Culiacán, Sinaloa, 18 de enero 2021. Desde la década de los setentas del siglo pasado estaba claro, y así se consigna en el Plan Nacional Indicativo de Ciencia y Tecnología (PNICyT: 1976) que los países del llamado Tercer Mundo, el nuestro entre ellos, habían sufrido “la acentuación de su subdesarrollo científico y de su dependencia cultural y tecnológica”.
Ello se expresaba claramente “en el reducido número de científicos de alto nivel… en la imitación creciente de los valores y pautas de consumo de las sociedades opulentas; en la dependencia casi total de las importaciones de tecnología; y en la débil capacidad interna para asimilar, adaptar y aplicar los conocimientos tecnológicos propios” (PNICyT).
El problema es que, en los países del Tercer mundo, y particularmente en México, los riesgos de largo plazo no eran (ni son) considerados como parte integrante de las estrategias de planeación.
Lo que interesa a la empresa privada no es lo que puede suceder con su propia competitividad a largo plazo, sino las formas operativas coyunturales que resulten funcionales al cumplimiento de sus expectativas de ganancia (y nada más).
Evidentemente, para salir al paso de la situación de dependencia que propicia el subdesarrollo tecnológico, resulta imprescindible un cambio de actitud en todos los sectores involucrados en la economía; una nueva mentalidad y disposición a correr riesgos con una visión de largo plazo.
DESDE HACE CASI 50 AÑOS
En 1976 se consignaba que “el sector privado ha hecho hasta ahora esfuerzos mínimos para desarrollar su propia capacidad técnica y sigue recurriendo al exterior para satisfacer sus necesidades más elementales en la materia”.
Los recursos financieros que destina ese sector a la Investigación y Desarrollo (IDE) eran (son) muy limitados.
“La inversión en investigación y desarrollo tecnológico conlleva riesgos y costos, pero el mayor riesgo a largo plazo para la empresa y la mejor forma de acentuar su dependencia del extranjero es no desarrollar su propia capacidad tecnológica” (PNICyT: 1976).
Así era y así es, véase si no lo que está pasando con las vacunas Covid y en muchos otros casos.
Y a ver hasta cuándo.
LO QUE LOS HACE POSIBLES
Hace casi 16 años (en 2005) el Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática (INEGI) reveló que una quinta parte de los mexicanos concentraba el 52.7 por ciento de la riqueza y su ingreso era 173 por ciento superior al que percibe la mitad de la población nacional
Ahora, más de tres lustros después, la concentración de la riqueza en cada vez menos manos, la ampliación de la brecha entre ricos y pobres, y el aumento de quienes viven en la miseria, son los signos del México actual.
Esa es la realidad que hace posible a los Slim y otros, a sus miles de millones en dólares, que festinan admiradores de escaso cacumen.
LA CRUDA REALIDAD
Con datos de la OMS, en México han muerto 13 mil 600 enfermos de Covid sin haber logrado ingresar a un hospital. La saturación está a la puerta y los casos aumentan cada día.
Esos pacientes que no pudieron entrar, siquiera, a un nosocomio, representan el 10% del total de decesos en 10 meses.
Se les consideraba pacientes ambulatorios y, como tales, no alcanzaron una cama o no llegaron. En nuestro país, la hospitalización llegó a 91% y “se incrementa la incidencia”.
La OMS advierte que “2021 (será) más difícil” (¿más?).
EN EL TINTERO
-En un Estados Unidos asediado, bajo amenaza, por el terrorismo trumpismo, donde se dan la mano neonazis, supremacistas blancos, el KKK y demás yerbas, pasado mañana debe tomar posesión de la presidencia de ese país, Joe Biden. Ya veremos si los cambios se dan en la proporción esperada.
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