Aquellos árabes que no durmieron en su horario normal –a quienes les interesó asistir a la función– se fueron a la cama decepcionados, como muchos de nosotros –aquí estamos acostumbrados– ante la horripilante pelea que Saúl Alvarez y el cubano William Scull ofrecieron al mundo hasta donde llegó la señal televisiva de una velada tan inusual como nugatoria.
El “Canelo” ganó por decisión unánime un combate más pobre que mi cuenta bancaria, tal vez con los registros más bajos de la historia en cuestión de golpes lanzados y conectados a la humanidad de uno y otro.
Por momentos pensé que estaba en la sala de un teatro presenciando y escuchando el tema del “Lago de los Cisnes” o el “Payaso de Rodeo”, porque tanto el campeón como el retador se dedicaron a darnos unas clases de cómo moverse (o eludir) el contacto físico que debe tener una auténtica pelea arriba del cuadrilátero.
Pero más pena me dio escuchar al mexicano criticar el estilo del ahora excampeón supermedio de la FIB, al que acusó de no querer combatir, de rehuir el intercambio de golpes y de que su objetivo era embolsarse los nada despreciables nueve millones que recibió por dejar el cinturón en manos de Alvarez, cuya victoria –si la podemos llamar así– lo deja nuevamente como campeón indiscutido.
¿En verdad toda la culpa del pobre espectáculo que ofrecieron fue solo del cubano? ¡Claro que no! Antes de haber señalado a William, el “Canelo” debió haberse criticado a sí mismo por no saber resolver un problema que representó la habilidad de Scull para moverse por todo el entarimado.
¿Acaso no sabía y estudió al rival cuando recibió la confirmación de que sería su siguiente adversario? Dudo mucho que no lo haya hecho, porque desde hace muchos años lo primero que hace un pugilista es estudiar mediante videos al oponente, conocer sus puntos vulnerables y su estilo. Todos lo hacen, estén o no en ese nivel.
Sabía que Scull no iba a presentar combate y que eso significaba un riesgo muy grande para él, porque las críticas vendrían en cascada, como está sucediendo. ¿Por qué no aceptar que no tuvo la capacidad técnica para resolverlo? ¿Acaso el padre tiempo ya está comenzando a cobrarle factura?
Contra Floyd Mayweather Jr. sucedió lo mismo. La única gran diferencia es que el norteamericano, además de darle una cátedra de boxeo, le asestó un gran número de golpes.
Alvarez conectó a Scull 40 golpes al cuerpo de los 152 que lanzó en los 12 capítulos. Es decir, lanzó un promedio de 11 por round contra 293 del oponente. Allí está la respuesta a su incapacidad de descifrar el estilo y de cerrarle los espacios para haberlo conectado. Sus piernas, simple y sencillamente, no le respondieron.