La televisión y los medios capitalinos se encargaron de colocar a Isaac “Pitbull” Cruz como la nueva figura del boxeo mexicano, luego de convertirse en campeón mundial. Pero todos sabemos que sus designaciones son más de mercadotecnia que otra cosa. Para muestra basta un botón: el “Canelo” Álvarez.
Tal vez los que idolatran al tapatío al momento de leer estas líneas no solamente no están de acuerdo conmigo, sino que también me deben estar recordando, y no de buena manera, a mi madre.
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Saúl ha sido un boxeador que supo negociar sus combates y ganar muchos de ellos, además de carretadas de millones de dólares, con ciertas ventajas. Pero que sea la cara del pugilismo azteca en toda su historia, es una vil falacia. Yo no lo patentaría ni entre los primeros diez.
A Cruz le cargaron todos los reflectores tras aquella derrota con Gervonta Davis en el 2021, y le dieron un seguimiento muy especial en sus siguientes apariciones en el tinglado. La noche que derrotó a Rolando Romero en marzo pasado para conquistar el cetro superligero AMB, detonaron los medios señalándolo como la gran maravilla y hasta por encima del “Canelo”.
El “Pitbull” es un pugilista valiente y que aguanta, pero hasta allí. No le veo técnica, es un tira-golpes, que con esos poderosos volados de derecha le han permitido derribar adversarios. Es un Mike Tyson en pequeño. Se mueve casi igual que el exrey de los pesos completos.
El sábado pasado, un mochitense radicado en Los Ángeles lo bajó de las nubes, no solo a él, sino a aquellos medios que estoy seguro no tardarían en situarlo entre los diez mejores de la historia en México.
A Cruz lo partió un “Rayo”, apodo que lleva José Valenzuela, el nuevo rey de esa categoría en la Asociación Mundial de Boxeo. Lo derrotó a base de boxeo, buen movimiento de cintura, repitiendo constantemente el jab y eludiendo los mortales derechazos en forma de abanico que le ha permitido a Isaac sumar triunfos importantes.
En ese duelo vimos al verdadero “Pitbull” y no el que nos han hecho creer ya saben quién.
El capitalino no quedó nada satisfecho con el resultado. Solo le faltó decir que fue despojado de un triunfo legítimo y gritó a todo pulmón que quería la revancha. Se lo dijo prácticamente en su cara al titular de la AMB, Gilberto Mendoza.
Apenas en su primera defensa había perdido la humildad y también el piso. Lo demostró en la ceremonia del pesaje, cuando le negó el saludo al sinaloense. Ya se creía intocable y todo lo que aquellos medios lo han hecho creer que es.