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Criando el futuro: cómo educar en igualdad desde casa

Descubre cómo criar en igualdad, eliminar estereotipos y educar a tus hijos con valores que fomenten el respeto y la equidad desde la infancia.

La igualdad no se enseña en la escuela ni en la calle. Se aprende en casa, en cada palabra, en cada gesto, en cada expectativa que les mostramos a nuestros hijos. | Foto: Ilustrativa.

Mamá, ¿por qué yo tengo que lavar los platos y mi hermano no?preguntó Sofía, frunciendo el ceño y cruzando los brazos.

Su madre, sin pensarlo mucho, respondió:Porque así es, hija. Las niñas deben aprender a mantener la casa en orden—.

Sofía tenía ocho años. Su hermano, 10. Mientras a ella le enseñaban a limpiar después de la comida, él podía levantarse de la mesa y seguir jugando. Nadie le pedía que ayudara. Nadie le decía que “debía aprender” a hacerlo.

Situaciones como esta ocurren todos los días en miles de hogares sin que los padres siquiera lo noten. Frases como “los hombres no lloran”, “las niñas deben portarse bien” o “si te molesta, es porque le gustas” parecen inofensivas, pero transmiten mensajes que dejan huella. Lo que empieza como un simple comentario termina convirtiéndose en creencias que los acompañan toda la vida.

Ayer fue 8 de marzo, una fecha que nos recuerda la lucha por la igualdad de género y la necesidad de reflexionar sobre los cambios que aún hacen falta. Se habla de derechos, de políticas públicas y de grandes transformaciones, pero la raíz de la desigualdad no siempre está en lo externo, sino en lo que se aprende desde la infancia, en lo que se enseña en casa, en lo que se normaliza sin cuestionar.

¿Te has detenido a pensar qué le estás enseñando a tus hijos sin darte cuenta? Puede que nunca les hables directamente de desigualdad, pero la aprenden con cada gesto, cada expectativa y cada palabra que reciben. La pregunta es: ¿qué estás transmitiendo en casa?

La crianza desigual: el origen de muchas brechas de género

Ningún niño nace creyendo que hay cosas “de niñas” y cosas “de niños”. Nadie llega al mundo pensando que ciertas emociones son exclusivas de un género o que algunas responsabilidades le corresponden más a unos que a otros. Pero con el tiempo, lo aprenden.

Desde pequeños, absorben no solo lo que se les dice, sino también lo que ven en casa. Si observan que papá trabaja y mamá se encarga del hogar, asumen que ese es el orden natural de las cosas. Si notan que los hombres rara vez hablan de sus emociones, entienden que expresar lo que sienten no es algo “masculino”. Si a las niñas se les elogia por ser “bonitas” y a los niños por ser “fuertes”, crecen con la idea de que su valor depende de esas cualidades.

A los tres años, los niños ya identifican ciertas normas de género. A los siete, muchas de estas creencias están tan arraigadas que difícilmente las cuestionan. Así, cuando llegan a la adolescencia y luego a la adultez, estas ideas influyen en su forma de verse a sí mismos y de relacionarse con los demás. Son las mujeres que dudan de sus capacidades porque crecieron priorizando a los demás antes que a sí mismas. Son los hombres que creen que mostrar vulnerabilidad es un fracaso porque siempre les dijeron que debían ser duros.

La desigualdad no empieza en la calle, en la escuela ni en el trabajo. Comienza mucho antes, en los pequeños gestos, en las expectativas que colocamos sobre nuestros hijos sin darnos cuenta. Criar en desigualdad no siempre es una decisión consciente, pero sí un hábito aprendido. Y como todo hábito, puede cambiarse.

Frases que limitan a tus hijos: lo que dices importa más de lo que crees

Las palabras que usamos con nuestros hijos tienen más poder del que imaginamos. No solo comunican ideas, también moldean creencias que los acompañarán toda la vida. Algunas frases parecen inofensivas, pero en realidad refuerzan estereotipos que limitan la forma en que niños y niñas se ven a sí mismos y a los demás. A continuación, algunas de las más comunes y cómo podemos reemplazarlas para educar en igualdad.

Cuando a un niño se le dice que “los hombres no lloran”, el mensaje que recibe es que debe ser fuerte y reprimir sus emociones. Con el tiempo, aprende que mostrar tristeza o miedo es una debilidad, lo que puede afectar su salud emocional y sus relaciones. En su lugar, es mejor enseñarle que todas las emociones son válidas y que llorar no lo hace menos fuerte, sino más humano.

Si a una niña se le insiste en que “debe portarse bien”, lo que muchas veces se espera de ella es que sea tranquila, dócil y complaciente. Mientras tanto, a los niños se les permite ser más inquietos o desafiantes sin que eso sea mal visto. En lugar de fomentar obediencia ciega, es más útil enseñar respeto y comunicación, sin importar el género.

Otra frase que parece inocente, pero tiene un impacto negativo, es “si un niño te molesta, es porque le gustas”. Con este mensaje, las niñas aprenden a justificar el maltrato como una señal de afecto, y los niños pueden entender que está bien expresar interés a través de la agresión. Lo mejor es dejar claro desde pequeños que el cariño y el respeto van de la mano, y que nadie debe aceptar malos tratos como muestra de afecto.

El trabajo doméstico también suele estar cargado de estereotipos. Cuando se le dice a un niño que “ayude en la casa”, se refuerza la idea de que esa no es realmente su responsabilidad, sino algo que hace como un favor. Así se perpetúa la creencia de que las tareas del hogar son una obligación exclusiva de las mujeres. En lugar de pedir ayuda, es fundamental enseñar que el hogar es responsabilidad de todos y que cada quien debe contribuir en su cuidado.

Mini reto: reflexiona sobre lo que dices en casa

Piensa en las frases que usas con tus hijos o en aquellas que escuchaste cuando eras niño. ¿Qué mensajes transmiten? ¿Fomentan la igualdad o refuerzan diferencias innecesarias? Pequeños cambios en el lenguaje pueden hacer una gran diferencia en la forma en que los niños se ven a sí mismos y entienden el mundo. La crianza en igualdad empieza con las palabras que elegimos cada día.

Cómo los estereotipos afectan el futuro de tus hijos sin que lo notes

Ningún niño nace inseguro de sí mismo. Nadie llega al mundo creyendo que llorar está mal o que expresar lo que siente lo hace débil. Pero lo aprenden. Y lo que aprenden en la infancia define la manera en que se relacionarán con el mundo cuando crezcan.

Los estereotipos de género no son solo ideas abstractas; tienen un impacto real en la vida de las personas. Muchas mujeres que fueron criadas para ser complacientes y discretas llegan a la adultez con inseguridad sobre sus propias capacidades. Les cuesta pedir un aumento, ocupar espacios de liderazgo o simplemente expresar lo que piensan por miedo a “molestar” o “caer mal”. A los hombres, en cambio, se les enseña que deben ser fuertes a toda costa, que mostrar vulnerabilidad es una debilidad y que su valor está en lo que logran, no en lo que sienten. Con el tiempo, esta represión emocional puede derivar en ansiedad, depresión o dificultades para conectar realmente con los demás.

Y no es solo una cuestión de bienestar personal. La forma en que criamos a los niños y niñas influye directamente en sus oportunidades futuras. Si desde pequeños se les enseña que hay trabajos “para mujeres” y trabajos “para hombres”, es natural que las niñas tengan menos interés en áreas como ciencia, tecnología o liderazgo. Si los niños nunca aprenden sobre el cuidado del hogar o la importancia de la corresponsabilidad, es más probable que en el futuro perpetúen los mismos roles desiguales en sus propias familias.

Pero el impacto no se detiene ahí. La crianza desigual está directamente relacionada con problemas como la violencia de género y la brecha salarial. Un niño que crece viendo que el poder y la toma de decisiones recaen en los hombres difícilmente cuestionará esos patrones cuando sea adulto. Una niña que aprende a priorizar las necesidades de los demás sobre las suyas tendrá más probabilidades de tolerar situaciones de abuso o desigualdad.

Nada de esto es natural. No es biológico ni inevitable. Son ideas aprendidas que pueden cambiarse si empezamos a educar diferente. Y ahí está la clave: darnos cuenta de que lo que enseñamos en casa no solo moldea la infancia de nuestros hijos, sino su futuro. Y el futuro de todos.

5 claves para criar hijos sin estereotipos de género

Criar en igualdad no es complicado, pero sí requiere consciencia. No se trata solo de evitar ciertas frases o discursos, sino de cambiar hábitos y dinámicas cotidianas que muchas veces damos por sentadas. La buena noticia es que pequeños cambios pueden marcar una gran diferencia en la forma en que los niños y niñas se perciben a sí mismos y a los demás. Aquí algunas acciones concretas para empezar hoy.

Permíteles explorar sin etiquetas
Desde pequeños, los niños reciben mensajes sobre lo que “deben” y “no deben” hacer según su género. A las niñas se les ofrecen muñecas y cocinitas, mientras que a los niños se les dan autos y herramientas. Sin darnos cuenta, limitamos sus intereses y les enseñamos qué es “apropiado” para ellos. En lugar de encasillarlos, dales libertad. Si un niño quiere jugar con muñecas, está bien. Si una niña quiere aprender a usar herramientas, también. Los juguetes, los colores y las actividades no tienen género.

Valida todas las emociones
Expresar lo que sentimos no es una cuestión de hombres o mujeres, es una necesidad humana. Sin embargo, desde la infancia, a los niños se les enseña a reprimir sus emociones, mientras que a las niñas se les permite expresarlas con mayor libertad. Esto tiene consecuencias en la vida adulta, afectando su bienestar emocional y sus relaciones. La solución es simple: permite que todos expresen lo que sienten sin etiquetas. Si un niño llora, escúchalo sin minimizar su sentir. Si una niña está enojada, enséñale que es válido expresar su frustración. Todos tienen derecho a sentir y a comunicarlo.

Reparte la responsabilidad en casa
El hogar no es solo de mamá ni el trabajo doméstico es una “ayuda” que los hombres ofrecen de vez en cuando. Desde pequeños, los niños deben entender que la casa es responsabilidad de todos. Si ven que su papá cocina, lava y ordena, entenderán que no es una tarea exclusiva de las mujeres. Si una niña crece en un entorno donde se le enseña que no debe hacerlo todo sola, aprenderá a exigir equidad en el futuro. Asigna tareas según la edad, no según el género, y deja claro que cuidar el hogar no es opcional, es parte de la convivencia.

Enseña el respeto a los límites desde pequeños
El respeto por los límites de los demás no es un tema exclusivo de los adultos, se aprende desde la infancia. Frases como “déjalo, solo quiere jugar” cuando un niño molesta a otro o “dale un beso a tu tía aunque no quieras” envían el mensaje de que los límites personales no importan. Enséñales que si alguien dice “no”, se respeta, sin importar si es un juego, un abrazo o cualquier otra situación. Los niños que crecen con esta idea clara son más propensos a respetar los límites de los demás en sus relaciones futuras.

Predica con el ejemplo
Los niños aprenden más de lo que ven que de lo que se les dice. No sirve de nada hablarles de igualdad si en casa ven lo contrario. Si papá es el único que toma decisiones o mamá es la única que cuida la casa, esos serán los modelos que asumirán como normales. Si queremos criar niños y niñas que valoren la equidad, debemos vivirla en nuestro día a día. Reflexiona sobre las dinámicas en tu hogar y haz los cambios necesarios para que lo que enseñas con palabras también se refleje en acciones.

Criar en igualdad no es un esfuerzo aislado, es una construcción diaria. No se trata de cambiarlo todo de un día para otro, sino de tomar consciencia y empezar a hacer pequeños ajustes que, con el tiempo, marcarán una gran diferencia. Los niños aprenden de lo que viven. Si crecen en un ambiente de respeto, equidad y libertad, se convertirán en adultos que reflejen esos mismos valores.

Crianza y equidad: por qué la educación en casa es la base del cambio social

Las leyes y los movimientos sociales han sido clave en la lucha por la igualdad. Gracias a ellos, hoy existen derechos y protecciones que antes eran impensables. Pero aunque estos avances son indispensables, no bastan por sí solos. La raíz de la desigualdad no está solo en las leyes o en las calles, sino en lo que se enseña en casa, en cada conversación y en cada mensaje que los niños reciben desde pequeños.

La educación en igualdad no comienza con reformas, sino con pequeñas acciones diarias. Cada vez que le enseñas a tu hijo que todas las emociones son válidas, estás formando a un hombre que no reprimirá sus sentimientos por miedo a parecer débil. Cada vez que animas a tu hija a expresar su opinión y tomar decisiones, la preparas para enfrentar el mundo con confianza. Cada vez que repartes las tareas del hogar sin distinción de género, refuerzas la idea de que la responsabilidad y el cuidado son de todos.

No se trata de elegir entre el cambio social y el cambio personal. Ambos son necesarios y se complementan. Pero si queremos que las leyes y los movimientos realmente transformen la realidad, necesitamos sembrar esos valores en casa. Porque lo que los niños aprenden en su infancia se reflejará en la sociedad que construirán como adultos.

Hoy, antes de seguir con tu día, hazte una pregunta: ¿qué cambio vas a hacer en la educación de tus hijos? Puede ser tan simple como modificar una frase, permitirles explorar sin etiquetas o enseñarles a respetar los límites de los demás. No importa qué tan pequeño parezca, lo importante es empezar. Porque el cambio no ocurre solo afuera. Ocurre en casa. Y empieza ahora.

Para terminar

La forma en que educamos a nuestros hijos moldea la sociedad que construiremos en el futuro. Sin darnos cuenta, muchas veces transmitimos mensajes que refuerzan la desigualdad: en las palabras que elegimos, en las expectativas que colocamos sobre ellos y en los roles que normalizamos dentro del hogar. Pero cuando tomamos consciencia de esto, tenemos la oportunidad de cambiarlo.

Hoy es un buen momento para reflexionar. ¿Qué frases, hábitos o actitudes podrías estar enseñando sin querer? ¿Cómo podrías transformar esos pequeños detalles en mensajes que fomenten la equidad? No se trata de hacer cambios radicales de un día para otro, sino de dar pasos constantes hacia una crianza más justa y libre de estereotipos.

Si este mensaje resonó contigo, compártelo con otros padres, madres y personas que tienen influencia en la educación de niños y niñas. La igualdad no es responsabilidad de unos pocos, es un trabajo en equipo. Y mientras más personas cuestionen y transformen la manera en que educan, más cerca estaremos de un futuro donde ser hombre o mujer no signifique crecer con limitaciones impuestas desde la infancia.

Empieza hoy. La crianza en igualdad no puede esperar. Cada gesto, cada palabra y cada acción cuentan. Gracias por leer y por ser parte del cambio.

Como siempre, te dejo un abrazo
Juan José Díaz

Fuente: Internet

Fotografía de perfil de Juan José Díaz Iribe

Juan José Díaz Iribe

Columnista

Juan José Díaz Iribe

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