Mtro. Jesús Rojas Rivera
“En Mazatlán y Culiacán se anunció la obligatoriedad de la presentación del certificado de vacunación para el acceso a lugares concurridos. Los ciudadanos se mostraron a favor de la medida, desafortunadamente no hay buenos augurios para esta iniciativa porque la máxima autoridad en materia de salud pública tiene fama de laxa y permisiva. Y en materia de salud, lo que un Ayuntamiento propone, lejos está de ser una acción a tomarse en cuenta”.
Al principio parecía rumor, información filtrada que ante la especulación sonaba una broma exagerada. Por los chats de prensa comenzaba a circular entre reporteros y columnistas mensajes como; “El Químico de Mazatlán pedirá certificado de vacunación para antros y restaurantes”, “Dicen que el Químico se va a poner estricto en Maza”, “Sin certificado de vacuna no vas a entrar a lugares públicos en el puerto”.
En menos de dos horas se confirmó la noticia. En Mazatlán al mero estilo del Presidente francés Emmanuel Macron, el Químico Benítez sorprendía a Sinaloa y a México con la osada decisión. Circuló el acuerdo municipal: “A partir del lunes 2 de agosto vamos a exigir el comprobante de vacunación a toda persona que vaya a entrar a algún comercio, centro de diversión, restaurante, bar o antro”.
Horas más tarde el conspiranoíco secretario del ayuntamiento de Culiacán Othón Herrera, famoso en México por sus declaraciones en redes sociales asegurando que la pandemia mundial era “una psicosis por asuntos de mercado” y que entonces, instalado en su papel de falso profeta charlatánico aseguró que “no pasaría nada”. Salió a decir que en la capital sinaloense también se seguirán los pasos de Macron.
Las reacciones no se hicieron esperar, los ciudadanos respondieron positivamente a la medida. La tercera ola de la pandemia ha golpeado tanto a los sinaloenses que todas las acciones encaminadas a la reducción de los contagios y la mitigación de la propagación de la enfermedad serán ampliamente aplaudidas. Sondeos en 3 prestigiados medios de comunicación en el estado daban cuenta de la aprobación a la medida en más del 70%. El Químico se anotó un gran acierto en la decisión y pronto otros alcaldes querían saborear las mismas glorias aprobatorias.
En el mundo la experiencia con este tipo de decisiones ha sido por demás polémicas. En algunos países como Israel y Francia se mantienen ciertas restricciones de movilidad para personas no vacunadas, en otros como en Austria se ha tenido que cancelar los programas de certificación para obligar a la presentación de una prueba negativa en todos los lugares que se congreguen un gran número de personas. En Dinamarca se creó el “coronapass”, un certificado digital obligatorio para acceder a museos, zoológicos, parques, gimnasios y lugares públicos.
En todos los casos de éxito en donde se piden certificados de vacunación han sido las autoridades “federales” o “generales” las que tomaron la decisión en el marco de sus facultades legales. Es decir, el hecho de que en Sinaloa sean autoridades municipales las que comiencen este proceso no apunta para que termine con buenos resultados.
Y no hay buenos augurios para esta iniciativa porque la máxima autoridad en materia de salud pública tiene fama de laxa y permisiva, violentando incluso las leyes aplicables en la materia. El art. 408 de la Ley General de Salud dice que la vacunación será obligatoria para todos los individuos en territorio nacional en caso de “epidemia grave” y “ante el riesgo de emergencia o aparición de nuevas enfermedades trasmisibles o agentes infecciosos en territorio nacional”. Pero la disposición del gobierno federal al respecto es la de “que se vacune el que quiera”, con todos los riesgos que el caso advierte.
Para bien, las autoridades municipales con esta medida parece que lograron motivar a la juventud indecisa, largas filas de ciudadanos entre 18 y 29 años se observaron en los centros de vacunación de varios municipios. Si al final, el osado decreto mazatleco y su copia culichi, terminan en nada, para la historia quedará que la acción pretendida tuvo en ciernes sus logros y no hay que menospreciarles, sino aplaudirles. Luego le seguimos…