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Argentina sufre una fuerte inflación

El Gobierno ha multado y hasta demandado judicialmente a economistas que publican sus propias estimaciones de inflación, que suelen duplicar o triplicar la cifra oficial, desacreditada por sospechas de manipulación desde el 2007

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Buenos Aires. – Mientras
en el interior de Argentina productores ganaderos se deshacían la semana pasada
de miles de litros de leche, en Buenos Aires millones de pasajeros soportaban
la huelga de empleados del metro más larga de la historia: a ambas protestas
las une el mismo factor, una alta inflación que no da tregua pese a la
desaceleración de la economía doméstica.
  
El Gobierno de la presidenta Cristina Fernández rechaza aplicar políticas
ortodoxas para enfriar los precios y en cambio elevó el gasto buscando impulsar
el crecimiento de la tercera economía de América Latina, informó Reuters.
  
La gobernante peronista evita mencionar el problema de
la inflación, que según estimaciones privadas se ubica entre el 20 y el 25%
anual, la tasa más alta de América Latina.

El Gobierno ha multado y hasta demandado judicialmente a economistas que
publican sus propias estimaciones de inflación, que suelen duplicar o triplicar
la cifra oficial, desacreditada por sospechas de manipulación desde el 2007.
  
Los productores lecheros reclaman un alza de precios para la leche, porque
dicen que operan a pérdida debido al aumento de los costos. Empleados en huelga
del metro de Buenos Aires pidieron un 28% anual de aumento salarial, entre
otras demandas.
  
“El costo de energía, combustible, insumos
veterinarios, alimentación; todo ha aumentado”, dijo Gustavo Colombero,
titular de la Federación de Centros Tamberos de Santa Fe, una provincia
agrícola ganadera en la región central.
  
“Los pequeños y medianos productores están al borde de cerrar la
actividad. Hay anuncios ya publicados de muchos remates de tambos”,
agregó.
  
En la mayor parte de los últimos nueve años, la economía creció a tasas
similares a las de China. Sin embargo, en 2012 los analistas se muestran cada
vez más pesimistas y esperan un bajo crecimiento o incluso una
retracción. 
  
Cuando la economía se frenó durante la crisis global del 2009, la inflación se
desaceleró junto a la demanda.
  
Pero analistas no prevén que la inflación ceda este año debido a que hay un
alto nivel de gasto, una laxa política monetaria, alzas de salarios, controles
al tipo de cambio y a las importaciones, datos estadísticos oficiales poco
confiables y una fuerte inercia en la matriz de precios.
  
Algunos economistas dicen que el país ya sufre una estanflación, una mezcla de
alta inflación y bajo crecimiento, mientras que otros alegan que la economía
rebotará en la segunda mitad del año y en el 2013.
  
La situación no es comparable con la hiperinflación
que los argentinos sufrieron en el pasado, pero aun así podría borrar los
avances en la creación de empleos y la reducción de la pobreza desde la
devastadora crisis de 2001-2002.
  
“Para el futuro corto (el impacto) es un menor nivel de producción y un
precio más alto de todos los productos y los servicios, el peor de los
mundos”, dijo Abel Viglione, un economista del centro de investigación
privado FIEL.
  
“Pensando más para adelante, los procesos recesivos con inflación detienen
la inversión y condicionan la tasa de crecimiento a largo plazo”, afirmó.
   
Caída de la inversión
Argentina no tiene un régimen de metas de inflación y no tiene intenciones de
aplicar uno. La presidenta del Banco Central, Mercedes Marcó del Pont, propone
combatir la inflación con el aumento de la oferta a través de mayores
inversiones en la producción.
  
Pero el atractivo del país para los inversores ha disminuido recientemente, más
allá de que la reputación de Argentina quedó dañada tras su masivo
incumplimiento de deuda en el 2002.
  
Una prohibición casi total a la compra de divisas
extranjeras, trabas estatales para importar y nuevas reglas para exportar que
obligan a ingresar las divisas al sistema financiero local en plazos más
cortos, han dañado a la confianza de los empresarios y los consumidores desde
que la mandataria Fernández fue reelecta en octubre.
  
Las medidas causaron algunos faltantes de bienes e insumos, una brusca caída en
la actividad del mercado inmobiliario y una baja de la inversión en general.
  
La nacionalización en mayo del 51% de la petrolera YPF, que era controlada por
la española Repsol también provocó nerviosismo.
  
Argentina se ubica actualmente sexta en el ranking de inversión directa
extranjera en la región pese a que es la tercera mayor economía
latinoamericana.

En la primera mitad de este año, la inversión bruta se
contrajo 9,6% porque la compra de bienes de capital importados se desplomó,
según reportó la consultora Orlando Ferreres & Asociados.
  
Mientras tanto, las expectativas de inflación subieron a un 30% anual en marzo
y se mantienen firmes desde ese momento, según la mediana de estimaciones
privadas.
  
“Hay un problema de expectativas y el Gobierno al no hablar del tema
inflacionario, al no plantearlo como un eje de la política económica (…) el
problema se torna crónico”, dijo Rodrigo Alvarez, director de la
consultora Analytica.
  
El Gobierno está tratando de mantener el crecimiento económico estimulando la
demanda, otorgando aumentos de jubilaciones y ofreciendo créditos baratos a aquellos
que quieran construir una casa.
  
“Cualquier medida de estímulo que haya me parece que no va a mejorar mucho
el nivel de actividad, y por supuesto no va a ayudar a bajar la
inflación”, dijo el economista y analista del mercado laboral, Ernesto Kritz,
director de SEL Consultores.
   
Menos Competitivo
Mantener un tipo de cambio competitivo fue uno de los pilares de la política
económica de Néstor Kirchner, el fallecido marido de Fernández y su antecesor
en la presidencia. 
  
El Banco Central ha permitido que el peso se devalúe gradualmente, pero la
moneda local se ha apreciado en términos reales debido a la voraz inflación,
perdiendo competitividad.
  
Los acuerdos anuales de salarios en el sector formal han superado a la
inflación en años recientes, lo que sumó costos para los exportadores, que no
pueden aumentar los precios en la misma medida para sus clientes fuera del
país.
  
Kritz dijo que las empresas acordaron subir los sueldos un 24 por ciento este
año en promedio, una cifra por debajo del 31 por ciento del 2011. Pero el
aumento fue mayor al 20% que había propuesto el Gobierno.
  
“Nuestra realidad de todos los días es el aumento de nuestros costos. El
aumento que damos año a año de salarios de a l rededor de 25%, ese es el nivel
(de inflación)”, dijo José Ignacio De Mendiguren, presidente de la Unión
Industrial Argentina (UIA).
  
El Gobierno ha usado controles de precios y ha limitado la exportación de
granos para intentar frenar la inflación. También mantuvo el tipo de cambio
prácticamente estable para anclar el alza de precios, dado que una devaluación
de la moneda provocaría un fuerte incremento de los bienes importados.
  
Muchos argentinos especularon que el Gobierno iba a permitir que el peso se
depreciara a un ritmo más rápido después de las elecciones de octubre. Esto
disparó la salida de capitales por la fuerte compra de dólares.
   
El Gobierno reaccionó e impuso nuevos controles de capitales y de cambios, que
se endurecieron en mayo al prohibir la compra de dólares para ahorro. La brecha
entre el cambio oficial y el paralelo ronda un 36%.
  
“El Gobierno parece obsesionado en no tener una
devaluación oficial”, dijo Michael Henderson, un economista en Capital
Economics Ltd. de Londres. “Pero se está haciendo una devaluación de facto”.IN

Fuente: Internet

Fotografía de perfil de Liz Douret

Liz Douret

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