Ciudad del Vaticano, Italia.- La defensa
del ex mayordomo papal Paolo Gabriele en su juicio por el robo de cientos de
documentos confidenciales a Benedicto XVI se centró en atacar a la Gendarmería
Vaticana, la policía judicial del Estado pontificio.
La constante en las tres audiencias que lleva hasta ahora el llamado
“juicio del siglo” ha sido el intento de la abogada de Gabriele por
desviar la atención del colegio de jueces que conducen el proceso y de la
prensa hacia las fallas de los gendarmes en la investigación.
En la primera audiencia, el pasado 29 de septiembre, tras la apertura del
juicio por parte del presidente del tribunal Giuseppe Dalla Torre, la abogada
defensora Cristiana Arru presentó varias instancias para desestimar diversos
documentos.
Entre otros, Arru pidió al jurado excluir las declaraciones que hizo Gabriele
al comandante de la Gendarmería, Domenico Giani, mientras estaba detenido en
una celda de seguridad del territorio vaticano, ya que no estuvieron presentes los
representantes del ex mayordomo.
Además solicitó que no se admitiese como prueba una serie de documentos
reservados que fueron incautados por los gendarmes durante un cateo en la
habitación que Gabriele solía usar cuando el Papa pasaba sus vacaciones en la
residencia de Castel Gandolfo.
Los jueces concedieron estas dos mociones a Arru ordenando no considerar esos
materiales durante el proceso, lo que dejó al descubierto fallas en la
conducción de las investigaciones por parte de los gendarmes.
La defensa intensificó su estrategia en la segunda audiencia del juicio,
durante el interrogatorio del ex mayordomo.
“¿Es verdad que en la primera celda en la cual estuvo en aislamiento no
tenía espacio ni siquiera para alargar los brazos?”, le preguntó Arru a Gabriele,
a lo que el imputado respondió: “Sí, es verdad”.
“¿Es verdad que por 15 o 20 días se mantuvo con la luz encendida en su
celda las 24 horas del día, sin que hubiese dentro un interruptor para
apagarla”, cuestionó una vez más la abogada.
Gabriele contestó: “Sí, es verdad, la luz estuvo encendida las 24 horas y
esto me provocó una disminución de la vista”.
Mientras el ex ayudante de cámara de Benedicto XVI respondía a estas
interrogantes, en el fondo de la sala el comandante de la Gendarmería, Giani,
se mostraba incómodo con lo que escuchaba.
En ese momento, el juez Dalla Torre dio instrucción al fiscal Picardi de abrir
una investigación aparte para verificar la veracidad de las acusaciones del
imputado.
Ante las declaraciones de Gabriele, el Vaticano anunció después de la audiencia
que el magistrado abrió el procedimiento número 53/12 por las acusaciones, pero
advirtió que si las mismas resultan infundadas, podrían dar paso a una
“contradenuncia”.
En la sede católica consideraron como un “golpe bajo” las denuncias
del ex mayordomo, mientras que la Gendarmería emitió un largo comunicado para
desmentir las afirmaciones del acusado.
Según el texto, la celda donde permaneció Gabriele “sigue los estándares
de detención previstos para otros países para situaciones análogas” y
explicó que una habitación más grande no estaba disponible por falta de
manutención.
Estableció que el ex mayordomo siempre tuvo su comida diaria, que consumió no
en la celda sino en compañía de los gendarmes que lo custodiaban, cada día
contó con su “hora de aire” e incluso habría podido usar el gimnasio
de los mismos policías, cosa que rechazó.
Indicó también que fue sometido continuamente a revisiones médicas, recibió la
visita de sus familiares y de sus abogados sin límite de tiempo, asistió a la
misa fuera de la cárcel y varias veces pidió hablar con el comandante del
cuerpo, Domenico Giani.
“Sobre la presencia de la luz durante las 24 horas, se informa que la
misma permaneció encendida para evitar eventuales actos de autolesión del
imputado y por exigencias de seguridad”, señaló el comunicado.
“El mismo detenido, en los días sucesivos, pidió que la misma luz
permaneciese encendida durante la noche porque sostenía que le daba compañía.
Desde el inicio se le entregó también una máscara nocturna que le permitiese la
más completa oscuridad”, añadió.
Las precisiones no pudieron evitar la ola mediática que ya se había abatido
sobre el Vaticano, que para ese momento era ya comparado por la prensa con las
cárceles estadunidenses de Guantánamo o Abu Ghraib.
En la tercera audiencia, la abogada mantuvo la línea con los testigos de ese
día: los gendarmes Luca Cintia, Stefano De Santis, Silvano Carli y Luca
Basseti, todos involucrados en las pesquisas contra el ex mayordomo papal.
Arru se centró en preguntar las dimensiones y una descripción de los armarios
donde fueron encontradas las decenas de miles de documentos que, según la
Gendarmería, fueron descubiertos en la casa del ex mayordomo y entre los cuales
estaban los informes confidenciales.
El objetivo de estos cuestionamientos fue poner en duda que en dichos muebles
pudiesen caber las 82 cajas grandes de material que supuestamente fue
decomisado en el cateo.
Por otro lado, la abogada interrogó a los testigos sobre la pepita de oro y un
cheque por 100 mil euros (unos 129 mil dólares) que supuestamente fueron
encontrados durante la inspección, lo que la defensa intentó poner en duda,
casi sugiriendo que fueron “sembrados”.
Arru pidió analizar las huellas digitales en la pepita, lo que fue rechazado
por el jurado, mientras que cuando le preguntó a Gabriele si él tenía tal
objeto en su casa éste le respondió que jamás lo había visto.
La estrategia de defensa irritó a los gendarmes, en especial a Luca Cintia, el
responsable de la custodia del ex mayordomo durante su detención y quien
sostuvo el miércoles en su interrogatorio que varias veces Gabriele les
agradeció por sus “buenos tratos”.
“Fue tratado (Gabriele) con guantes blancos”, precisó Cintia.
El próximo sábado se sabrá si la defensa logró influir en el jurado, ya que ese
día están previstos los alegatos, una última declaración espontánea del ex
mayordomo, la deliberación y la sentencia final.IN