Un dron con explosivos dirigido contra elementos del Ejército mientras resguardaban una casa en Culiacán dejó a un militar gravemente herido. El hecho marca un antes y un después en la manera en que se libra la lucha contra el crimen en Sinaloa y en todo el país.
Que se usen drones para lanzar explosivos suena a película, pero está pasando en varios estados. No es la primera vez que se habla de este tipo de tecnología en manos del crimen, pero sí es uno de los episodios más graves.
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Lo preocupante no es solo el daño que provocan, sino lo que significa: los grupos delictivos están subiendo de nivel y el Estado tiene que ponerse al día. Porque esto ya no es solo cuestión de patrullajes, retenes y reacciones ante los ataques.
Las fuerzas de seguridad están frente a una amenaza que combina violencia y tecnología, que cambia las reglas del juego y que obliga a las autoridades a repensar el terreno en el que se está librando esta guerra. Una guerra silenciosa en algunos días, escandalosa en otros, pero que sigue presente.
¿Y ahora qué harán las autoridades?
Las Fuerzas Federales, el Ejército y las policías estatales han sostenido presencia constante en Sinaloa y gracias a esos operativos la violencia no ha escalado aún más. Lo sabemos. Pero el ataque con drones obliga a cambiar de lógica. No basta con tener más elementos en las calles. Se necesitan acciones de inteligencia con tecnología del mismo nivel o superior a la que usa el crimen organizado.
Aquí ya no se trata solo de capturar a los responsables de la violencia. Se trata de anticiparse. De prevenir. De proteger no solo a la tropa, sino a la ciudadanía que vive en los alrededores. Porque cuando un explosivo cae desde el aire en una zona urbana o suburbana, todos están en riesgo.
Los elementos en campo merecen más que reconocimientos. Merecen condiciones mínimas para cumplir su labor sin quedar tan vulnerables ante este tipo de agresiones. Equipamiento, capacitación, respaldo institucional. Y también una estrategia que no los exponga más de lo necesario.
¿Está en riesgo la población civil?
Esa es la pregunta que muchos se hacen. Y es válida. Porque si esto ocurre en zonas habitadas, si hay armas de alto poder y drones con explosivos volando cerca de casas, escuelas o negocios, claro que hay riesgo.
Hasta ahora no se ha documentado que estos ataques vayan dirigidos contra la población, pero la línea entre un objetivo “militar” y un daño colateral puede borrarse en segundos cuando se actúa sin control. Por eso es clave que la información fluya. Que la autoridad informe sin alarmar, pero tampoco minimice lo que pasa.
Y mientras los sinaloenses se debaten entre la incertidumbre de no saber cuándo terminará esta guerra, es necesario hacer una pausa y mirar de frente el costo humano. Desde aquí, todo el respeto y las condolencias a los familiares de militares y policías caídos en cumplimiento de su deber, así como a las familias de las personas desaparecidas y de todas las víctimas de la violencia.