Sinaloa acaba de obtener los resultados más pobres en boxeo amateur, posiblemente de su historia, o al menos desde que nuestras autoridades tuvieron la “genial” idea de cerrar aquel templo que rindió muchos frutos y que los levantó del vigésimo sitio para colocarlos entre los tres primeros lugares.
Me refiero al Centro de Alto Rendimiento de Boxeo que en el 2012 se inauguró en Los Mochis con una proyección que arrojó resultados a corto plazo, cuando del lugar 21 ascendieron al tercer lugar un año después con aquella primera generación de pugilistas que en Rosarito (BC) conquistaron 5 preseas doradas, 6 de plata y 5 de bronce.
Aun siendo sede de la Olimpiada Nacional, ahora llamada Juegos Nacionales Conade, la delegación sinaloense no pesó como para mantener su posición en el medallero donde se alternaba con Jalisco y Baja California para el control de las preseas. UNA medalla de Oro y seis en total, fue la cosecha de un certamen en el que se soñó con superar todas las marcas habidas y por haber.
Pero no fue así. El nombre de Sinaloa ya no quedó registrado entre los tres primeros ni tampoco fue una amenaza para Baja California y Jalisco. Nuestra entidad terminó más allá del décimo casillero, como resultado de una mala planeación y la falta de un escenario con el CARB.
Mientras el Centro de Alto Rendimiento de Boxeo operó en Los Mochis, los resultados eran otros. Después del año de debut de los alumnos del CARB, hubo tres años consecutivos conquistando seis medallas de Oro, hasta que en el 2017, ya con otra administración estatal, los dirigentes del deporte llegaron con otra mentalidad y comenzaron a cavar la tumba del boxeo, primero disminuyendo sus apoyos y cancelando aquellas concentraciones como las que realizaban en Cuba.
Hoy Sinaloa ha dejado de ser potencia y echaron a la basura todo lo que con mucho esfuerzo se hizo mientras se mantuvo en operación el CARB.
Los primeros ganchos que provocaron un nocaut a esta disciplina se los otorgaron al cubano Juan Fontanills, el hombre que con sus amplios conocimientos en la materia fue el responsable de levantar prácticamente del suelo al boxeo y llevarlo a un lugar que solo existía en sueños de pugilistas y entrenadores.
Fontanills había llegado a Sinaloa por allá en el 2010 a solicitud del Patronato Impulsor del Deporte Sinaloense (PIDS). El hombre gozaba (y lo sigue haciendo) de un extraordinario prestigio en esta disciplina. El cubano, antes de aterrizar en nuestro estado, dirigió a la selección de Tailandia y bajo su tutela ganaron dos medallas de Oro en los Juegos Olímpicos.
Pero Fontanills y el costo de operación del CARB no fue nada agradable para los dirigentes del deporte con el gobierno de Quirino Ordaz, y de manera paulatina fueron cerrando todos los conductos para que el Centro desapareciera por completo, obligando con ello a que el cubano tuviera que emigrar. Pero no quedó mucho tiempo desempleado. El mismo país al que ayudó a ganar dos preseas doradas, y al que renunció para venir a Sinaloa con el deseo de elevar la calidad del pugilismo, lo recontrató de inmediato.
El barco se hundió. Habrá que trabajar en construir otro para seguir navegando en los sitios en los que realmente debe estar una tierra como la nuestra, que puede presumir de ser un semillero de campeones mundiales. La tarea no solamente es esa, sino en reestructurar o apretar tuercas en la Asociación, un ente que debe luchar por contar nuevamente con un Centro de Alto Rendimiento, y no ese gimnasio construido en las mismas instalaciones del ISDE del que muchos pensaron sería el nuevo templo que le diera continuidad al auténtico CARB de Los Mochis.
