Es una de las preguntas que más nos hacemos los sinaloenses, porque la violencia que vivimos parece no tener fin. Homicidios, secuestros, desapariciones -en su mayoría jóvenes-, incendios provocados, casas y edificios quemados. Es un caos que no termina, y cada día se siente más pesado.
Desde el 9 de septiembre, cuando una nueva ola de violencia se desató en Culiacán, estamos viviendo bajo un miedo constante, casi como si nos hubieran arrebatado la tranquilidad para siempre.
Pero hay algo que no podemos olvidar: Sinaloa es mucho más que violencia. Aquí la mayoría somos gente trabajadora, pacífica y alegre. Somos un pueblo que valora la importancia de vivir en paz. Lo hemos demostrado una y otra vez. En medio de todo este panorama oscuro, los sinaloenses seguimos de pie.
Es impresionante cómo, a pesar de las circunstancias, la agricultura, la pesca, el comercio y muchas otras actividades, siguen funcionando. Es un claro reflejo del carácter de nuestra gente, que no se deja vencer por nada.
Es cierto que la violencia está presente, pero también lo es que aquí hay fuerza, hay esperanza y hay ganas de salir adelante.
¿Qué pasa con los operativos?
Vemos operativos conjuntos, despliegues de fuerzas federales y estatales. Se supone que están haciendo todo lo posible, pero… ¿de verdad están funcionando?
Es cierto que las cifras oficiales dicen que los homicidios han bajado, pero, ¿de qué sirve eso si seguimos sintiendo miedo?
La violencia no solo se mide en estadísticas; se siente en la calle, en el ambiente, en esa sensación de que algo malo puede pasar en cualquier momento.
Es triste, pero parece que ya nos acostumbramos a vivir con esto. Nos hemos adaptado, como si fuera normal, y eso es lo más inquietante.
La resignación no puede ser la respuesta, pero recuperar la esperanza a veces parece un reto enorme.
¿Por qué sigue esta guerra?
Como muchos saben, la violencia que vivimos no comenzó en septiembre pasado. Es un problema que lleva años gestándose, y no hay una solución sencilla. Está enraizada en muchas cosas.
Disputas internas entre grupos criminales: las traiciones y luchas por el poder dentro del cártel de Sinaloa son una de las principales causas de la violencia que padecemos.
Falta de oportunidades: muchos jóvenes, al no tener opciones reales de superación económica a través de la educación y el trabajo, ven el crimen organizado como una salida.
Instituciones débiles: las autoridades locales no tienen los recursos materiales ni la fuerza para enfrentar de manera prolongada un problema de este tamaño.
¿Qué podemos hacer?
Aquí no se trata de esperar una solución mágica, sino de actuar, de trabajar juntos. Hay cosas que podemos hacer como sociedad y cosas que las autoridades tienen que hacer bien, porque para eso fueron nombradas.
Invertir más en educación y empleo: si les dan a los jóvenes opciones reales, habrá menos razones para que caigan en el crimen.
Pensar en el mediano y largo plazo: esto no se arregla con medidas temporales o políticas de corto plazo. Necesitamos estrategias que vayan más allá de un sexenio.
La pregunta “¿cuándo terminará esta guerra?” sigue ahí, y tal vez nadie tiene la respuesta exacta.
Pero algo está claro: queremos un Sinaloa donde nuestras familias puedan salir sin miedo, donde la paz no sea un sueño lejano.
La paz es algo que merece este pueblo que nunca ha dejado de luchar.
Que así sea.