?Oaxaca, Oax.- Casi a las 10 en punto, la figura en beige y
blanco cruzó la puerta de su casa. Los zapatos del candidato de oposición
Gabino Cué comenzaron su marcha en la mañana soleada de un domingo electoral.
Vamos a ganar, dijo, y se enfiló hacia su destino al lado de su esposa Mane y
su hija Manesita.
No muy lejos de ahí, en el barrio de San Felipe del Agua, de la ciudad de
Oaxaca, se esperaba la llegada a la casilla electoral de su viejo rival, el
actual gobernador, el priísta Ulises Ruiz Ortiz, quien había prometido votar
poco antes de las 10:00 horas, pero no apareció sino hasta la 13:00 horas.
Se percibía más en el ambiente, una lucha por Oaxaca entre Cué y el gobernador,
quienes en años anteriores se habían disputado el gobierno del estado. Y sobre
todo porque el candidato priísta, Eviel Pérez Magaña, significaba la
continuidad de Ulises Ruiz en el poder.
Ambos personajes se habían disputado Oaxaca en 2004 en un proceso electoral
donde el sistema de cómputo se cayó dos veces y resultó ganador Ulises Ruiz. El
antecedente había metido en las cabezas de la sociedad oaxaqueña la duda de un
proceso electoral limpio. Desde entonces quedaron enfrentados.
En este domingo de elecciones Cué caminó al lado de las Manes no más de 100
pasos para emitir su voto en la casilla número 532 y la noche anterior había
dicho que estaba seguro de ganar, que no tenía miedo de un fraude porque la
gente saldría a votar. ?Hoy es una fiesta para la democracia?, dijo poco antes
de ingresar al módulo electoral.
La elección se antojaba como una de las más difíciles de Oaxaca. El llamado al
voto se miraba en los autos, paredes y calles de la ciudad. La expectativa
salía de las bocas de los ciudadanos. Parecía que esta elección significaría el
milagro de un cambio. Algunos oaxaqueños describieron un Oaxaca cansado,
lastimado, sin esperanza. “Necesitamos que la gente salga a votar”,
dijo un elector.
Al frente de Oaxaca, dicen especialistas, había quedado un gobernador que
ejercía la mano dura contra quien se le parara enfrente. Alguien que aplicaba
los programas sociales para sacar provecho electoral, dijo el investigador de la Universidad Autónoma
Benito Juárez de Oaxaca, Víctor Raúl Martínez Vázquez. Las masas lo acusaban de
abandonar sus funciones. “Él fue un gobernador que dejó de lado el
ejercicio de gobierno y convirtió todo el aparato gubernamental en una máquina
electoral que buscaba a toda costa el voto. Ejerció un control total en el
ámbito político, social, jurídico y mediático”, dice el analista
oaxaqueño, Víctor Leonel Juan Martínez.
Ulises Ruiz fue visto como alguien que persiguió organizaciones sociales, pero
también embistió contra los medios de comunicación locales. El diario Noticias
fue el que recibió el primer golpe por haber sido crítico de José Murat -su
antecesor y quien le entregó la silla de la gubernatura- aunque sus directivos
dicen que hubo otro motivo más para obligar un cierre en el periódico que casi
duro dos años y era que los dueños se negaron a dejar de imprimir publicidad
del entonces candidato a senador Gabino Cué.
La pelea Cué-Ruiz no pararía ahí. En 2006 se volverían a enfrentar cuando Cué
compitió por un escaño en el senado y se aliaba a la oposición para luchar
contra la candidatura del priísta Roberto Madrazo. Pero un ingrediente se
sumaba al caldo electoral: el movimiento magisterial que junto con el apoyo de
más de 300 organizaciones civiles tomó la ciudad de Oaxaca para exigir demandas
sociales. El movimiento se ganó la simpatía de Gabino Cué.
La sociedad le había vuelto la espalda en el momento menos preciso al
gobernador. La campaña para elegir presidente de la República estaba en
puerta justo cuando el conflicto magisterial estalló a mediados de 2006 y se
rumoraba que el gobernador había prometido por lo menos un millón de votos para
el candidato del PRI, Roberto Madrazo. Ulises Ruiz sabía lo que valía Oaxaca,
el estado que el PRI ha tenido desde hace 81 años y hoy cuenta con un padrón
electoral de casi dos millones y medio de electores.
En este domingo electoral, pocos minutos antes de la una de
la tarde, un convoy de cinco camionetas salió del fraccionamiento Puente de
Piedra. En el vehículo que encabezaba la caravana se distinguía un gran bigote
y una figura envuelta en guayabera. Ulises Ruiz se peinaba discretamente con
una mano antes de llegar a la casilla donde emitió su voto en compañía de su
esposa María de Lourdes y su hija Lila. Dijo que toda la jornada electoral se
estaba desarrollando en completa calma y daba clase de cómo debe actuar un
político que se conduce con mesura.
No distaba mucho de la realidad, la jornada electoral fue una de las más
tranquilas en la historia violenta de ese estado.
Por la noche, sin tener los resultados preliminares oficiales, cada uno de los
candidatos festejaba su triunfo en diferentes puntos de la ciudad. Banderas en
blanco presumían la victoria de Gabino Cué, mientras en el zócalo capitalino
con pólvora, títeres y música se festejaba el triunfo de un gobernador y su
candidato Eviel Pérez Magaña.