Los adversos resultados electorales para Morena en las elecciones locales de Hidalgo y Coahuila, al margen de lo que suceda en la judicialización de los mismos, deben representar un punto de inflexión para ese partido.
Dicen los morenistas, ante todo ello, que Sinaloa no es ni Hidalgo ni Coahuila, y tienen razón, pero si no toman todo esto con absoluta responsabilidad, se puede convertir en espejo de lo que sucederá en nuestra entidad, si no reaccionan de forma inteligente.
Desde hace tiempo hay un desbordado entusiasmo entre líderes y cuadros relevantes de Morena en Sinaloa, respecto a las perspectivas que tiene su partido en las elecciones de 2021. Se ha dicho que ese optimismo no es sustentado en argumentos razonables y razonados, y por ello con esas actitudes se raya en la soberbia.
No pueden, o no quieren, darse cuenta que sus entusiastas posturas no son otra cosa que buenos deseos, que las condiciones electorales serán muy diferentes a las que se tuvieron en 2018.
Están perdidos en Morena si siguen pensando que ganaron las alcaldías o las diputaciones locales y federales por el trabajo de sus candidatos, por su trayectoria, simpatía y estrategia de campaña.
No fue así, o no en todas las victorias. Es cierto que se dieron casos en los que hubo buenos candidatos, que aportaron, pero también otros que poco hicieron y si ganaron no fue por ellos, sino a pesar de ellos, arrastrados por la ola generada por Andrés Manuel López Obrador.
Cito sólo un dato: En la elección de 2018 en Sinaloa, Andrés Manuel López Obrador como candidato a la Presidencia de la República obtuvo en todo el estado 834 mil 001 votos, mientras que todos los candidatos a alcaldes, juntos los 18, alcanzaron 489 mil 046, algo así como 345 mil sufragios menos que el hoy mandatario nacional.
Eso es muy significativo. Para que no se enreden. Súmenle el desgaste propio del ejercicio del gobierno y los lamentables pleitos internos que están protagonizando.