Sao Paulo, Brasil.- La hoja de viajes de la presidenta Dilma Rousseff dice mucho sobre las prioridades internacionales de Brasil.
En sus dos primeros años en el poder pasó más de la mitad de su tiempo
de viaje en Estados Unidos, Europa y China, que juntos representan la
mitad de sus mercados internacionales, señaló Reuters.
¿Y en América Latina? Apenas un 30%.
Absorbido por sus problemas económicos,
Brasil parece estar desaprovechando la falta de interés de Estados
Unidos en América Latina para afirmar su liderazgo en la región.
Y las consecuencias económicas son claras.
Las exportaciones brasileñas a América Latina se hundieron un 11,3% en
los primeros 10 meses del 2012, el doble de la contracción de 5,5% en
las exportaciones totales.
La inversión brasileña en el extranjero, tradicionalmente dirigida a los
países vecinos, se desplomó un 34% en los nueve primeros meses del año.
“La prioridad de la administración Rousseff han sido las medidas de
aumento de la competitividad. La acción en América Latina ha sido
secundaria”, dijo el consultor Welber Barral, ex secretario de Comercio
Exterior.
El soft-power brasileño, la influencia internacional emanada de su
estatura de potencia emergente, se desvanece. Y Brasil pesa cada vez
menos en la región, su área natural de influencia.
La pérdida de influencia se traduce en menos negocios para el sector
privado brasileño, boicoteando los esfuerzos de un gobierno que está
gastando miles de millones de dólares para evitar una excesiva
apreciación del real y oxigenar su industria con incentivos fiscales.
Bolivia le dio una bofetada al cancelar un contrato de obras públicas de
una constructora brasileña. Y Argentina, un importante destino para las
manufacturas brasileñas, impuso trabas comerciales que hundieron un 20%
las exportaciones brasileñas en los primeros 10 meses del 2012.
Los economistas apostaban que Brasil, la sexta mayor economía del
planeta, creciera este año un 1,5 por ciento, un pálido reflejo de su
ritmo de expansión de la última década y menos de la mitad del promedio
de sus vecinos latinoamericanos según la Cepal.
Pero decepcionantes datos del tercer trimestre divulgados el viernes
podrían llevar al mercado a ajustar nuevamente sus pronósticos a la
baja.
“El contexto económico es bastante desfavorable”, dijo João Augusto
Castro Neves, analista de la consultora de riesgo Eurasia Group en
Washington. “Y eso se refleja en una cierta timidez de la proyección de
Brasil en América Latina”.
“En un escenario de bajo crecimiento, ejercer el liderazgo regional es mantener o administrar el status quo”, añadió.
Eso quiere decir controlar la agenda regional, no atarse a proyectos
regionales demasiado ambiciosos y mantener a raya la influencia de otras
potencias como Estados Unidos.
China
Tras afirmar su liderazgo regional a mediados de la década pasada,
cuando la economía despegó por el boom de las materias primas y la
demanda doméstica, Brasil fijó su mira más allá del horizonte.
Brasil subió al escenario global como la “B” del BRICS, el grupo de
potencias emergentes integrado además por Rusia, India, China y
Sudáfrica.
Según su hoja de viajes, Rousseff pasó más días de visita en China que
en cualquier país de América Latina. Y tiene sentido, considerando que
Pekín es el mayor socio comercial de Brasil y principal comprador de su
mineral de hierro y soja.
“Brasil vio en los BRICS una oportunidad de dejar de ser apenas un país
latinoamericano y volverse finalmente un actor global”, dijo Marcelo
Coutinho, un politólogo de la Universidad Federal de Rio de Janeiro.
“Y eso esto tuvo efectos no anticipados por la diplomacia brasileña:
Brasil acabó perdiendo buena parte de su market share en América Latina
ante China”, añadió.
La industria textil brasileña, por ejemplo, tenía a mediados de la
década pasada un 40% del mercado de importaciones de Argentina, contra
un 3% de China.
“Hoy Brasil tiene apenas 20% del mercado argentino y China un 29%”, dijo
a periodistas el director de la Asociación Brasileña de la Industria
Textil, Fernando Pimentel.
Además de ganar mercados para sus bienes de consumo gracias a la
apreciación de las monedas latinoamericanas, China invirtió 23.500
millones de dólares en América Latina entre el 2005 y 2010,
principalmente en explotación de materias primas desde metales a
energía.
Durante una gira por la región a mediados de este año, el primer
ministro Wen Jiabao ofreció un crédito de 10.000 millones de dólares
para proyectos de infraestructura en América Latina.
El avance chino coincidió con un retroceso de la inversión brasileña en
América Latina, que se volvió más caras debido a la depreciación del
real.
Muchas empresas brasileñas optaron además por repatriar sus utilidades
para invertir en el mercado doméstico, aprovechando las agresivas
medidas de estímulo al consumo con las que Rousseff intenta resucitar la
economía.
“Este no fue un buen año”, dijo Rubens Barbosa, un ex embajador
brasileño en Washington y presidente del consejo de relaciones
internacionales del lobby industrial Fiesp.
“El comercio está cayendo sobre todo debido a la pérdida de competitividad de los productos brasileños”, añadió.
Cambio de tono
Rousseff viaja poco. En sus dos primeros años en el poder realizó 31
visitas al extranjero, poco más de la mitad que su antecesor Luiz Inácio
Lula da Silva en el mismo período.
“Hay una cuestión de estilo”, dice Castro-Neves, de Eurasia. “Ella no se
interesa tanto por política exterior como sus antecesores”.
Pero el analista dice que además Rousseff decidió bajar el tono de la
“diplomacia presidencial” de sus antecesores Luiz Inácio Lula da Silva y
Fernando Henrique Cardoso.
Eso, en parte, para remendar las relaciones con Estados Unidos,
deterioradas en el 2010 durante la administración Lula cuando Brasil
votó en la ONU contra unas sanciones a Irán por su programa nuclear.
La crisis económica global volvió más hostil el escenario regional y un
rebrote de proteccionismo llevó a Brasil a reescribir a comienzos del
2012 un acuerdo de libre comercio de autos con México, liquidando la
posibilidad de una mayor integración entre las dos mayores economías de
América Latina.
México acabó aliándose con Chile, Colombia y Perú, las economías más
dinámicas de América Latina, para crear este año la Alianza del
Pacífico, el embrión de una zona de libre comercio a espaldas de Brasil y
con la mira en Asia.
La musculatura geopolítica de Brasil también perdió fuerza en una región
polarizada, dijo el expresidente Cardoso en una entrevista publicada
esta semana por el diario Valor Económico.
“Fuimos perdiendo espacio, no queremos tomar posiciones. Entonces, de
alguna manera, perdimos nuestra relevancia política en el continente,
que era incuestionable”, añadió.
La presión brasileña no logró impedir a mediados de este año la
destitución sumaria del presidente Fernando Lugo en Paraguay, que fue
temporalmente suspendido del Mercosur.
Y la expansión regional de las constructoras brasileñas, que a caballo
de generosos créditos del Gobierno se transformaron en símbolos de la
presencia brasileña desde Caracas a la Patagonia argentina, trastabilló
en Bolivia.
El presidente Evo Morales canceló este año la construcción de una
carretera de unos 420 millones de dólares a cargo de la constructora
brasileña OAS tras violentas protestas indígenas que sacudieron su
gobierno a gritos de “íLacayo de las empresas brasileñas!”.
Pero los analistas dicen que Brasil puede todavía dar vuelta el juego.
“No es tarde”, dijo el ex secretario de Comercio Exterior Barral. “Pero
Brasil tiene que trabajar con urgencia, tanto en relación a la
profundización de los acuerdo comerciales como en la búsqueda de nichos
de mercado para que sus productos sean más competitivos”.
Tiempo todavía hay, pues Obama mantendrá de espaldas a la región en su
segundo mandato que comienza en enero. Pero será cada vez más difícil.
“Hace cuatro años Brasil estaba dando las cartas”, dijo Coutinho, de la
Universidad Federal de Río de Janeiro. “Ahora tenemos un actor de fuera,
China, que cambia todo”.NE