Dicen que es mejor ser historiador que pitoniso. Narrar la historia es más sencillo que ver el futuro; sin embargo, hay acciones futuras que son más claras que cualquier hecho pasado registrado por los libros. Esto podría aplicar al futuro de nuestro estado.
Envueltos en una de las peores crisis de violencia registradas en el último siglo, los sinaloenses (habitantes de Culiacán en particular) vivimos un dejo de nostalgia. La disputa entre normalizadores y pesimistas es real. Unos consideran que tenemos que acostumbrarnos a vivir así bajo la premisa que la violencia es normal y no queda más que aceptar nuestro destino de manera abnegada. Los segundos piensan que ya no es posible vivir así y buscan las formas de irse o modificar la realidad al quejarse de ella. No importa cuál de las dos visiones sea la que adoptemos, lo que parece innegable es que Sinaloa no volverá a ser el mismo.
Un gran grupo considera que es cuestión de tiempo para que los grupos de la delincuencia se pongan de acuerdo para regresar a nuestra vida cotidiana antes del inicio de las hostilidades. Temo que eso ya no será posible. La “calidad de vida” en la capital sinaloense se fue por el caño en menos de un mes. Vivíamos bajo la creencia que nuestra sociedad estaba ajena a las vicisitudes del resto del país por tener la “fortuna” de contar con un grupo “amigo de la sociedad”. La historia del criminal bueno que hacía florecer a la economía local y protegía al resto de la sociedad de la criminalidad de baja monta parece llegar a su fin. Voy a tratar de analizar esto desde el punto de vista meramente económico.
La burbuja económica de Sinaloa provenía en mayor o menor medida (hay muy pocos datos al respecto) de un impulso atribuible al narcotráfico. Pero nuestro estado hace años que dejó de ser un productor de drogas que requieren hectáreas de cultivo. Sinaloa era una tierra fértil para el cultivo de la marihuana; sin embargo, con la legalización de esa droga (sobre todo en Estados Unidos), el valor de la producción y exportación se colapsó en los mercados. Las ganancias obtenidas por esa planta ya no son suficientes para mantener la industria del narcotráfico.
Los grupos de la delincuencia lo saben desde hace al menos una década. Tuvieron que emigrar a otras formas de negocio. La primera evolución del negocio fue de la producción a la logística. Los grupos criminales obtenían sus ganancias por el traslado de drogas provenientes principalmente de Sudamérica. Esa parte del negocio también se agotó para dar paso a una segunda evolución: las drogas sintéticas. A diferencia de la mariguana o de las drogas provenientes de Sudamérica, las drogas sintéticas no requieren de campos de cultivo. En cualquier parte de México se pueden producir. Los laboratorios de drogas sintéticas comenzaron a replicarse como hongos por todos lados. Nuestra entidad aprovechó las capacidades adquiridas por décadas para ponerse a la vanguardia de esa nueva forma de comercializar las drogas.
Los grupos de Sinaloa operaban el negocio como un corporativo. La preponderancia de un solo grupo ayudaba en la estabilidad del negocio. Como cualquier corporativo, la ciudad donde se encuentre su base de operaciones refleja una bonanza económica. Sus directivos compran casas de alto valor; las amenidades y productos de alta gama son posibles gracias al poder adquisitivo de los miembros del corporativos; los negocios locales pueden ofrecer servicios de valores más elevados que en otras partes del país… ¿Qué pasaría con una ciudad que pierde el corporativo enorme de la noche a la mañana?
Después de esta guerra, lo más probable es que el corporativo se mueva. La presencia del ejército u otras áreas del gobierno harán más difícil la convivencia ordinaria entre miembros del crimen y sus hábitos de consumo. La producción de las drogas ya no está en Sinaloa; el gobierno tendrá una presencia más importante en la entidad; el temor de verse cara a cara con sus rivales en una misma ciudad y otros aspectos son una receta perfecta para entender que la “normalidad económica” no regresará en el corto plazo o tal vez no regrese. ¿Qué incentivos tienen los grupos criminales para mantener su centro de operaciones financieras en Sinaloa?
No tengo idea cuando terminará la crisis de violencia, pero tengo idea que las cosas no serán iguales desde un punto de vista económico o social. Estamos ante una situación muy complicada y no tenemos ningún plan de contingencia. A la crisis de seguridad le vendrá la crisis económica. Las señales están ahí. Ojalá las vea quien tiene en sus manos resolver el problema antes que se presente.
¿Usted qué opina, amable lector? ¿Está esperando que regresemos a la antigua normalidad?