En la vieja tradición política (y tiempo ah que esa práctica era asumida como algo positivo para la generalidad de un pueblo) las autoridades se apreciaban como responsables, más o menos, según el caso, de todo aquello que acontecía en su entorno de referencia. No se valía sacarle el bulto a problema alguno.
Los alcaldes, en esa lógica, lo mismo se ocupaban de los servicios en general que, toda proporción guardada, del tráfico citadino y las ineficiencias administrativas. Vinieron después las “competencias” jurisdiccionales (que son como la Carabina de Ambrosio), territoriales y demás, de modo que cada quien “justifica” y se ocupa de un segmento restringido de la dinámica social.
Lo que anda mal, que es mucho, es culpa ajena por aquello de que no hay “capacidad legal” para tratar de poner orden en las esferas que no son del nivel respectivo. Si nada, o casi nada, funciona, que se reclame a los otros espacios particulares porque el propio es impropio para avanzar más allá de sus límites estrechos.
Y PINTAN SU RAYA
Las disculpas, entonces, están a la mano porque “no se puede abarcar tanto” y nada hay perfecto en la viña del Señor. En esa ruta, incluso la necesaria imaginación se puede cancelar con una simple “explicación” de los límites jurisdiccionales.
Quizás lo más terrenal resulte más ilustrativo: en Culiacán vivimos un caos vial desproporcionado, si tomamos en cuenta un parque vehicular que, ciertamente no es despreciable, pero en modo alguno suficiente para justificar lo que sucede y que, afortunadamente, no se traduce en más desgracias cotidianas.
Los “servicios”, sin necesidad de huracanes, (Dios nos libre) son un desastre; la modernidad es, literalmente, una vacilada sin mayor referencia que los discursos vacíos, a más de simples. No hay problema, este pueblo aguanta todo (y más, si ello es dable imaginar).
¿ORDEN JURÍDICO?
Cuando la corrupción, el influyentismo, la intermediación y la violencia se convierten en vías para la solución de problemas, el orden jurídico se debilita y se perturban las relaciones sociales.
La ineficiencia del orden jurídico se ha acelerado, sus reglas no se respetan y se ha caído en una estructura basada en numerosas facultades discrecionales, que se aplican al libre arbitrio de los funcionarios, lo que altera la certeza jurídica.
Al debilitarse al orden jurídico, se cae en un proceso de corrupción, de gratificación a funcionarios y, más aún, la violencia se convierte en vehículo para lograr el cumplimiento de las expectativas.
¿DÓNDE ANDAS PACTO SOCIAL?
Todo ello tiene que ver con el relajamiento del Pacto Social plasmado en la Constitución General de la República. En la medida que el acuerdo social fundamental se diluye, las reglas se pervierten y la comunidad se desvía de sus fines generales.
Actualmente hay toda una discusión al respecto y, de entrada, es claro que los criterios de unidad se alejan cada vez más debido a las grandes inequidades sociales, la injusticia, las asimetrías en todos los órdenes, la criminal concentración de la riqueza en unas cuantas manos.
En el fondo, es el Pacto que se pierde (el acuerdo indispensable para que una nación pueda convivir en paz).
Pero eso no empezó ayer, ni hace tres años, es la herencia ominosa de las décadas prianistas, por más que las culpas se quieran endilgar a lo inmediato.
Ese es el reto, la tarea, que los actuales gobiernos emanados de la Cuarta Transformación enfrentan cada día. Hay avances, ciertamente, pero evidentemente el peso de la inercia hace su ominosa parte.
EN EL TINTERO
-Meses, años, y el comité que investiga el intento de golpe de Estado en el vecino país no termina por arribar a la evidencia: fue orquestado por Donald Trump y sus epígonos, que deberían estar en la cárcel.
-Y ahora hasta el agua donde haga falta. El capital leonino y especulador aumenta de manera insultante sus “ganancias”. Mientras los dejen.
-Más de cincuenta inmigrantes muertos en Texas y la hipocresía del vecino gobierno. ([email protected]).
