Chivas desplegó el futbol ofensivo y defensivo que le correspondía hacer en una cuesta que no estaba tan empinada. Un gol en contra no era suficiente sobre todo por como venía jugando sus últimos partidos y al final encontró una merecida recompensa: colocarse en la gran final del futbol mexicano.
Ningún mérito hay que quitarle al plantel tapatío sino todo lo contrario. El planteamiento que hizo su técnico no pudo haber sido más perfecto para contrarrestar a la que fue la mejor ofensiva de todo el torneo. Veljko Paunovic simple y sencillamente le ganó el juego de ajedrez a Fernando Ortiz, quien al final del encuentro, más por vergüenza que por otra cosa, decidió hacerse a un lado como entrenador de las Águilas del América.
El Tano tomó esa decisión no porque haya estado condicionada su continuidad a ganar un título, pero sí seguramente porque sabe que se equivocó en los movimientos que realizó, en esos momentos tan desesperados y dramáticos de no poder contener la avalancha rojiblanca.
Pero la debacle del América no solo estuvo en las manos de Ortiz. El equipo no jugó bien la liguilla con el San Luis y pese a su victoria en el partido de ida en Guadalajara el equipo no demostraba esos argumentos que lo llevaron a ocupar la segunda posición general en la tabla.
El principio del fin en este clásico comenzó con la expulsión de su mejor jugador de todo el torneo, Álvaro Fidalgo, a quien decidió dejar en el banquillo en los primeros 90 minutos por una lesión. Aún con el español en la cancha, las cosas no iban a cambiar nada para los capitalinos, porque el desempeño del América no tenía pies ni cabeza.
Jugar en desventaja obviamente tiene un alto riesgo y Chivas, que estuvo encima de ellos todo el juego, aprovechó esa rendija para duplicar sus deseos de ganar y avanzar, situación que se asoció con los pésimos movimientos de Ortiz cuando la presión le ganó. El Tano desbarató consciente o inconscientemente el equipo y su esquema que no nunca vimos.
Con el empate 1-1 en el juego (todavía 2-1 en el global), optó por defender esa ventaja colocando dos elementos de contención como Pedro Aquino y Jonathan Dos Santos, sin que ello existiera otra variante. Aquino tuvo culpa en el segundo gol de Chivas por aquellas manos fuera del área de cuya acción se desprendió la anotación, pero, además, su trabajó dejó mucho que desear con relación a la labor del primer partido.
Ortiz y América terminaron renunciando al ataque cuando el técnico sacó a Henry Martin, el “Cabecita” Rodríguez y su mejor hombre en la cancha y autor del único gol, Diego Valdés. La defensa de Chivas, que jugó de manera perfecta, ya no iba a tener más dolores de cabeza con esos movimientos, propiciando el Tano a que otros elementos más del Guadalajara se sumaran al ataque para encontrar el tercer gol.
Fernando quiso valerse del sistema de competencia en el que, con empate global, avanzaba. Pero ni en eso tuvo suerte. Sucedió lo mismo el sábado en Monterrey, cuando Víctor Manuel Vucetich también renunció al ataque con el partido empatado de manera global, y en el pecado llevó la penitencia.
Chivas es un digno finalista. En mi antepenúltima entrega lo cité, que llegaba más motivado al Clásico y allí está la respuesta.
