrir espacios para disminuir la intensidad del conflicto.
El papel del gobierno: debilitar para controlar
Una opción que ha funcionado en el pasado es que el gobierno federal concentre sus esfuerzos en debilitar estratégicamente a una de las facciones en disputa, con la intención de reducir la violencia y facilitar el control territorial.
Este enfoque, sin embargo, plantea riesgos prácticos. Por un lado, podría interpretarse como una toma de partido que erosionaría la legitimidad del gobierno.
Por otro, la fragmentación de cárteles debilitados podría derivar en nuevos brotes de violencia, como ha ocurrido en otros estados.
Intervención de Estados Unidos: ¿una solución o un peligro?
La propuesta del presidente electo de Estados Unidos, Donald Trump, de designar a los cárteles mexicanos como organizaciones terroristas y combatirlas con operaciones militares directas plantea un escenario complejo.
Si bien dicha acción podría asestar golpes significativos a la estructura criminal, también corre el riesgo de vulnerar la soberanía de México y aumentar el daño colateral para la población civil.
Una intervención militar extranjera podría, paradójicamente, exacerbar el conflicto y generar nuevos ciclos de violencia.
Un enfoque integral
Más allá de estas opciones, es necesario adoptar un enfoque más amplio que atienda las raíces estructurales de la violencia en Sinaloa. Esto podría incluir:
Inversión social: Ampliar oportunidades educativas, y laborales para jóvenes en colonias y comunidades vulnerables.
Estrategias de inteligencia: Priorizar el desmantelamiento de las redes financieras de los cárteles, en lugar de depender únicamente de la militarización.
Participación ciudadana: Fomentar la colaboración activa de la sociedad civil en la construcción de una cultura de paz.
La violencia no desaparecerá de un día para otro, pero el alto al fuego en Sinaloa puede ser una meta alcanzable si se apuesta por soluciones reales de mediano y largo plazo.