El centralismo es un fenómeno que tiene muchas y variadas expresiones y, desde luego, se nutre también con las actitudes de quienes lo sufren. Causa y efecto, el centralismo se enreda en las prácticas culturales, las formas de dominio y manipulación propias de sociedades como la nuestra.
Por lo demás, el centralismo está en todas partes, lo que cambia es el grado, matiz e intensidad con que se expresa. De lo urbano a lo rural, de las cabeceras municipales a las sindicaturas, de la capital del país a los estados; en todos los planos: político, económico, académico, periodístico, cultural.
A DECIR LO QUE SEA, LO MISMO DA
Por supuesto, para que el centralismo surta efecto requiere de ciertas condiciones. En primer término de una actitud (en los destinatarios de las determinaciones centralistas) sumisa y dispuesta a aceptar las imposiciones. Es decir, de una mentalidad colonizada.
En sus aspectos más terrenales, aparentemente inofensivos, el centralismo se da también cuando se privilegia la opinión de académicos, periodistas, comentaristas, analistas, reporteros, etc., de la capital del país, por el solo hecho de que viven y laboran en donde, ciertamente, se toman las decisiones (aunque no por ellos).
LA “SAPIENCIA” DEL PASEO
De la relevancia real, importancia cultural y pertinencia de lo que vienen a decir, casos hay en que su nivel resulta lamentable.
No se trata de todos, es cierto, pero generalmente no importa que muchos vengan a repetir lo que aquí ya se dijo semanas, y hasta meses, antes; no cuenta que desconozcan el medio y, por tanto, con frecuencia hablen fuera de contexto. Vienen con el signo del prestigio nacional y ello es suficiente.
Si es “internacional”, el rating sube, como en el caso de los “asesores” españoles que se están poniendo de moda (otra vez) en la política mexicana.
El tema da para más, sin duda.
Y SIGUE LA FIESTA
En los contadísimos medios que saben sacar cuentas, se informa que en los primeros siete meses de este año, que ya va en su recta final, los bancos que operan en México obtuvieron una utilidad de 130 mil millones de pesos.
Las mencionadas, y obscenas “utilidades”, hemos dicho, entre enero y julio han superado todos los registros de que se tenga memoria. Nada más entre el año pasado y el actual aumentaron en un 36 por ciento.
La mayor parte de esa utilidad leonina se va al extranjero, pues la banca de nuestro país de mexicana tiene muy poco, casi nada.
En tanto, la inflación no cede, los precios a la alza prácticamente en todo y por todo; los servicios deficientes y tramposos; pequeñas empresas y familias en el endeudamiento que más problemas les causa.
Y a ver hasta cuándo.
EN EL TINTERO
-Por supuesto que al comediante Zelenski y sus “asesores” (en realidad solo reciben indicaciones de Estados Unidos) no les interesa que la guerra termine. Negocios son negocios.
-El “sistema” judicial, agentes, jueces y demás yerbas, sigue siendo una cloaca en todo México. Hasta ahora, puros cuentos.
-Pocas expresiones oficiales más ridículas como: “se abre una carpeta de investigación”.
-¿De qué sirve el pago del predial, las participaciones estatales y federales, los impuestos, en Culiacán?
-Esos dineros son para pagar burocracia, “servicios”, “gastos varios”, “honorarios” y “asesorías”. Mientras, la ciudad es un desastre en todos los sentidos.
-Como se esperaba, el rito desvaído del “grito” se convirtió, en todo el país, en un concurso de ridiculeces.
-Según el alcalde de Culiacán, la inseguridad va “a la baja”. Puntual declaración que se pudo hacer desde Marte.
-Siguen los fines de semana reteneros (y también en el resto de los días) en esta ciudad que de capital tiene el nombre. Patrulleros parando sin motivo a quien les da la gana.
-La Constitución establece que eso es un delito y no hay reglamento que esté sobre ella. Les vale ¿y la flamante CEDH?
-A propósito de algún comentario que se nos hace llegar, y que quiere parecer amable, habrá que reiterar: como dijo Aristóteles: “Amicus Plato, sed magis amica veritas”. ([email protected]).