Entre el gobierno y la oposición siempre debe de haber una relación fluida. Deben de estar interactuando permanentemente para que la vida política no sea estéril. Debe de reivindicarse la democracia entre mayorías y minorías. Para que quien hoy es minoría mañana pueda ser mayoría y al contrario.
El gobierno debe saber catalizar todas las iniciativas ciudadanas, pero pocas veces se observa que la calidad de un gobierno no depende solo de sus iniciativas y de sus habilidades y capacidades para dirigir la sociedad, sino que fundamentalmente la calidad del gobierno depende de la calidad de la oposición.
Los políticos debiéramos de tener presente la definición del politólogo polaco Adam Pzeworski, sobre la democracia, y trabajar para hacer la viable: Democracia es un régimen político en el que algunos partidos pierden las elecciones y sin embargo no recurren a métodos autoritarios, es decir, por qué quien pierden tiene más incentivos para seguir cumpliendo las reglas del juego que para alterarlas; por qué los perdedores de la contienda electoral, sin embargo, siguen cumpliendo las reglas del nuevo juego.
El problema de una parte de la oposición en Sinaloa, sobre todo de la que se manifiesta en Culiacán, es que no está dispuesta a sujetarse a las reglas con las que actualmente funciona la democracia. Perdieron la elección en 2021, pero quieren recuperar el poder con un golpe de timón, con gritos y sombrerazos. Desean que alguien del exterior les regrese la gubernatura. No han asumido que el poder lo perdieron en las urnas, y no quieren someterse a las urnas para recuperarlo.
Cumplir las reglas del juego para recuperar el poder no le interesa. Añoran el viejo mecanismo que usaba el Presidente de la Republica de las filas del PRI, de destituir al gobernador de tal o cual Estado de la República, siguiera vigente. No creen en la Revocación de Mandato, donde participa la ciudadanía.
La Revocación de Mandato no tienen interés en aplicarlo, porque eso implica trabajo, hay juntar firmas en varios municipios del Estado de Sinaloa. Cuando se es una oposición cómoda, se es repelente al trabajo con la población. Se es una oposición de café.
En la actualidad, el diseño institucional de nuestras leyes electorales permite que los perdedores no se apropien de todo el espacio político y los perdedores no pierdan todo el espacio político, si no fuera así evidentemente quien pierde no tendrá ningún incentivo para seguir cooperando. La democracia es un régimen en el que hay un equilibrio precario, y muy delicado, entre la competición y la cooperación. La relación entre gobierno y oposición al mismo tiempo es competitiva y al mismo tiempo es de cooperación.
El gobierno tiene la responsabilidad de aceptar las propuestas de la oposición, y quien está en la oposición debe de hacer propuestas constructivas. En algún momento debe de colaborar y en otro momento debe de situarse en contra del gobierno.
El gobierno no puede pretender un apoyo total para sus medidas de la oposición, la oposición tiene que saber presentar alternativas, si no se presentan alternativas a los planteamientos del gobierno evidentemente la democracia se empobrece.
Hacer oposición es extraordinariamente complicado, no es fácil pero en la ciudadanía esperamos que haya oposición para poder elegir; en cambio hay un incentivo para que en lugar de oposición haya siempre descalificación personal de la gente que está gobernando; esto es profundamente negativo para la democracia pero está alentado por los medios de comunicación y por la dimensión mediática de la política, cada vez hay menos ideas y cada vez hay más descalificación personal.
Ser oposición implica estudiar, trabajar con la gente, y abandonar la vida cómoda y el café. Descalificar al gobernante, sin ofrecer alternativas viables, te hace ser una oposición estéril, de café.