“A la proverbial incapacidad, más allá de la simple limitación que impone la ausencia de preparación, hay que sumar la corrupción generalizada de los cuerpos policíacos, sus mandos medios, intermedios y superiores; la ausencia de un aparato de justicia medianamente habilitado para su función y las complicidades, tanto en la esfera pública como la privada”.
Eso escribimos, y reiteramos, desde hace años y es una realidad que ha durado por sexenios.
No es tarea fácil salir al paso de una herencia ominosa, cuyas prácticas se han internalizado en la sociedad. Estamos ante dinámicas viciadas y una perniciosa inercia nacional en ese y otros aspectos.
De esa manera, para festín de una “oposición” que no sabe serlo, con todo y los esfuerzos de la llamada 4T, se sigue en la tandariola.
Es, lisa y llanamente, una lucha en curso, difícil, compleja en sí, y endilgar todas las culpas al presente no se corresponde con un análisis desprejuiciado.
Cierto: el imperativo es que los gobiernos de los tres niveles salgan al paso de la nefasta herencia que se instaló a lo largo de sexenios.
Se está haciendo, pero los resultados van a tardar. Los cimientos de la corrupción son poderosos.
LO QUE SE ENFRENTA
Todavía hay pueblos y ciudades sin cuerpos policíacos, masacres en lugar de ejecuciones individuales; extensas áreas del país sin autoridad capaz de enfrentar al crimen organizado y desorganizado pero terriblemente eficaz.
En el común denominador, la impotencia colectiva, la seguridad del riesgo general, como si fuera la voluntad de Dios, y el horror estandarizado.
Nada nuevo, pero se teje así el clima propicio, el ambiente adecuado a la barbarie, el mismo que con frecuencia festinan los defensores del pasado.
En tanto, no pocas figuras y comparsas del teatro nacional coinciden en un aserto cínicamente minimalista: a río revuelto, ganancia de pescadores.
Como sea, lo que no tiene vuelta de hoja es que se impone revisar y corregir lo conducente. Esperemos.
El capital: la misma gata
Hace más de veinte años, en las reuniones de los banqueros mexicanos se expresaba una gran preocupación: que las sociedades financieras del extranjero, que ya estaban operando en México, entonces con más de 17 mil millones de nuevos pesos en créditos, se hicieran del mercado.
Algunos señalaban la urgencia de eficientar los servicios de la banca nacional, su agilidad, capacidad y competitividad, como imperativos insoslayables.
Era comprensible y, con el acceso de los bancos extranjeros, además, se presentaba la necesidad de revisar los marcos normativos de la Comisión Nacional Bancaria y sus formas de operación.
Y SIGUIÓ IGUAL (O PEOR)
Para el público usuario de los servicios bancarios, la banca extranjera se veía entonces como la oportunidad de abaratar el costo de los créditos y, naturalmente, poder contar con opciones más rentables en el mercado del dinero.
Señalamos entonces que el riesgo era que los banqueros mexicanos negociaran con los extranjeros la homologación de las condiciones de crédito, de sus servicios en general y, como resultado de ello, las altas tasas de interés y los cobros de todo y por todo continuaran igual.
Con esas sociedades
Lo que pasó ya lo sabemos: no sólo se homologaron los bancos fuereños, sino que además se asociaron con la banca nacional al grado de que, ahora, es el capital transnacional el que impera en las finanzas mexicanas.
En todo el mundo se sabe que los bancos que operan en México (decir “mexicanos” sería otra cosa) lo hacen en condiciones de excepción y privilegio que no pueden tener en sus países de origen.
Por eso la banca extranjera gana en nuestro país más, mucho más, que en sus matrices de Europa y Estados Unidos.
Lo que pasó es que se antepuso la lógica de la ganancia, a ultranza, la más alta y en el menor plazo.
Mientras el gobierno los deje.
EN EL TINTERO
-Que se van, que llegan, de un partido a otro, diputados (as) y no sólo a nivel local pues en lo nacional esos brincos están a la orden del día en Cámara y Senado. Algunos buscan explicaciones pero, sin tanto “análisis”, se trata de la total ausencia de principios (los que dijeron compartir para asaltar el puesto).
-Más que ilógico: aberrante, que la oposición a un gobierno llame a no participar en un proceso donde pueden expresar su rechazo. Como se saben menos, se colige, entonces a deslegitimar un ejercicio democrático, con todas sus letras.
-Misiva de Héctor Mendoza: “si a los contrabandistas de carros les van a ‘cobrar’ una sexta parte de lo que pagamos por legalizar nuestros autos quienes sí respetamos la ley ¿no sería justo que nos regresaran lo que pagamos en exceso?”. ([email protected]).