Ciudad de México.- En ese momento más de 100 mil almas quedaron en silencio, atónitas, en respeto ante el lamento de un indígena postrado a los pies del presidente Andrés Manuel López Obrador, pero cuando la voz de ese hombre era más apasionada el mandatario cayó de rodillas. La Bandera Nacional flameaba a la izquierda. Una Plaza de la Constitución colmada fue del silencio al asombro de ver cómo el Presidente de la República, con la Banda Presidencial cruzándole el pecho, se postraba ante el indígena y abrazaba el Cristo Negro clavado en una cruz blanca envuelta en un manto con hilos dorados que le daban.
López Obrador entró por primera vez a Palacio Nacional en punto de la 1 de la tarde con 32 minutos como Presidente constitucional en funciones, venía del Palacio Legislativo Al cerrarse la Puerta de Honor saludó a una Escolta de Bandera de la Policía Militar, mantuvo el saludo durante un minuto.
Ahí, como única testigo, su esposa Beatriz Gutiérrez Müller, lo miraba sin decir nada. Caminaron entonces, cruzaron el Patio de Honor de Palacio y subió por las escaleras que llevan al Despacho Presidencial y en cuya parte más alta de su pared frontal reza la frase “La Patria es Primero”.
El Presidente hizo un ajuste de tiempo para después ir al Salón de la Tesorería y encabezar la comida que ofreció en honor de los jefes de Estado y de Gobierno, a representantes de naciones, y a la que asistieron los presidentes de los Poderes de la Unión, de órganos autónomos, diplomáticos, empresarios, artistas, legisladores, deportistas.
Son las primeras horas de su mandato. López Obrador iría en un par de horas de estar con los hombres del poder de todas las regiones del mundo, y de México, a estar con sus leales, quienes después de 12 años por fin lo llevaron a la Presidencia de la República.
Ahí, en la mesa de López Obrador, estaban el rey Felipe VI de España y el presidente cubano Miguel Díaz Candel, uno al lado del otro, más allá el presidente de Ecuador, Lenin Moreno, en otra mesa, frente a ellos, el venezolano Nicolás Maduro, quien después presumiría una foto con el Presidente en el Despacho Presidencial.
En ese mítico salón, donde los Presidentes de México ofrecen a sus invitados reuniones de gala en su honor, estaban también los presidentes de Bolivia, Evo Morales; de Honduras, Juan Orlando Hernández; De República Dominicana, Danilo Medina.
Así como los mandatarios de El Salvador, Salvador Sánchez Cerén; de Guatemala, Jimmy Morales; de Perú, Martín Vizcarra; Julie Payette, gobernadora general de Canadá y Antonio Costa, primer ministro de Portugal, entre otros. Los enviados del presidente de Estados Unidos, Mike Pence e Ivanka Trump no se vieron.
Al concluir se hace una fila muy larga para saludar al presidente López Obrador, quien tuvo de un lado al rey Felipe VI y del otro a su esposa Beatriz Gutiérrez Müller. Se ve desfilar igual a árabes con turbante, que a representantes africanos, asiáticos, europeos.
Conforme se desarrollaba este almuerzo protocolario, a las afueras de Palacio Nacional grupos de personas se manifestaban a favor y en contra de la presencia del presidente de Venezuela en México.
El menú que se sirve es de cuatro tiempos. Primero se sirve una ensalada de calabazas criollas en cama de pipián, enseguida una crema de huitlacoche, como plato fuerte costilla en salsa de axiote y de postre dulce de zapote negro con nieve de mandarina o dulce de calabaza de castilla.
Mientras se desarrolla la comida la Camerata Instrumental de México entonará música ligera clásica con melodías mexicanas como “Sobre las Olas”, “Huapango”, “Alejandra”, “México en la piel”, “Minueto”, “Balajú”, “Siete Leguas”, “Las Alteñitas” y “Mi Ciudad”.
Afuera, donde miles comenzaban a llegar espontáneos en solitario, en familia, con amigos, o en grupos con la bandera de Morena; se escuchaba con fuerza una canción que decía:
“De pie, cantar, que vamos a triunfar. Avanzan ya banderas de unidad, y tú vendrás marchando junto a mí y así verás tu canto y tu bandera florecer. La luz de un rojo amanecer anuncia ya la vida que vendrá”. El himno de la izquierda en muchas partes del mundo, “Venceremos”.
El sol de diciembre quema el rostro y en la sombra a cualquiera se le hielan los dedos de los pies. A las 5 de la tarde en punto se abre la Puerta Mariana de Palacio Nacional y el presidente López Obrador sale acompañado por su esposa Beatriz, pocos se dan cuenta.
Son las 5 y 5 de la tarde. El Presidente camina protegido por un muy discreto equipo de seguridad. La gente se da cuenta y lo vitorean. Quienes están lejos se agolpan queriendo tocarlo, la valla de cuerpos que tienen frente a ellos no les dejan acercarse.
Quienes están en la valla le gritan al mandatario quien se acerca, besa manos, acaricia la cabeza de niños y mujeres, recibe peticiones, globos blancos comienzan a surcar el cielo del atardecer. La Plancha del Zócalo se inunda del copal y del sonido de las caracolas y los tambores.
A las 5 y 10 de la tarde el presidente López Obrador llega al pie del templete. Lo reciben tres indígenas. Entonces sube a la tarima y la gente que llena el Zócalo lo vitorea. El humo del copal y el sonido de las caracolas y los tambores inundan la plancha del Zócalo.
Ahí María de Lourdes Jiménez, Carmen Santiago Alonso y Francisco Martín lo hunden en el humo del copal, lo purifican y rezan al corazón de la tierra, del aire, del agua y del fuego para que todo lo que quiera llevar a cabo el Presidente lleve a cabo todo lo que está en sus planes.
“Para que los abuelos y nuestros ancestros se hagan presentes… Para que lo liberen y purifiquen, pedimos a las fuerzas del universo”, dicen y piden a la Virgen de Guadalupe “cuide a su hijo y lo libere de todo lo malo” que se atraviese en su camino.
Entonces, es el turno de otro líder indígena que se coloca de rodillas frente al Presidente, desde el inicio le habla en su dialecto, la gente que observa guarda silencio, la voz del obre se quiebra y se vuelve un lamento. López Obrador que hinca frente a él y recibe el Cristo. Lo vitorean.
Después hay una larga oración para los “viejos abuelos guardianes que cuidan los rumbos del universo”. El chamán pide a la gente levantar la mano y repetir su oración, primero al oriente, después al poniente, al sur, al norte, al centro, a la madre tierra, y al cielo, universo, por el presidente.
Le entregan el “bastón de mando” con la demanda de que gobierne por el bien de todos. Él acepta. Han pasado 42 minutos desde que salió de Palacio. Luego daría un discurso de 1 hora y 36 minutos. La gente lo vitoreó. Fue el primer día del gobierno de Andrés Manuel López Obrador.