1862 guerra civil en EU; un par de hombres han llegado a caballo a un lugar que promete un tesoro de 200,000 dólares; uno es rehén del otro; y el otro depende de su presencia para ser quien es. La historia se vino tejiendo entre forajidos, vaqueros, caza recompensas, hermanos perdidos y la ambición y el deseo de sobrevivir. Se suma al clímax de la historia un personaje más y con ello atestiguamos la llegada de estos hombres a su destino. Han sido semanas en las que sorteado una serie de devenires han arribado a esa tierra prometida. Ahí están. Aquí las palabras son silencios, ya que no es su fuerte dialogar; para ellos sus palabras son armas cargadas. Son diálogos por medio de miradas y gestos, armas y disparos, paisajes y música; la banda sonora se ha convertido en coprotagonista de toda esta historia. Tres personajes, tres historias y un sólo fin. “Cuando tengas que disparar, hazlo… No hables“.
La manera en que son retratados estos personajes lleva a sentir el ambiente, donde el clima y la fauna del lugar se convierten en unos personajes más alrededor de los rostros impasibles de estos forajidos. La fotografía nos hace sentir que el mundo es más grande de lo que imaginamos. Los rostros de estos hombres son tan humanos que percibimos y sentimos el sudor y la mugre del tiempo, que se insertan o vuelan como moscas permanentemente en nuestra vida. Ahí están estos hombres, mirándose y esperando la decisión del destino. “Cada pistola tiene su propia melodía”.
El italiano Sergio Leone cerró con esta película la trilogía que algunos historiadores del cine han llamado las historias del “hombre sin nombre”. Iniciando en 1964 con Por un puñado de dólares; continuando con Por unos dólares más un año después y finalizando en 1966 con El bueno, el malo y el feo.
El género del Western fue tratado desde el nacimiento del cine, con un cierto despecho como si fuera un subgénero barato. Hasta la llegada de El bueno, el malo y el feo, resurgió el género -que ya había colgado el sombrero- como un fenómeno de taquillas, emergió un icono cinematográfico, llamado Clint Eastwood, y se consolidó una región de Almería en España donde se recreó un ambiente meramente estadounidense para muchas películas de este género.
Contrario a lo que se pudiera imaginar, la inspiración para realizar visualmente esta película viene de oriente, concretamente de Japón. La técnica narrativa, fragmentada denominada por algunos especialistas como efecto Rashōmon, ejerció amplia influencia en esta cinta. Ha sido tal el impacto y la influencia en la historia del cine mundial que algunos cineastas rinden tributo a las escenas nacidas desde este film como Quentin Tarantino.
Dos colaboradores de Sergio Leone fueron los que ayudaron a revitalizar a este género: Ennio Morricone, que creó una música que se convirtió en coprotagonista de la historia, imitando la tonada principal en lo que podría ser el aullido de un coyote y lo que algunos historiadores del cine llamaron opera a caballo, ya que predomina la soledad del vaquero en medio de un paisaje abierto. Clint Eastwood, que desde las historias anteriores presentó y desarrolló a un personaje que poco a poco fue disminuyendo sus diálogos hasta llegar a monosílabos y gestos. Como dato agregado, su gesto al prender sus cigarros siempre fue genuino, ya que al actor siempre le desagradó el sabor del tabaco. La unión de estos talentos y elementos nos dieron esta obra maestra que se acerca a cumplir 60 años y se sigue hablando de ella.
Ha sido tal la trascendencia de la historia que la banda musical Metallica abre sus conciertos con el tema central de esta historia: El éxtasis del oro. La banda sonora estuvo en los primeros lugares de popularidad por un año.
Tal vez por eso nos apasiona el cine, ya que a lo largo de nuestra existencia, formamos parte activa o pasiva del título de esta obra. “Tal gratitud de las veces que te he salvado la vida”.
Somos en su momento los buenos, los malos o nos acomodamos en ser feos.