Uno de los mitos más difundidos de la cultura sinaloense es nuestro supuesto espíritu revolucionario y contestatario; no es así. Al menos no es así en lo que tiene que ver con la política. A la enorme mayoría de los sinaloenses nos atrae el poder. Es nuestra droga. No podemos vivir sin él. No nos gusta apoyar los cambios. Preferimos ser parte del régimen que tratar de cambiarlo.
Hagamos un recuento numérico e histórico para sustentar esas afirmaciones.
Manuel Clouthier Del Rincón es una de las figuras más importantes de la oposición de los tiempos modernos en México. Su figura trascendió Sinaloa como parte importante para iniciar el proceso democrático de nuestro país. Su carrera política inició en Sinaloa. Buscó ser gobernador del estado, pero sus resultados fueron paupérrimos. Francisco Labastida lo derrotó en 1986 con más de 40 puntos de diferencia (66 % a 27 %). El referente de la oposición nacional no tuvo el arrastre necesario entre los sinaloenses para ser medianamente competitivo.
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La historia se repitió dos años después. Clouthier no pudo ganar en Sinaloa cuando se convirtió en candidato a la Presidencia de la República (300 mil votos para Salinas contra 200 mil para Clouthier). El pueblo de Sinaloa prefirió votar por el régimen antes que por su paisano. En la década de los 90’s la cosa no fue diferente. Mientras en la mayoría del país vivía un movimiento de alternancia, aquí el PRI- gobierno se fortaleció como nunca. Para el régimen priista, Sinaloa era uno de los estados más seguros a la hora de lanzar sus proyecciones de resultados. Era parte del llamado “voto verde”.
Renato Vega y Juan Millán ganaron sin problemas sus respectivas elecciones para gobernador de la mano del régimen. Llegó el 2000 como una vorágine de cambios políticos en territorio nacional. Mientras en casi todos los estados Fox se alzaba con el triunfo, en Sinaloa ganó el PRI por un enorme margen (64% Vs 23%). El paisanaje que no fue factor con Clouthier, ahora sí, jugó en favor de Labastida.
En el 2004, Aguilar Padilla ganó la gubernatura por un punto porcentual al candidato del PAN, Heriberto Félix Guerra. Fue la primera vez que la oposición creció lo suficiente para poner el jaque al régimen. El fenómeno duró muy poco. Algunos años después, el PRI volvió a arrasar en el estado llevándose su famoso “ochito” (barrieron con las 8 diputaciones federales en juego en esa elección).
Fue con Mario López Valdez (expriísta), cuando la “oposición” pudo conseguir un triunfo en Sinaloa. Sin embargo, es de señalar que la Presidencia de la República estaba en manos del PAN en ese momento. Al igual que en la elección de Heriberto Félix, los sinaloenses demostraron su confianza en el PAN, únicamente cuando ese partido estaba en el poder a nivel nacional. La cercanía con el poder es lo que motivó esos resultados para la oposición.
Llegó el fenómeno Peña Nieto y con él regresó el PRI a Sinaloa. Quirino Ordaz llegó de la mano del peñismo al Gobierno del Estado. La oposición quedó borrada del mapa. Se demostró una vez más que nuestra entidad necesita estar cercana a los que mandan para entregar sus votos. La tierra fértil de nuestros campos no lo es tanto para los opositores.
En 2018 llegó el morenismo a México. Desde luego que Sinaloa se tenía que sumar al nuevo régimen. Menos de dos años nos bastaron para regresar al enamoramiento con el régimen como no se veía desde la década de los 80´s. Sinaloa se postró ante los que mandan y casi convirtió en pecado capital llamarse opositor ante los designios del régimen de la 4t.
Desde que se miden los niveles de popularidad de gobernadores, los de Sinaloa casi siempre ocupan los primeros lugares a nivel nacional. Nuestra sociedad evalúa bien a sus gobernantes porque se siente cómoda con el poder. La vocación opositora no es para nosotros. Es muy cansado. No paga tan bien como ser cercanos al régimen en turno. No seremos vanguardia de los cambios, pero nadie nos gana como aliados de los que mandan. Hay que llevar la fiesta en paz con los que tienen los bastones de mando porque pueden usar el bastón para mandarnos a lugares que no nos gustan.
¿Usted qué opina, amable lector? ¿Qué tan contento se siente por apoyar al régimen en turno?