Estados Unidos. Chris Langan, conocido por su asombroso coeficiente intelectual que oscila entre los 190 y 210 puntos, ha generado controversia con sus teorías sobre el destino final de la conciencia humana. Para muchos, Langan es considerado el hombre más inteligente del mundo, pero su visión de lo que ocurre tras la muerte va más allá de la comprensión común.
Según el autodidacta y ganadero, la muerte no representa un fin, sino más bien un “cambio” en la manera en que existimos. En su participación en el podcast “Theories of Everything”, explicó que la muerte es simplemente una transición, una “reversión” o incluso un retorno a un estado primigenio de la existencia.
“Cuando te retractas de esta realidad, regresas al origen de la realidad. (…) Se te puede proporcionar un organismo sustituto, otro tipo de organismo terminal que te permite continuar con los existentes”.
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Langan, creador del Modelo Teórico-Cognitivo del Universo (CTMU), propone una teoría que define la realidad como una “autosimulación”, un sistema que se autoprocesa y autoconfigura. En este modelo, la muerte se percibe no como el final de todo, sino como un cambio hacia un estado diferente, donde los recuerdos de la vida anterior son accesibles, pero no necesariamente relevantes. Según él, los recuerdos pueden recuperarse, pero rara vez hay una razón para hacerlo.
La vida y la muerte, en la visión de Langan, están interconectadas en un ciclo no lineal. En el momento de la muerte, explica, lo que ocurre es una suerte de estado meditativo profundo.
En este estado, el tiempo y la existencia ya no siguen un flujo lineal; más bien, se perciben como un dominio “metasimultáneo”, un concepto en el que todas las posibilidades de vida y muerte coexisten en un espacio único.
Para ilustrar su teoría, Langan comparó la experiencia de la muerte con estar dentro de una supercomputadora capaz de procesar todas las vidas posibles que alguien podría haber vivido, existiendo todas simultáneamente. En su universo conceptual, el espacio-tiempo no es fijo ni limitado, lo que sugiere una forma radicalmente diferente de comprender la existencia y el final de la misma.
Para el propio Langan, no se trata de convencer a los demás, sino de invitar a la reflexión: “No es un final, es un cambio, y hay belleza en ello”.