?Seúl.- Varios centenares de personas convocadas por activistas surcoreanos e
internacionales se enfrentaron hoy a la policía en Seúl, para pedir a
los líderes del G20 que “el pueblo no pague por la crisis”.
Miembros de organizaciones sindicales surcoreanas y estudiantiles se
unieron a activistas venidos de Europa, Japón, Estados Unidos, África y
Latinoamérica para marchar en protesta hoy pese a la oposición de la
policía que, de momento, no ha informado de detenciones.
Los manifestantes gritaron consignas en contra del G20 y demandaron
estabilidad laboral, una justa distribución de la riqueza, que se pongan
fin a los acuerdos de libre comercio de Corea del Sur con la Unión
Europea y EU y que no se salve a los bancos con el dinero público.
Amelie Cannone, presidenta del colectivo Attac, advirtió que los
movimientos sociales galos “están unidos y denunciarán como en Seúl las
políticas neoliberalistas del G20” en Francia cuando el país asuma la
presidencia de este foro de manos de Corea del Sur.
La argentina Alexandra Angriman, de la Central de Trabajadores
Argentinos, también subió al estrado para denunciar que “en el G20 no se
persigue un cambio de modelo”, sino perpetuar un sistema que favorece a
las corporaciones sobre los trabajadores.
Sin embargo, miembros de algunas ONG internacionales han indicado que la
cumbre del G20 ha marcado un paso importante al crear grupos de trabajo
en desarrollo e incluir ese tema en la agenda.
En un comienzo, la concentración de hoy se limitó a los aledaños de la
Estación de Seúl, relativamente lejos del complejo donde los jefes de
Estado y de Gobierno se reunirán mañana tras la cena de trabajo que
abrió hoy la cumbre.
No obstante, varios surcoreanos consiguieron romper con empujones y
patadas el cerco policial establecido en torno a la manifestación con el
objetivo de marchar hasta la cercana estación de Nampyeong, en una
movilización que se desarrollo sin incidentes hasta que se llegó al
destino final.
Al término de la protesta varios centenares de policías cercaron a los
manifestantes con autobuses y vallas móviles, sin que se produjeran más
que pequeñas trifulcas y una fogata que fue sofocada.
Corea del Sur ha extremado la seguridad con el despliegue de unos 50 mil
policías ante el temor de que se repitan los incidentes de la cumbre de
Toronto del pasado verano, en la que se produjeron más de 850
detenciones y quema de vehículos.
Por el momento, la manifestación más numerosa se produjo el domingo
cuando decenas de miles de personas se congregaron en el centro de Seúl
para pedir más derechos a los trabajadores y que no se firme un Tratado
de Libre Comercio con EU.
La Policía ha avisado de que no tolerará que se produzcan
manifestaciones violentas en las cercanías del centro de convenciones
COEX, después de que este lunes entrara en vigor una ley que prohíbe las
protestas y concentraciones de personas en un área de 2 kilómetros
alrededor del centro de reuniones.
La movilización de hoy se prolongó durante cuatro horas, justo cuando
los líderes del G20 y de países invitados como España comenzaban a
acudir a la recepción que el presidente surcoreano y su esposa habían
preparado en el Museo Nacional de Corea.
Una tromba de agua y la numerosa presencia de agentes disolvieron la
manifestación, que contó con la participación de unas 80 organizaciones
surcoreanas, movimientos sindicales estadounidenses o de la red
canadiense “Nuestro mundo no está en venta”.
Durante la marcha se oyeron proclamas contra “un G20 criminal y culpable
de la pobreza”, así como contra la guerra de Afganistán o el presidente
surcoreano, Lee Myung-bak, por no proteger a la clase trabajadora y
apoyar proyectos que perjudican al medio ambiente.
Bárbara, una estudiante francesa de la Universidad de Seúl, dijo que “es
importante hacer ver que los gobiernos se han puesto al favor del
sistema financiero con la crisis”, mientras que Ben, un estadounidense
de 30 años, indicó, sin destapar su rostro por temor a ser grabado por
la policía, que su participación en la protesta está orientada a
impulsar los movimientos anarquistas en países como Corea del Sur.