En la ruta permanente de nuestras vidas, la sociedad mexicana nos encontramos ante la urgente necesidad de hacer un ALTO obligatorio. Un STOP, dirían algunos simpatizantes sin causa del idioma Inglés.
Seamos reiterativos; Un alto obligado y necesario, claro, para quienes queramos participar en la lucha contra la pandemia del temible coronavirus.
Una lucha que es de todos, y como tales, tenemos que ser partícipes en la batalla que nos ha tocado librar frente a éste peligroso y destructivo virus.
Gobierno y sociedad. Ricos y pobres. Hombres y mujeres. Jóvenes y adultos. Razas y credos, obligados a asumir la parte que nos corresponde en ésta lucha por la salud.
Las luchas y controversias políticas, deberán igualmente entrar en una obligada y muy urgente pausa. Para todo habrá tiempo.
Un ALTO en nuestras actividades no esenciales, ante el mudo mandato de la mortífera familia viral. El semáforo está ya en rojo, y ello obliga al alto.
Una necesaria parálisis social, cultural, deportiva y en gran medida laboral es la ruta a seguir en aras de contrarrestar este mal de nuestros tiempos identificado por la ciencia médica como COVID-19.
Ante ese fenómeno epidemiológico, hoy, la palabra SEMAFORO, podría ser considerada como una de las más pronunciadas no solo por la ciencia médica, sino de igual manera por la sociedad en general.
Es una palabra que sin duda se ha posesionado de todo tipo de charlas familiares, de café, y desde luego de los comentarios y notas informativas en los distintos medios de comunicación.
Nunca la palabra SEMAFORO había cobrado tanta vigencia y atención entre la sociedad mexicana. Incluso, creo que ni en las reuniones de las autoridades de vialidad en las esferas del gobierno.
Pero, habría que decirlo, dentro del ambiente de miedo e incertidumbre que vivimos hoy en día, los mexicanos nos estamos moviendo al ritmo, no de uno, sino de Dos semáforos. Mortales ambos.
1.-El consabido semáforo epidemiológico, que se encarga de medir el comportamiento de los contagios y muertes generadas por el COVID entre la población nacional.
2.-El semáforo delictivo, que sirve también como instrumento de medición, aunque para en su caso para registrar las estadísticas de muertes violentas. Para muchos, se trata de los semáforos de la muerte.
Dos semáforos, cuya movilidad es permanentemente y es generada por dos actores… Letales por igual…CORONAVIRUS Y SICARIOS laceran cuerpos humanos en una danza macabra con la muerte.
El CORONAVIRUS ataca a través de individuos no voluntarios, pero irreverentes e inconscientes. Los convierte en sus cómplices invisibles pero tangibles, para sembrar el luto en los pueblos y ciudades a través del COVID-19.
LOS SICARIOS, actúan de manera voluntaria, y en su calidad de socios también de la muerte, disparan balas que igualmente flagelan cuerpos y destruyen miles de vidas.
Y ahí están en nuestro entorno, presentes y amenazante el CORONAVIRUS y los SICARIOS, considerados los padres del COVID y la VIOLENCIA… Los dos entes, que paradójicamente dan vida a la muerte.
Atenderlos y combatirlos es facultad y obligación de las autoridades de los tres niveles de gobierno…Por desgracia nuestra espera se torna larga y preocupante.
Para el control y eliminación del COVID se unió la comunidad científica en aras de lograr la vacuna inmunizadora… La esperanza de la población es traumática pero está vigente y es alentadora.
Para el control de la pandemia de la violencia el gobierno, lleva muchas décadas de infructuosos intentos por encontrar la vacuna mágica que la extermine… Para desgracia de todas y todos, cada día la posibilidad del éxito se disemina en el horizonte…Mientras tanto los dos semáforos están en rojo…Nos indican un ALTO obligatorio en nuestro diario caminar gracias a la amenaza de esas dos terribles pandemias…COVID Y SICARIOS.